Dice hoy en 'Gara' que no estará «sentada en la mesa de negociación política»
Fiel a su estrategia, ETA ha vuelto a irrumpir en un proceso electoral. Tras su anuncio del «cese definitivo de la actividad armada», la banda terrorista ha decidido ahora intervenir en la campaña para apoyar la candidatura de Amaiur de cara a los comicios generales del día 20 con una amplia entrevista que publica hoy el diario Gara y en la que asegura que el «desarme está en la agenda».
Después de preparar el terreno con su anuncio del pasado 20 de octubre, ETA busca aprovechar el «nuevo escenario» abierto en el País Vasco, celebrado en gran parte de la sociedad vasca, para avalar la propuesta de la coalición de fuerzas abertzales en su pugna con el PNV por liderar el espectro nacionalista.
En un adelanto de la entrevista colgado ayer en la web del periódico abertzale, ETA asegura que «no estará sentada en la mesa de negociación política» para abordar la solución al «conflicto» que vive el País Vasco bajo el «convencimiento» de que «la clave de los avances está en la sociedad vasca».
En sus declaraciones, la banda terrorista remarca el «gran sentimiento de responsabilidad» adoptado y que derivó el 20 de octubre en la decisión del abandono de las armas, que «no era sencilla». A este respecto, ETA sólo ve «equiparable» este anuncio «por su nivel» a dos momentos anteriores: su nacimiento hace medio siglo y la decisión de continuar con los atentados tras la muerte de Franco.
En todo caso, los portavoces de ETA que han participado en el encuentro niegan que la decisión de abandonar las armas obedezca al momento de debilidad en el que se encuentra la banda, asfixiada por la eficacia policial, y sostienen que decretar el cese definitivo de la actividad armada es el «resultado de un proceso de reflexión iniciado hace al menos una década», aunque no ha sido «estructurado y lineal».
En la entrevista, de 15 páginas, que se publica en euskara con su traducción íntegra al castellano, la banda terrorista asegura que el desarme «está en la agenda», de modo que se encuentra «dispuesta a adoptar compromisos» en este sentido de acuerdo a la hoja de ruta marcada por la comunidad internacional. Así, incide en su «relación» con los líderes que acudieron a la Conferencia de la Paz de San Sebastián y que derivó en la Declaración de Ayete, donde se recogen las reivindicaciones de la banda, entre ellas, el emplazamiento al Gobierno a entablar un diálogo.
Los firmantes del documento abogan por que los agentes y partidos aborden las diferentes cuestiones políticas, como la convocatoria de una consulta por la independencia o la situación de los presos, lo que ETA asume, ya que no participará «en la mesa de la negociación política». Asimismo, anticipa «otros escenarios posibles», como «qué ocurriría si el Estado opta por intentar bloquear la situación», según recoge Gara.
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El día de las víctimas
Es gran paradoja que el tejido de la paz se vaya deshilachando en la práctica a medida que se teje. El año pasado se había conseguido celebrar el Día de la Memoria (con la ausencia de Aralar y los partidos que hoy conforman Bildu a las órdenes de la izquierda abertzale) en el 10 de noviembre, una de esas raras fechas del año en que ETA no cometió ninguno de sus 858 asesinatos, lo que permite que ese día sea de todos en general y de nadie en particular.
No podía consolidarse. Para este año no ha sido posible una celebración tan unitaria. Faltaban 10 días para unas elecciones; Bildu tiene la responsabilidad de las instituciones guipuzcoanas en sus manos y la división entre los partidos que sostienen, de momento, al Gobierno de Patxi López es cada vez más patente en materia antiterrorista: se acusa al otro de actuar movido por intereses partidistas mientras se programan actos de campaña para barrer un poquito para casa, un día con la visita de Zapatero a Ajuria Enea, otro en el mitin del ex ministro del Interior y candidato socialista y mañana viene Felipe a reforzar la idea.
Total, que en vez de un acto de homenaje a las víctimas, se celebraron varios: el del lehendakari y su Gobierno, en el que López citó a las víctimas de abusos policiales, aunque sin equipararlas con las del terrorismo (ETA y GAL, que Covite acepta desde sus orígenes); la ofrenda floral de la presidenta del Parlamento vasco, que no fue asumida por el PNV, EA, Aralar y Ezker Batua, que, incapaces de aceptar la dedicatoria 'En memoria de las víctimas del terrorismo', depositaron una segunda corona, ésta sin leyenda, para que abarcara a todas, incluidas las víctimas de abusos policiales.
En Guipúzcoa, la cosa tuvo acentos propios: la oposición municipal (PNV, PSE y PP) convocó un acto con ofrenda al que no asistió el alcalde. Sí lo hicieron algunos concejales de Bildu, pero no suscribieron la ofrenda. Martin Garitano participó en el acto, pero no en la ofrenda, aunque la foto es un hermoso trampantojo, un error de perspectiva en el que el diputado general parece llevar un ramo de flores blancas, una manera de ir sin estar o de estar sin haber ido.
