El juez no citó en 10 años de instrucción a la única testigo de cargo, lo que es «incomprensible y causa perplejidad y asombro»
El Tribunal Supremo ha absuelto a una miembro de los Grapo acusada de colocar una bomba en una ETT de Vigo en una sentencia en la que censura con virulencia la actuación del juez Juan del Olmo -el mismo que instruyó el sumario del 11-M-, de la que afirma que «resulta incomprensible» y que «causa perplejidad y asombro», expresiones inusuales por su contundencia.
En concreto, la Sala de lo Penal encuentra «inexplicable» que el magistrado ni siquiera citase a declarar en el juzgado a la única testigo de cargo en los 10 años que se prolongó la instrucción, y entiende «más falto de justificación aún» que, existiendo un acta de reconocimiento fotográfico que situaba a la acusada en el lugar de los hechos, «no sólo no se realizaran aquellas actividades instructoras para esclarecer su posible participación, sino que se acordase el sobreseimiento provisional».
La Sección Tercera de la Audiencia Nacional, que había condenado a 15 años de cárcel por estragos terroristas a la grapo Gema Belén Rodríguez, y la Fiscalía de esa sede judicial tampoco salen bien paradas de la sentencia, que ha redactado el magistrado del Supremo Juan Ramón Berdugo y ha sido acordada por unanimidad de los cinco miembros del tribunal, que asumen los argumentos del letrado de la defensa, Juan Moreno Redondo.
Del Olmo, que en la actualidad ocupa plaza en la Audiencia de Murcia -desde donde sigue dando titulares-, apenas llevaba tres meses al frente del Juzgado Central de Instrucción número 6 cuando una bomba atribuida a los Grapo estalló en la sede de la ETT Ader en Vigo.
Al día siguiente, 27 de septiembre de 2000, la empleada en prácticas que atendía en la recepción reconoció ante la Policía entre cuatro fotografías a Gema Belén Rodríguez como la única persona ajena a la propia empresa que le había pedido permiso para acceder al servicio -donde explotó el artefacto de madrugada, sin provocar víctimas- después de haberle preguntado por los trámites para inscribir a su hermana.
Ese reconocimiento podía situarla en el lugar del crimen, pero ni Del Olmo citó a la testigo a lo largo de toda la instrucción ni la Fiscalía lo solicitó. De hecho, la causa se archivó y se reactivó varias veces después de esa diligencia.
Como sólo «la presencia del juez en la prueba puede generar actos de prueba», recuerda el Supremo (es decir, que el reconocimiento ante la Policía es una diligencia de investigación que por sí misma no constituye prueba), «resulta por ello incomprensible y causa perplejidad y asombro» que la testigo no fuese llamada ni se adoptase ninguna medida contra ella.
La testigo no volvió a reconocer a la grapo hasta que tuvo lugar el juicio, en 2011, pero la Sala destaca que «esta identificación resulta insuficiente, al tratarse de una nueva -y en este caso- lacónica ratificación de una diligencia policial -practicada 11 años antes- que alberga un importante déficit en cuanto a la verificación probatoria». Durante la vista, de hecho, la mujer llegó a admitir que no recordaba bien lo que había ocurrido.
El Supremo acepta el argumento de la defensa de que el reconocimiento fotográfico original fue «irregular» e «insuficiente» porque la imagen de la acusada -que está cumpliendo condena por un robo con violencia- no fue comparada con «un mínimo lo más plural posible de clichés fotográficos», circunstancia que se habría subsanado si Del Olmo hubiese citado a la testigo.
. M. MADRID
«ETA se llevó las tres cuartas partes de mi vida»
El etarra 'Mobutu' escucha a una de sus víctimas con una camiseta de Argentina
El etarra Alberto López de Lacalle, Mobutu, tuvo ayer la ocurrencia pretendidamente ingeniosa de aparecer en su primer juicio en España con una camiseta de la selección argentina, en plena crisis por la expropiación de YPF, para garantizarse un hueco en el telediario y en las páginas de los periódicos. El latrocinio de empresas europeas fue también una de las prácticas habituales del sátrapa zaireño del que toma su apodo.
Conseguido ese objetivo, no fue suficiente, sin embargo, para acallar la fortaleza del relato descarnado y emocionante que hizo de su tremenda vivencia la viuda de uno de los tres jóvenes guardias civiles asesinados durante las fiestas de Salvatierra (Álava) de octubre de 1980, el crimen por el que ahora la Fiscalía y la AVT piden 81 años de cárcel para Mobutu.
Gema López contó cómo su marido, el cabo José Luis Vázquez, había salido ese día a tomarse una cerveza, pero tuvo que regresar a casa para almorzar «acelerado», porque de forma inesperada tenía que sustituir a un compañero abriéndole paso a una prueba ciclista que se había organizado en Salvatierra. A cara descubierta y delante de todo el pueblo, a él y a los otros dos guardias destinados por el cuartel les abordaron tres jóvenes que les acribillaron a tiros y escaparon en un Simca 1200 en el que dejaron sus huellas. Ya en los 90, la Policía identificó una de ellas como del dedo índice derecho de Mobutu.
«Le vi marchar desde el balcón, le dije adiós y a las cuatro y media o las cinco escuché unas sirenas. Ahí iba mi marido muerto. Yo tenía 23 años y una vida rota. Se llevaron las tres cuartas partes de mi vida. Llevábamos cinco años de novios y cinco meses menos seis días casados. Embarazada de cuatro meses, con todas las ilusiones para compartirlas con el amor de mi vida». Después tuvieron que adelantarle el parto por el enorme estrés que estaba padeciendo. Y la niña estuvo dos años tomando barbital, porque «daba saltos en la cuna y se movía muy inquieta». «Mi hija había absorbido todo lo de su madre». Treinta y dos años después, la viuda sigue recibiendo atención psicológica.
La vista oral tuvo mucho de fresco sociológico de aquella época en aquel lugar. María Luisa Gueñetxea, una mujer ya anciana que fue condenada en su momento por guardar explosivos y acoger en su casa a los etarras del comando, respondió a la fiscal que esos asuntos eran «cosas del marido». Del suyo, se entiende. También declaró el entonces cura del pueblo, Ismael Arrieta, esposado porque está cumpliendo 18 años de cárcel por haber facilitado a los terroristas todos los datos que necesitaban para cometer los asesinatos. Dijo que no conocía a Mobutu.
El etarra Ignacio Arakama, Makario, el único condenado de momento por los tres asesinatos, se atribuyó la «paternidad» del crimen, pero afirmó que, si Mobutu hubiese participado, él se acordaría. Han pasado más de tres décadas y la Justicia española está ya a un paso de enjuiciar a todos sus presuntos autores. Francia entregará en breve a Fanekas, el tercer posible integrante del comando junto a Makario y Mobutu.
El tiempo pasa, pero algunas cosas nunca cambian. El acusado se despidió ayer del tribunal con la proclama por la que ya mataba hace 32 años, cuando él sólo tenía 20: «Gora euskal herria askatuta
Lo del olmo, ya es de libro. Haber que penitencia le mete el cgpj...,.
ResponderEliminarY lo del asesino mobutu, más porquería de lo mismo, que se quede en la cárcel y cumpla integras las penas.