lunes, 20 de junio de 2011

un ejército de 400 policías bajo el mando de una "batasuna"



El Mundo
Los «abertzales» controlarán la Guardia Municipal, una de las joyas de la alcaldía de San Sebastián. Tendrán acceso a las bases de datos, las cámaras de tráfico, el padrón municipal... Una militante de LAB, el sindicato «batasuno», será la jefa política del cuerpo
Zapatero embusteroEn los años de plomo de ETA, la Guardia Civil dividía a los municipales de San Sebastián en dos bandos. Unos, los nacionales, les ayudaban a cazar pistoleros; los otros, los hijoputas, se desvivían por impedírselo. «Ese cuerpo es una jaula de grillos de toda la vida», explica un veterano de la lucha antiterrorista en la capital guipuzcoana. «Allí siempre ha habido una especie de guerra civil entre los batasunos y el resto».

Hasta las elecciones del 22-M, el campo de batalla sonreía al bando nacional. El punto de inflexión fue la detención del topo Arkaitz Lavega Tarrega el 13 de septiembre de 2002. El modosito guardia, que comenzó su carrera vigilando a los bañistas de La Concha, confesó su hobby a los agentes del cuartel de Intxaurrondo: pasar información sobre sus compañeros a los etarras.

Ese fue el detonante de una limpia que ha restablecido el orden en la vilipendiada Guardia donostiarra. Y que ahora, tras el aterrizaje de Bildu en el ayuntamiento, tiene inquietos a los nacionales. Temen que sus nuevos jefes sean los mismos a los que llevan combatiendo tanto tiempo. «Los hijoputas estarán creciditos», denuncia el agente antiterrorista. «Si ya daban problemas, imagínate lo que harán si empiezan a ayudarles desde arriba...».

Hay miedo. Y el ejemplo de otros municipios controlados por Bildu no ayuda a disiparlo. En Lasarte han retirado el escáner y el arco de seguridad. En Andoain han prohibido la entrada de guardaespaldas a «sus» ayuntamientos. Y mientras los escoltas denunciaban que así no pueden proteger a los concejales, el nuevo alcalde donostiarra, Juan Carlos Izaguirre, confirmó este viernes que estudia tomar medidas similares. Sus palabras provocaron la censura inmediata del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba: «Los gobiernos estamos sometidos a las leyes y, si no se cumplen, los jueces se ocupan de que las cumplamos».

A un agente guipuzcoano le bastan dos palabras para definir la situación de los policías de San Sebastián: «Calma tensa». Todo es incertidumbre a la espera de que Izaguirre explique sus proyectos para la Guardia. En su primera semana en el poder, sólo han tomado una decisión: el nombramiento de Miren Nekane Burutaran como responsable del cuerpo, al frente de la concejalía de Protección Civil. Y su perfil político no ha servido para calmar a los más pesimistas.

La nueva jefa de la policía milita en LAB, el principal sindicato batasuno. Además, figuró como «independiente» en el número tres de la lista de Bildu. Es decir, el eufemismo que usó la izquierda abertzale para que sus candidatos superasen el filtro del Constitucional. «Vamos, que es uno de los suyos», se lamenta un miembro de la oposición, que se habría quedado «más tranquilo» si este cargo «tan sensible» hubiera recaído en EA o Alternatiba, los otros socios de la coalición Bildu.

Desde el viernes, los deseos de esta administrativa de 57 años son órdenes para los cerca de 400 agentes de la Guardia Municipal. Ningún militante de la izquierda abertzale ha gozado de tanta mano en un cuerpo policial de tal calibre. «Nos tememos que, a partir de ahora, los municipales pasen a ser ciegos y sordos», denuncia un alto cargo del PP del País Vasco.

[Pese las insistentes llamadas de Crónica, Bildu no quiso detallar sus planes policiales. «Nuestro programa se irá conociendo en las próximas semanas», aseguró un portavoz de la coalición].

uno de los nuestros

Es cierto que, como apuntan los más optimistas, la Guardia apenas posee competencias de seguridad (esa tarea recae principalmente en la Ertzaintza). Otros, sin embargo, recuerdan que sus agentes se encargan de vigilar los edificios oficiales y proteger a los miembros de la corporación. Y que, además, su labor les permite acceder a material que puede resultar peligrosísimo si cae en las manos equivocadas.

