JOAQUÍN MANSO / Madrid
20/06/2011/El Mundo
La manifestación de Madrid fue, en realidad, múltiple: seis marchas partieron de distintos puntos de la capital y, en algún caso, de allende los límites del término municipal -como las de Leganés o Getafe, que hicieron un recorrido de unos 15 kilómetros- para acabar confluyendo todas en la plaza de Cánovas del Castillo -alrededor de la fuente del dios Neptuno y a los pies del Hotel Palace-, que es lo más cerca que les dejaron acercarse al Congreso de los Diputados, divisable desde ese punto pero a unos 100 metros de distancia.
Los organizadores, de la Asamblea de Trabajadores de Barrios y Pueblos de Madrid -en la izquierda política más ortodoxa-, insistieron en referirse a las marchas con el término bélico columna, de fuerte carga ideológica. Esa misma retórica dominó el manifiesto final, que se leyó desde un modesto escenario en la zona de carga de una camioneta: se habló de la «rapiña del sistema capitalista», se lanzaron vivas a «la lucha de la clase obrera» y se terminó con un expresivo «¡salud y revolución!».
Y, sobre todo, se propuso la convocatoria, al margen de los sindicatos tradicionales, de una huelga general «que pare a todo el país» para protestar contra «los recortes salariales, el abaratamiento de los despidos y la rebaja de las pensiones y de los derechos de la negociación colectiva».
El portavoz Luis Gimeno, que fue quien leyó el manifiesto, se mostró «muy contento» por el «éxito» de las marchas, después de que él mismo y muchos compañeros pagasen de su propio bolsillo la organización, y consideró probable que el Movimiento 15-M recoja el guante y apoye la huelga: «Los que yo conozco son anticapitalistas, obreros y de izquierdas, así que lo harán».
El más transversal de los pilares del Movimiento, Democracia Real Ya, está por la labor. Su portavoz en Madrid Jon Aguirre dejó claro a este diario que su predisposición es positiva, siempre que no participen los sindicatos tradicionales. También celebró el «éxito rotundo» de las concentraciones: «Los partidos que obtienen el 30% de los votos y se arrogan la representatividad de todo el pueblo se deberían empezar a plantear si verdaderamente es así».
«Los que querían criminalizar este Movimiento se han retratado, porque era evidente que las marchas iban a ser pacíficas», destacó, y adelantó su respaldo a otra iniciativa que recogían ayer varias pancartas y que surgió de las comisiones de la acampada de Sol: plantear un «referéndum popular» para el próximo 15 de octubre. Por supuesto, se organizará con sus propias formalidades.
El grueso de los manifestantes, no obstante, no estaba ayer en la película de la huelga general ni en la del referéndum. Estaba en la de la reivindicación festiva de una regeneración democrática, así en abstracto y sin mayores concreciones, aunque junto a los lemas tradicionales del Movimiento -el que no nos representan o el lo llaman democracia y no lo es- abundaron otros de la izquierda antisistema -hizo fortuna el se va a acabar la paz social-.
Muchos lo vivieron como la mejor forma de pasar una soleada jornada de domingo: al término de la manifestación, el bulevar del Prado fue tomado por decenas de personas -familias completas, en muchos casos- que aprovecharon los espacios verdes para sacar un mantel y un transistor y almorzar allí con un tupper de tortilla y filete empanado.
Los antidisturbios que protegían el Congreso ni siquiera recibieron esta vez las provocaciones o insultos de los más exaltados y ha desaparecido ya el halo de excepcionalidad que hasta ahora había presidido las actuaciones de los que se llaman a sí mismos indignados. Fue, en definitiva, una manifestación normal y corriente, con un éxito muy razonable teniendo en cuenta que no la convocaban los aparatos de poder tradicionales, pero con la intensidad emocional diferente que nace de la implicación apasionada de sus protagonistas y de su fe en que lo que hacen es una revolución. OORBYT.es >Videoanálisis de Joaquín Manso
¿Una gran manifestación?