Ellos reivindican una cuenta de víctimas más amplia en la que, además de las víctimas del GAL y del BVE, les salen unas 400 de extranjis, que Florencio Domínguez ha cuantificado escrupulosamente: 46 muertos por sus propias bombas, 60 en accidentes de tráfico, 30 por suicidio, 60 de enfermedades, 66 en enfrentamientos con las FSE, y así sucesivamente. Uno de ellos falleció de infarto durante una cópula y otro ahogado mientras se bañaba en la playa.
No es de extrañar que las víctimas del terrorismo hayan percibido algo de burla en todo esto. Es hora de recordar las palabras de Enrique Múgica tras el asesinato de su hermano Fernando el 6 de febrero de 1996: «Es verdad que todos los muertos son iguales porque todos los muertos son llorados, sean quienes fueren, por sus familias y por sus amigos. Pero un ser humano, antes de morir puede ser corroído por el odio y la violencia o ser un ser humano de paz y tolerancia, tal y como era mi hermano».
Un homenaje roto por múltiples relatos
La proliferación de actos y connotaciones provoca confusión en el Día de la Memoria
El País Vasco se rompió ayer en pedazos para recordar a las víctimas del terrorismo, las víctimas policiales, las de la «represión del Estado» o a todas en su conjunto. El segundo Día de la Memoria, instaurado por Patxi López para honrar a las víctimas del terrorismo recogidas en la Ley -de ETA, los GAL y grupúsculos armados como el Batallón Vasco Español-, transcurrió dividido en múltiples actos convocados en las tres capitales, entre la confusión de los partidos, empeñados en marcar perfil propio ante el 20N, y la ausencia de lemas unitarios. Sin víctimas pero con Bildu, que reivindicó su propia visión de la historia reciente.
La coalición, encabezada por Martin Garitano, acudió a la mayoría de los actos con su propio mensaje: el del olvido al que están sometidas las 475 personas que la antigua Batasuna contabiliza como víctimas de la «represión».
Esta lista incluye víctimas policiales, pero también etarras muertos por la bomba que manipulaban. El intento de los socialistas de atraer a su socio parlamentario a este discurso en el Día de la Memoria fracasó. Sólo primó la unanimidad en dos actos, ambos en silencio: la concentración de la Diputación y las Juntas alavesas ante el monolito a Fernando Buesa -aunque sin la izquierda abertzale, pues los representantes de Bildu pertenecían a EA y Alternatiba- y la más fotografiada, la ofrenda ante la escultura que recuerda a «las víctimas del terrorismo y la violencia» frente a las Juntas guipuzcoanas.
Este homenaje, convocado por los socialistas, contó con el diputado general, que reivindicó a «todas las víctimas de este conflicto», incluidos los «miles y miles de ciudadanos que han sufrido la violencia de los estados». Sólo Bildu se abstuvo de depositar rosas blancas ante el monolito de las víctimas.
Un único acto, la declaración solemne del lehendakari en Ajuria Enea,salvó de alguna manera la seriedad que debería tener una jornada nacida para la historia. Patxi López escenificó un intento de desactivar el relato sobre las víctimas que pretende construir la izquierda abertzale y enumeró qué colectivos merecen que las instituciones mantengan viva su memoria en el camino hacia la convivencia. Incluyó a las víctimas del terrorismo y, «sin equiparaciones de ningún tipo», «a todas las personas que sufrieron violación de derechos humanos por parte de algunos funcionarios del Estado».
El lehendakari quiso dejar claro que ensanchar los homenajes a este colectivo no significa asumir las tesis de la «confrontación armada». «El que muere queriendo matar no es una víctima, es un asesino frustrado», proclamó.
Este punto fue su aportación, a medio camino entre las aspiraciones de la izquierda abertzale y el rechazo frontal de PP y UPyD a no a reconocer a estas víctimas, pero sí a incluirlas en los mismos actos públicos que a las del terrorismo. De ahí el simbólico gesto de la presidenta del Parlamento, la popular Arantza Quiroga, quien de forma unilateral colocó una significativa banda con el lema Por las víctimas del terrorismo junto a la corona de flores que la Cámara dedicó a los asesinados. El gesto provocó una ofrenda paralela por parte de los parlamentarios nacionalistas, sin lema alguno.
El PNV también quiso dejar huella. Con el apoyo de Bildu y sin la presencia del PP y del PSE -pero sí de un representante del Gobierno-, el diputado general de Vizcaya leyó el texto consensuado con los socialistas y Aralar. Decía que el reconocimiento del daño a las víctimas policiales «es un paso necesario para el reforzamiento moral del sistema democrático» y «no puede suponer, en modo alguno, equiparación de las violencias que causaron el daño ni diluye responsabilidades ni admite justificaciones inaceptables».
Lo de estos personajes, es vomitivo, y lo del lehendakari de palo, es ya la repera.
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