- TCHANG
- 05-11-2011 | Sergio Larraín |La gaceta
Un corto recrea cómo la Guardia Civil salvó la vida en 2004 a dos etarras en Sierra Nevada. Pablo Montoya Galar y Ander Arrillaga Montejo sufrieron un accidente cerca del pico Mulhacén y siete agentes del Servicio de Montaña de la Guardia Civil les salvaron la vida.
Son las 13:30 horas del 28 de noviembre de 2004. Dos montañeros vascos acaban de sufrir un accidente durante la escalada a la cara norte del pico Mulhacén en Sierra Nevada (Granada). En su ayuda acuden siete agentes del Servicio de Montaña de la Guardia Civil (Sereim). El temporal hace imposible la evacuación por helicóptero de los heridos. Es entonces cuando los agentes deciden pasar la noche con ellos en un refugio donde curan sus heridas, les facilitan comida y les dan calor con sus cuerpos. En definitiva: salvan sus vidas. En ese momento, desconocen que los dos heridos tienen causas abiertas por presunta colaboración con la banda criminal ETA. Siete años después, un cortometraje recrea la historia maquillada de aquellos terroristas de montaña, presentados hoy como arrepentidos.
"Que la realidad no te estropeé un buen titular”, es la máxima que suele presidir las redacciones de los rotativos más sensacionalistas. Y lo mismo se podría decir respecto de algunas películas, reportajes o informativos de televisión que, bajo el atractivo reclamo de “inspirado en hechos reales”, maquillan una historia hasta el extremo de cambiar la realidad de lo sucedido o, directamente, contar algo que nada tiene que ver con lo que pasó en la vida real. Así ha sucedido con el cortometraje español Tchang (28 minutos, año 2010) dirigido por Gonzalo Visedo y Daniel Srömbeck que intenta relatar lo acontecido en un refugio de nombre “cueva secreta”, allá en el invierno de 2004, en las montañas de hielo de Sierra Nevada.
El último fin de semana del mes de noviembre de 2004, Pablo Montoya Galar, nacido el 28 de marzo de 1978 en Pamplona y Ander Arrillaga Montejo, natural de Portugalete (Vizcaya), practicaban la escalada en nieve en uno de los lugares más grandiosos del Parque Natural de Sierra Nevada: las Chorreras de la Mosca (sobre la laguna del mismo nombre) justo en la cara norte del pico Mulhacén.
La cueva secreta
De repente, un accidente inesperado tuerce el rumbo de la cordada y Montoya Galar se precipita por una placa de hielo de más de 200 metros de longitud. Su compañero, Arrillaga Montejo, también sufre las consecuencias del infortunio pero logra comunicarse con la centralita del 061 de la Guardia Civil. Informa del percance y del estado de salud de su compañero: se ha fracturado varios huesos. A partir de ese momento se organiza la operación de rescate: siete agentes del Sereim (Servicio de Rescate e Intervención en Montaña de la Guardia Civil) se pertrechan con todo su equipo y salen en su búsqueda. Llegar hasta el lugar donde se encuentran los heridos es toda una odisea; la zona es muy escarpada y está repleta de tajos y pistas de hielo. Aún así, la Guardia Civil toma contacto físico con los dos montañeros vascos y comprueba su estado de salud: Pablo Montoya (el más afectado) presenta fractura de clavícula y graves heridas en rodillas, manos y cabeza. Sin embargo, Arrillaga tiene buen aspecto: solo presenta magulladuras consecuencia de la caída.
Se intenta en primer lugar la evacuación aérea de los heridos. Es imposible. Un helicóptero del servicio de emergencias del 061 lo intenta, pero el temporal de viento y nieve lo hace inviable. Es entonces cuando se opta por el plan B: pasar la noche en un refugio y esperar que el nuevo día haga realizable el traslado de los accidentados.
A continuación, los guardias civiles inmovilizan a Pablo Montoya y ponen rumbo hacia un refugio de pastores conocido como “la cueva secreta”, un paraje natural habilitado con corrales para el ganado y situado a 1750 metros de altitud. Cuando llegan a la cueva son más de las 9 de la noche y la oscuridad es absoluta. La temperatura ha descendido a los 10 grados bajo cero. El peligro de congelación es inminente. Lo único que se puede hacer es esperar a la mañana, combatir el frío y atender a los heridos. Es lo que hicieron: dar calor con sus cuerpos a los montañeros fracturados, facilitarles comida y charlar de lo divino y de lo humano. Durmieron muy poco.
Perdones y milongas
Al despertar el día el helicóptero apareció antes de las nueve de la mañana, trasladando a los dos heridos hasta un Hospital en Granada. Allí se confirmaron las lesiones y los síntomas de congelación. Los guardias civiles rellenaron los partes y consignaron los nombres y datos personales de los rescatados. Es entonces cuando, revisando el Registro de la Benemérita, se dan cuenta del tipo de sujetos a los que han salvado la vida: Pablo Montoya está acusado de pertenencia a ETA al formar parte de grupos dedicados a la kale borroka desde el año 1994, Ander Arrillaga también estaba acusado de pertenencia a los grupos “Y” dedicados al terrorismo callejero. En sus detenciones, ambos habían denunciado todo tipo de torturas por parte de la Guardia Civil y la Policía.
Hasta aquí la verdad de lo sucedido. Y ahora viene la versión edulcorada del corto buenista español. Esta es la sinopsis del cortometraje Tchang: “En la cresta de una montaña… en el interior de una cueva… entre la vida y la muerte… Dos montañeros vascos pertenecientes a ETA sufren un accidente en una cumbre del sur de España. Son rescatados por una pareja del servicio de rescate de la Guardia Civil, el cuerpo policial que también lleva el peso de la lucha contra el grupo terrorista vasco. Aislados por la ventisca, los cuatro hombres deben buscar refugio en una pequeña cueva en donde pasarán la noche. Durante esas horas, todos ellos dejan sus ideales al margen para sobrevivir. La vida de uno de los etarras cambiará para siempre”.
La realidad es que el 31 de mayo de 2007 la Audiencia Nacional condenó a siete años de prisión a Juan Pablo Montoya Galar por intervenir en, al menos, 22 acciones de terrorismo callejero entre 1994 y 1997. Mientras que Ander Arrillaga, quien había sido condenado por la Audiencia Nacional a 22 años de prisión por herir de gravedad a dos ertzainas cuando los atacó con cócteles molotov, fue absuelto por el Supremo en 2006, al estimar que no había suficientes pruebas contra él.
Cuentan los guardias civiles que participaron en el rescate, que al ser evacuados los montañeros etarras lo único que recibieron de ellos fue el agradecimiento manifestado de forma efusiva: “¡Gracias, gracias por todo, sois unos tíos cojonudos!”. Pero de arrepentimientos, perdón u otras milongas políticamente correctas: nada de nada.
Eso, sois unos tíos cojonudos, pero cuando os déis la vuelta os picamos....,.
ResponderEliminarA estos malnacidos, les gusta mucho el deporte de montaña, el ciclismo etc., y lo aprovechan para buscar información para sus ekintzas (acciones), asi que ojito al dato.