>Las cifras de otras manifestaciones, desde que se utiliza ese sistema, son las siguientes:
>Defensa del 'Estatut' (Barcelona, 10 de julio de 2010) 62.000
>Contra el aborto (Madrid, 17 de octubre de 2009) 55.316
>Orgullo Gay (Madrid, 3 de julio de 2010) 51.500
>Por la legalización de Sortu (Bilbao, 17 de febrero de 2011) 40.960
>Sindicatos contra la crisis (Madrid, 12 de diciembre de 2009) 32.921
>Víctimas del Terrorismo (Madrid, 9 de abril de 2011) 18.314
>Huelga general (Madrid, 29 de septiembre de 2010) 17.228
GERMÁN GONZÁLEZ / Barcelona
20/06/2011
Multitudinaria protesta pacífica en Barcelona
Para evitar incidentes, miembros de la organización se desplegaron ayer por toda la manifestación luciendo chalecos antirreflectantes para evitar cualquier tipo de conflicto durante el transcurso de la protesta. Tenían la consigna de sentarse ante cualquier persona con la cara tapada y animaron a a la gente a llevar cámaras para filmarlos. Sólo tuvieron que intervenir una vez, al final del recorrido, cuando un grupo de personas increpó a tres agentes de paisano de los Mossos.
La protesta contó con la presencia de sanitarios y docentes, dos de los colectivos más afectados por los recortes. Se gritó contra los políticos y banqueros por la crisis y se animó a la gente a hacer una huelga general. También hubo gritos pidiendo la dimisión del consejero de Interior, Felip Puig, por la carga de los Mossos del pasado miércoles.
También en Bilbao, Vitoria y San Sebastián hubo manifestaciones, al igual que en Andalucía. En Pamplona, los 'indignados' se movilizaron con silbatos y consignas como «que no, que no nos representan» similar a los escuchados en Gijón. En Salamanca, un millar de personas se concentraron en la plaza Mayor
RUBÉN AMÓN
20/06/2011
«Poco pan y mucho chorizo»
Se refería acertadamente al ambiente conciliador del 19-J y a la marea humana que iba y venía en el rompeolas de Neptuno. No se recuerda tanta gente desde los tiempos del doblete colchonero -liga y copa en 1996-, aunque ayer había más policía que entonces. Sobre todo para custodiar con robocops de tergal azul la fortaleza del Congreso.
Hubiera decepcionado la mani a las Casandras que localizan en este movimiento el embrión o el germen de uno totalitario, fascista, estalinista. También hubiera sorprendido a un espectador neutral la indulgencia y la condescendencia hacia Zapatero.
Se diría que la negligencia del presidente del Gobierno y los correspondientes cinco millones de parados no tienen que ver con la crisis. De hecho, proliferaban en los coros y los eslóganes las condenas al sistema, a los banqueros y hasta los bancarios, pero resultaba muy difícil encontrar alusiones despectivas a Zapatero y su cuadrilla.
«El problema no es éste o aquel presidente, sino la casta de los políticos, los privilegios del sector financiero, la precariedad democrática», nos explicaba en el pelotón de cola un activista de Arganzuela. «La crisis política va más allá de una mala o buena gestión».
Fue la de ayer una manifestación ordenada y heterogénea. Heterogénea, porque tanto desfilaban familias al completo como los jubilados, los turistas y los militantes. Incluidos los que agitaban la bandera republicana y los que se acercaron con el estandarte de la Unión Soviética para asombro e incertidumbre de los clientes del Hotel Palace.
No puede decirse que fueran representativos (hablamos de los militantes, no de los clientes del Palace). Ni tampoco puede lamentarse en plan patriótico la ausencia de la roja y gualda. Aquí no se venía a reivindicar lo que hay, sino a lamentar lo que no hay. Y como no hay trabajo, muchos de los eslóganes se concentraban en la precariedad laboral y en la flexibilidad.
«Flexibilidad quiere decir que, en lugar de trabajar ocho horas, trabajes 14 por el mismo dinero», jaleaba con un megáfono preconciliar un superviviente de la CNT. «Tomemos las calles para que no nos callen», añadía, bastante orgulloso del juego de palabras.
Estaba claro que la gran mayoría transitaba sin otra consigna que la indignación y que las minorías de más fervor ideológico estaban mejor constituidas en su dramaturgia, estética y reivindicaciones. Muchas de ellas hubieran inquietado el alzacuellos de Emilio Botín, objetivo recurrente de los manifestantes bajo una pancarta unánime: «Poco pan y mucho chorizo».
Y mucho calor. Tanto calor que ayer nos acordamos de la campaña que hizo Carmen Thyssen a favor de la arboleda del Paseo del Prado. Los manifestantes se disputaban las sombras y se rifaban las parcelas de césped para rematar la jornada con un picnic asambleario.
Se bebía mucho. Mucha agua. Olía a marihuana en los conciliábulos y se imponía la trágica moda de las bermudas urbanas masculinas. No es fácil establecer un patrón sociológico de una manifestación tan variada y heterodoxa, pero mi impresión es que no debieron de adherirse los parroquianos de los Jerónimos ni del Cristo de Medinaceli después de la misa de 12.
