lunes, 8 de marzo de 2010
El retiro dorado de ETA
Hasta 151 etarras viven en Suramérica deportados y huidos de la Justicia. Venezuela acoge a un tercio
El retiro dorado de ETA
Cubillas, señalado por el juez Velasco como enlace de ETA con las FARC, regentaba un restaurante en Caracas.
A mediados de los noventa funcionó en El Hatillo, en los aledaños de Caracas, un restaurante vasco bautizado como Oker’s. Allí, en el cruce de las calles Bolívar y Dos de Mayo, se disfrutaba de una excelente comida vasca que podía resultar ligeramente indigesta si se conocían ciertos detalles. Su propietario, Arturo Cubillas, era un etarra huido de España que pertenecía a un comando al que se atribuyen una veintena de atentados y tres asesinatos. Un grupo armado cuyo nombre usó para bautizar su negocio de hostelería. Cubillas apuraba la nostalgia por su «comando Oker» entre chacolís en versión caraqueña. Pero sus fogones son hoy historia. Si se marca el teléfono del restaurante –todavía figura en una web de servicios– una voz femenina invita al otro lado a dejar un mensaje para «Estrategias empresariales»...
Cubillas llegó a Venezuela en mayo de 1989, pero ha saltado ahora a las portadas por el auto del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco que denunciaba esta semana la conexión entre ETA y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con el etarra como supuesto enlace. Nada nuevo bajo el sol del Caribe, puesto que veteranos terroristas de ETA llevan ya mucho tiempo plácidamente refugiados en Suramérica. Mientras, y como ha puesto de manifiesto el magistrado, países como Venezuela les proporcionan la perfecta cobertura para sus vidas de fugitivos.
Colonias en el extranjero
Del centenar largo de terroristas que hay en Suramérica, la mitad (45) vive allí. El resto se reparte entre México (35), Cuba (12), Bolivia (8), Colombia(16), Panamá (8), Uruguay (6), Argentina (16) y Chile (5). En total, 151. También existe una reducida colonia en Cabo Verde (África) y en países europeos como Irlanda.
Según los datos que manejan las Fuerzas de Seguridad, el colectivo de huidos y deportados lo engrosan veteranos activistas de la ETA de los 80. Buena parte ha desconectado de su etapa anterior y ha echado raíces en sus nuevos países de residencia. Tiempo han tenido para ello. En el caso de Venezuela, los primeros etarras llegaron a Caracas desde Argelia tras un acuerdo firmado en 1989 entre Carlos Andrés Pérez y Felipe González. La docena de terroristas residentes en Cuba completa el grupo que menos variaciones ha registrado desde que siete de ellos llegaron deportados en 1984.
Durante todo este tiempo, los activistas «dormidos» se han ganado la vida en negocios de restauración, pero no han faltado quienes han ocupado puestos de mando en empresas y seguían en estrecho contacto con la organización criminal. Así ocurrió en México, donde en 2003 se detuvo a siete españoles y tres mexicanos por su vinculación con ETA. Fue un duro golpe a la estructura financiera, de falsificación y logística de la banda en el país americano. La organización, que usaba un grupo maderero para acoger a etarras, les facilitaba documentación falsa. El responsable del entramado azteca era el histórico dirigente Juan Ángel Otxantesana Badiola, detenido en Francia. Seis terroristas fueron extraditados desde México. El colectivo de huidos comprendió que ya no era un país seguro y muchos tomaron rumbo a Venezuela.
La cobertura proporcionada por Hugo Chávez no tardó en desencadenar un conflicto con España a finales de 2006, cuando dio amparo a seis etarras con 41 asesinatos a sus espaldas. A cuatro estaba dispuesto a concederles la nacionalidad para que pudieran burlar la acción de la Justicia española. Uno de ellos, Miguel Ángel Aldana Barrena, estaba acusado de una treintena de atentados con 18 asesinatos. Junto a Aldana, Chávez iba a convertir en venezolanos a José Lorenzo Ayestarán, «Fanecas», Jesús Ricardo Urteaga Repulles, Eugenio Barrutiabengoa, «Arbe», Sebastián Etxaniz Alkorta –que cumplía condena por tres asesinatos– y Juan Víctor Galarza Mendiola. A ambos, el Gobierno de Venezuela pensaba indemnizarlos con 325.000 euros para compensar su entrega a la Justicia española en 2002. El régimen chavista dio marcha atrás y culpó a una funcionaria, que fue cesada, de lo sucedido.
Retorno de veteranos exiliados
«Fanecas», que en su etapa venezolana regentaba un negocio relacionado con la pesca, fue detenido el pasado domingo en Francia junto al jefe del «aparato militar» de ETA, Ibon Gogeascoechea y Beñat Aguinagalde. Su misión y la de este último era la de perpetrar un secuestro en España.
La aparición en escena de Ayestarán prueba que la falta de preparación de las nuevas generaciones está produciendo un retorno de los veteranos exiliados a la banda. Si vuelven es para reincorporarse a la lucha armada, ETA no permite su regreso a menos que sea para ese fin, incluso aunque sus causas hayan prescrito. Otros «repescados» son Luis Ignacio Iruretagoyena, «Lucas»; Iñaki Esparza, «Navarro»; José Luis Eciolaza Galán, «Dienteputo»; Joseba Agudo Mancisidor o el mencionado Arturo Cubillas.
Iruretagoyena, detenido en septiembre de 2009, tenía a su cargo la «fábrica» en la que se montaban los coches bomba, pero antes pasó varios años en Nicaragua, donde colaboró con movimientos guerrilleros. Esparza, arrestado en 2004 en el suroeste galo, era otro veterano del exilio suramericano al que la organización etarra puso a cargo de los arsenales.
Por su parte, el histórico «Dienteputo», que vivió durante años en México, tuvo a su cargo la estructura de ETA en Suramérica, conocida como «Bikingoak», mientras que Mancisidor, detenido también en Francia en octubre de 2009, actuó de enlace entre los etarras huidos y la banda.
El caso de Cubillas es singular. En 2005 fue nombrado director adscrito a la Oficina de Administración y Servicios del Ministerio de Agricultura y Tierras venezolano, en el que su mujer, Goizeder Odriozola –que dirigió el Despacho de la Presidencia de la República durante cuatro años– ejerce como directora general de Información.
Y el gobierno, a todo esto que dice..., nada supongo, con tal de no hacer nada para evitarlo, la callada por respuesta, no vaya a ser que moleste a alguien...
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