«Sabemos que el mundo proetarra usa las instituciones para financiarse y para obtener datos personales... Nuestra desconfianza está basada en datos empíricos», denuncia Ignacio López, secretario general de la Confederación Española de la Policía (CEP).

Los expertos en terrorismo recalcan que un topo bien colocado puede resultar utilísimo en todas las fases de un atentado. Su puesto, por ejemplo, le permitiría ubicar a su objetivo a través de las bases de datos municipales. Luego, podría realizar el seguimiento de su rutina a través de las cámaras de tráfico. Más adelante, tendría a su alcance el armamento del arsenal municipal. Y, finalmente, estaría capacitado para facilitar la huida de los pistoleros manipulando los semáforos. «La policía municipal es la gran desconocida... ¡Tiene más poder del que imaginamos!», se escandaliza un experto en terrorismo.

Ante estas alarmas, algunos replican que la guardia donostiarra ya no es la «casa de locos» de los 90. Entonces, el 30% de los agentes estaban controlados por la Guardia Civil por sus conexiones con la izquierda abertzale: asistencia a manifestaciones, firmas a favor de los presos... «Pero las cosas han cambiado», asegura un representante sindical. «Existen leyes policiales que no pueden saltarse así como así. Además, el acceso a esos materiales lo han tenido siempre. Eso no va a cambiar porque ahora tengan el mando político».

Las últimas elecciones sindicales demuestran el declive de los batasunos. Los representantes de LAB -el sindicato de la nueva jefa- sólo obtuvieron 40 votos. Es decir, un tercio de los que cosecharon ELA, cercano al PNV (114 sufragios) y Erne, sin vínculos políticos (111). «Ya no existen las tiranteces de antaño: sabemos que cuando hay hostias, nos caen a todos», insiste el representante sindical.

Pese a la pronunciada caída de LAB, la policía donostiarra todavía no ha logrado desprenderse de su sambenito batasuno. Incluso sus colegas de otros municipios vascos se ponen en guardia cuando les toca colaborar con ellos. «A los de Donosti les cogemos con pinzas, aunque sabemos que no todos son iguales», admite un responsable sindical de otro cuerpo policial.

Estos recelos se han disparado tras la victoria de Bildu el 22-M. El consistorio donostiarra está en manos de Juan Carlos Izaguirre, un médico sin apenas experiencia política. Tras el nombramiento de Miren Nekane Burutaran, le tocará tomar otra decisión de enorme calado: si desbanca de su puesto al sempiterno Mikel Gotzon Santamaría, comisario jefe de la Guardia Urbana desde los años 80.

«tengo algo gordo...»

Nombrado por los nacionalistas, el dúctil Santamaría supo ahormarse a las exigencias del socialismo vasquista de Odón Elorza. Este le devolvió la confianza manteniéndole en el cargo durante sus dos décadas como alcalde. Los fans del comisario le atribuyen la limpia de batasunos de los últimos años. Otros prefieren recordar su tolerancia con los símbolos etarras en las calles y su papel en los años de la leyenda negra de la Guardia. «Como poco, es un personaje peligrosillo», insiste un miembro de la oposición.

El símbolo de aquella época oscura -los años 80 y, sobre todo, los 90- fue el informe Navajas. Aquel texto denunció una trama mafioso-policial que nunca se aclaró del todo. La víctima más notoria del escándalo fue Gregorio Ordóñez, presidente del PP de Guipúzcoa, asesinado cuando hurgaba en la presunta actividad de topos etarras en la Guardia Urbana. «Tengo algo gordo...», le confesó a una periodista el 22 de enero de 1995. Al día siguiente, lo acribillaron a tiros en el restaurante La Cepa de San Sebastián, ante la espeluznada mirada de su secretaria María San Gil.