Más aún escasearon los costaleros de la cofradía de la ceja. Quizá se arrepientan. Su presidente, que también es el nuestro, se le fue vivo al tridente de Neptuno
TESTIGO DIRECTO
ESTHER ALVARADO / Leganés (Madrid)
20/06/2011
Kilómetros de indignación
La idea de la convocatoria era llevar la pancarta de la columna sur-oeste desde Leganés hasta el corazón de Madrid tras caminar 15 kilómetros a pleno sol.
A las 9.00 de la mañana era la cita en la estación de Cercanías y allí se personaron varios miles de personas llegadas de localidades cercanas y lejanas, como Rafa y Susana, dos madrileños exiliados en Illescas (Toledo), que cada día vuelven a su comunidad autónoma para trabajar. «Somos dos privilegiados», comentan. Ella atiende un servicio al cliente en una empresa y él es chapista en Getafe, pero ayer se manifestaron porque les estafó la cooperativa de la vivienda que habían comprado y lo ven todo tan negro «que de momento descartamos tener hijos».
Las manifestaciones urbanas siempre generan todo tipo de imágenes difíciles de olvidar, como aquella de un señor recién levantado, desnudo, viéndonos pasar desde su balcón. O los jóvenes de empalmada que nos contemplaban botellín de cerveza en mano, a las 9.30 horas, desde la puerta de un bar.
Cervezas no, pero agua sí que había a disposición de los indignados del sur-oeste en varios dispositivos. El tradicional: una furgoneta, y el más ecológico: una bici con carrito que venía desde Fuenlabrada. «Soy el agüero (sic)», se anunciaba a voces el ciclista, que repartía vasitos de plástico «para rebajar el whisky de anoche...».
Proclamas y gritos
Para lemas ingeniosos, los del grupo de feministas que sujetaba una pancarta a pocos metros por detrás de la cabecera. «Estamos hasta el culo de tanto macho chulo», «menos rosarios y más bolas chinas», «la revolución con vibrador» y «la talla 38 me aprieta el ...», eran las consignas que hacían sonreír a quienes las rodeaban.
A la sombra de los árboles de la Avenida de la Peseta se produjo el primer descanso. La columna sur-oeste cumplía previsiones y pudo permitirse el lujo de echarse al suelo y esperar a los de la comisión de microclima; unos jóvenes equipados con garrafas llenas de agua con la que rociaron a la gente.
El primer encuentro se produjo en la plaza de Oporto a las 11.30 horas. Eran «Latina indignada» y «Aluche lucha», según rezaban sus pancartas, y su pasillo de honor emocionó a muchos de los que llegaban desde Leganés. Media hora más tarde, la marcha entraba en Marqués de Vadillo y allí recogía al movimiento asambleario de Batán. Al otro lado de la obra faraónica de Alberto Ruiz-Gallardón, Madrid Río, esperaban los de Arganzuela y su divertido lema: «En Arganzuela, banqueros a la cazuela».
Daba impresión contemplar desde la Puerta de Toledo, cuando ya había pasado la cabecera, que el final de la columna seguía aún sin haber cruzado el río. A las 12.15 horas, otra ovación anunciaba que se unían Moncloa y todos los indignados desde el Templo de Debod. Desde ese momento, ya todo eran pies ligeros cuesta abajo por las rondas con la meta visualizada.
Por el Paseo del Prado, buscando la sombra de los árboles estaban unos sirios pidiendo la dimisión del embajador y más de un listo haciendo su agosto con un tenderete de banderas republicanas a siete euros.
Llegando a Neptuno, mientras las dos grandes columnas del norte y del sur se preparaban para encontrarse en un abrazo felizmente indignado, un señor de cierta edad tarareaba La internacional. A su lado, un amigo, se preguntaba en voz alta: «Nos dejarán entrar en el Congreso, ¿no? ¿No dicen que es la casa de todos?». Pues eso.
Objeción a la #spanishrevolution
El objetivo de las marchas, protestar contra el pacto del euro, fue casi lo de menos. Una mujer de 70 años entrevistada por la cadena Ser en la Plaza de Neptuno dijo que estaba allí porque su nieto, de 21 años, «no podrá cobrar la jubilación», como ella. Lo relevante era arremeter contra «el sistema», contra el capitalismo. De hecho, una de las consignas más coreadas: «El pueblo unido jamás será vencido», nos retrotrae a algunos a nuestra época universitaria.
