ES CIERTO que Zapatero salvó ayer el Comité Federal del PSOE sin contestación alguna a su giro en materia de política económica. Pero el líder socialista sí tuvo que escuchar algunas críticas de los barones que revelan el larvado malestar que existe en un sector del partido por su condescendencia con el PSC y Montilla.
El dirigente socialista más contundente y explícito fue José Bono, que advirtió que «a los nacionalistas hay que ganarles en votos y no en nacionalismo», subrayando que él se siente más cerca de «las posiciones solidarias» que de los «planteamientos identitarios».
Guillermo Fernández Vara, presidente extremeño, pidió al PSC que haga un esfuerzo para entender a los demás, mientras que Álvarez Areces, presidente asturiano, afirmó que el Estatuto de Cataluña «no es el problema fundamental de España». Patxi López y Griñán realizaron también manifestaciones que sugieren los peligros de hipotecar el PSOE a la deriva nacionalista de Montilla por el estímulo que ello supone para el soberanismo del PNV.
Todos ellos respiran por la herida, porque es evidente que el entreguismo de Zapatero puede causar un profundo daño electoral en regiones como Extremadura o Asturias, donde no se entienden las permanentes concesiones del Gobierno hacia Cataluña, y desestabilizar al propio Ejecutivo vasco.
¿Servirán estas voces para hacer reflexionar a Zapatero? Todo indica que no, porque el líder socialista ha optado por aplacar al PSC e intentar recuperar una buena relación con los nacionalistas vascos y catalanes.
CiU, por ejemplo, ha expresado su disgusto por la sentencia del Tribunal Constitucional y ha puesto en cuarentena las relaciones con Zapatero. Pero si gana las elecciones autonómicas en octubre, no es descartable que ayude al Gobierno a sacar los Presupuestos a cambio de contrapartidas económicas o del desarrollo del Estatut. Zapatero se está esforzando también en tender puentes con el PNV, ya que sus escaños son vitales para poder acabar la legislatura.
La vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega declara hoy a EL MUNDO que «el proyecto de Zapatero es España, el de Rajoy es La Moncloa». Su afirmación es discutible en la medida que el presidente se ha decantado por entenderse con los nacionalistas, descartando un posible pacto constitucional con el PP.
Esa alianza con los nacionalistas puede efectivamente permitir a Zapatero ganar tiempo, pero no va a servir para solucionar el grave problema sobre el modelo de Estado que tiene España. Resulta comprensible que los barones estén preocupados porque ese entendimiento con los nacionalistas sólo puede contribuir a ahondar los notables agravios comparativos que ya existen.
Este zp, con tal de quedarse en la poltrona, hará lo posible para que le ayuden con los votos catalanes y vascos, entre ellos incluye el saltarse la ley o lo que haga falta, que para eso es sociolisto.
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