Aquello no fue un caso aislado. Desde 1977, los cuerpos antiterroristas han detenido una quincena de chivatos etarras en las policías locales vascas. Algunos, como Rosario Pikabea Ugalde o Alfonso Castro Sarriegi, no sólo pasaron información: también perpetraron atentados. Pero el mayor escándalo lo provocó el arresto de Arkaitz Lavega, el tímido guardia municipal cuya caída en 2002 provocó un cataclismo en el cuerpo.

El topo ingresó en la Policía como guardia de verano. Tras vigilar a los bañistas de La Concha, dio el salto al área de Tráfico. Y allí se dedicó a recopilar datos confidenciales que trasladó a la cúpula de ETA en siete citas en Francia. En concreto, entregó el listado completo de guardias a los etarras, que le ordenaron que recopilara información completa sobre diez de ellos.

Su caída impidió que pasara más datos comprometidos a los pistoleros. Pero no evitó una de las escenas más surrealistas de la historia de la Guardia Municipal. Mientras Lavega confesaba al juez su colaboración con ETA, 10 de sus compañeros se manifestaban ante la comisaría de la calle Easo exigiendo su liberación. El cisma en el cuerpo nunca fue tan palpable como entonces.

Sin embargo, los agentes donostiarras están acostumbrados a estas situaciones delirantes. Como, por ejemplo, que topos se reincorporen al Ayuntamiento tras salir de prisión. Es lo que ocurrió en 2001, cuando Francisco Javier Añorga cumplió seis años de condena por pasar información a la banda. De inmediato, le buscaron un hueco, aunque no en la Guardia: hoy sigue encuadrado en la división de bomberos. «Suelen ponerles en tareas poco sensibles desde el punto de vista de la seguridad», dice un experto en terrorismo. «Se evita que accedan a información confidencial. Y, claro está, van sin pistola».

¿Cambiará esta política con el acceso de Bildu a las instituciones? Esa es la gran incógnita ahora que los nacionales afrontan tiempos de zozobra. «Con ETA en tregua, muchos se encogen de hombros ante estos cambios...», denuncia un destacado dirigente popular. «¿Pero qué ocurre si cambian las tornas? Espero que no tengamos que arrepentirnos de tanta frivolidad».

Una jefa sin pasado

Durante 38 años, Nekane Burutaran trabajó de administrativa en una empresa de maquinaria de refrigeración. El cierre de la compañía la dejó en la calle a los 57 años, cuando encontrar otro trabajo parecía utópico. Sin embargo, el triunfo de Bildu en las elecciones donostiarras le cambió la vida. Como «número tres» de la lista, tenía garantizado un cargo jugoso. Sin embargo, pocos esperaban que le cayera un encargo tan complejo como la gestión de la Guardia Municipal. «Es una desconocida», coinciden tanto los concejales de la oposición como los representantes sindicales. Tienen razón: para evitar la «contaminación» de sus listas, la izquierda «abertzale» tuvo que recurrir a candidatos sin historial y, por tanto, sin experiencia. Eso sí, en el currículum de Burutaran figura su militancia en el sindicato LAB: toda una garantía de la «ortodoxia» de la nueva jefa de los municipales

Los 90 «topos» de Gregorio

«Tengo algo gordo...». El día antes de su asesinato, Gregorio Ordóñez lanzó esta confesión a la periodista Carmen Gurruchaga. El dirigente «popular» llevaba tiempo investigando la presencia de «topos» etarras en la Guardia Municipal. Incluso manejaba una lista de sospechosos -unos 90- de pasar información. Lo que no sabía era que, en esos momentos, el «comando Donosti» daba los últimos toques al plan para asesinarlo al día siguiente. Aquel 23 de enero de 1995 fue el epílogo de la época más oscura de la Guardia donostiarra. Día tras día, se sucedían las acusaciones de espionaje, corrupción y tolerancia con el narcotráfico. Incluso se redactó un polémica diligencia, el «informe Navajas», que detalló estos turbios tejemanejes. Pero la trama nunca se aclaró y la Guardia emprendió una larga lucha para pulir su imagen. Ahora que estaban limpios, llega Bildu para mandarles.

1 comentario:

  1. Ya vamos bien, ya. Ahora suponemos que alguno volverá a las andadas, máxime si se lo ordena la jefa, por aquello de volver al redil.

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