MARISA CRUZ / Madrid
La nueva ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez; el titular de Fomento, José Blanco; el recién designado ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui. Uno detrás de otro sucumbieron a la euforia de un supuesto final inminente de ETA y contribuyeron a engordar la sospecha de un nuevo proceso de diálogo con el entorno de la banda.
Ayer, el vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se vio obligado a cortar de raíz tanto pronunciamiento que, a su vez, no ha hecho sino provocar otra cascada de reacciones y opiniones en el primer partido de la oposición.
«Ha habido muchas, demasiadas declaraciones», se lamentó el número dos del Gobierno antes de exigir a los partidos democráticos -y no hizo excepción alguna- «firmeza, tranquilidad, perseverancia y prudencia».
«¡Que se muevan ellos!», exclamó haciendo referencia a Batasuna. «Sabemos que hay un debate en el mundo de ETA, pero la política antiterrorista del Gobierno no se va a mover. Las reglas del juego son las que son y no van a cambiar, no admiten ni subidas ni bajadas. En este mundo hay dos lados: en uno estamos los demócratas, que tenemos los principios claros, y en el otro, Batasuna, que es quien tiene que modificar sus posiciones. Nosotros no tenemos que hacer nada; son ellos los que tienen que moverse», argumentó.
Rubalcaba también desmintió la existencia de contactos entre el PSE y Batasuna, remitiéndose al comunicado que en este sentido hicieron ayer público los socialistas vascos. Igualmente, el ministro se mostró convencido de que el pacto que existe entre el PSE y el PP, que sostiene a Patxi López al frente de la Lehendakaritza, no corre peligro. En su opinión, se trata de un acuerdo «sólido y estable». También recordó que él se reúne «habitualmente» con el Partido Popular para abordar la política antiterrorista.
Cuando le interesa, suaviza las palabras y hasta se hace más humano, pero no hay que fiarse, que sigue siendo lo que es, el "doberman".
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