Entiendo el cabreo, la indignación, de muchos jóvenes y no tan jóvenes con una situación económica que condena al paro a 4,6 millones de personas. Comparto el enfado por la forma en que algunos políticos entienden su trabajo. Y no me refiero sólo a la corrupción, sino a una visión tan partidista de la política que, a veces, va contra el bien común e incluso contra el sentido común (un ejemplo de ello es lo ocurrido con la renovación del Tribunal Constitucional).
El sábado leí en El País la historia de Alberto Araico, un estudiante de 21 años de Ciencias Ambientales que ha sido el diseñador de una bóveda de palés de madera que es el edificio más representativo de la acampada de Sol. Será porque siempre he sido un torpe en trabajos manuales pero me parece que alguien capaz de hacer eso, es un genio.
Seguro que entre los miles de jóvenes que han pasado por esa plaza o por otras hay ingenieros, médicos, arquitectos, albañiles o metalúrgicos buenísimos. Gente que podría estar trabajando y que está en paro o que está estudiando y no ve posibilidades de encontrar un empleo en el futuro.
Tenemos una responsabilidad respecto a esa situación. Y los políticos también. No nos podemos permitir el lujo de perder a toda una generación que es, probablemente, la mejor preparada de nuestra historia.
Lo que no entiendo es el baboseo de algunos opinadores y políticos con ese movimiento. No todo lo que hacen está bien. Ni tampoco creo que sea honesto agitar o aplaudir determinadas acciones que no llevan a nada, más que a la frustración.
No pretendo caerles bien y tampoco convencerles de que lo que yo pienso es lo que hay que hacer. Simplemente, les pido que escuchen, como ellos reclaman para sí.
Este país vive una de las mayores crisis económicas de su historia. Y no hay fórmulas mágicas, ni cómodas para salir de ella. Podemos decir que los culpables son los mercados, ¿y qué? España no tendría el problema que tiene con el encarecimiento de la deuda si no necesitara pedir créditos a los mercados (o sea, a la banca). La deuda, pública y privada, supone ya casi dos veces nuestro producto interior bruto.
O sea, que no nos podemos permitir el lujo de pasar de los mercados. Por mucho que se les insulte, el Estado, las empresas y las familias, necesitan esa financiación. Es decir, nos guste o no, hay que destinar una parte de los impuestos a pagar la deuda.
Eso no es de izquierdas ni de derechas. Es un hecho incuestionable. La alternativa es declarar la suspensión de pagos y llevar a España directamente a la ruina.
El movimiento #15M es político. Sus propuestas son esencialmente de izquierdas. De ahí que Cayo Lara diga que coinciden en un 90% con el programa de IU.
Eso no es ni bueno ni malo, pero es así. Negar que el #15M es un movimiento político de izquierda es negar la evidencia.
He leído sus propuestas. Resumo algunas de sus reivindicaciones: reducción de jornada hasta acabar con el desempleo estructural; restablecimiento del subsidio de 426 euros a los parados de larga duración; expropiación de viviendas construidas en stock; contratación de personal sanitario hasta acabar con las listas de espera; restablecimiento de los trenes a los que está sustituyendo el AVE; aplicación efectiva de la ley de Dependencia, etcétera. Todas ellas suponen un aumento del gasto público inasumible en un momento en el que lo que hay que hacer es justo lo contrario: reducir el déficit y la deuda.
Recuperar el impuesto sobre el patrimonio, crear un impuesto para grandes fortunas o la tasa Tobin (inaplicable sin consenso internacional) no compensaría ni una mínima parte, por el lado de los ingresos, el aumento del gasto que se reclama.
Todo se puede discutir. No es que sean propuestas alocadas. Sencillamente, es que van, en mi opinión, en sentido contrario de lo que hay que hacer ahora. Pero, en todo caso, hay una opción política, IU, que las recoge casi todas y que ha logrado 1,4 millones de votos en las municipales.
No admito que se diga categóricamente que el Congreso, los diputados, no representan al pueblo, porque no es verdad. Más de 20 millones de personas están allí representadas.
Lo que más me preocupa es que se justifique, desde el #15M, y que se aliente por algunos políticos y medios, la vulneración de la legalidad bajo la excusa de que «algunas leyes no son justas».
Impedir los desahucios, como se ha hecho la semana pasada, con la connivencia pasada por agua de Cayo Lara, es una insensatez. Se puede estar en contra de que una familia se quede en la calle por no poder pagar una hipoteca, pero entonces habrá que modificar la ley. Imagínense el efecto que va a tener sobre el mercado del alquiler la generalización de esa práctica.
Si admitimos el incumplimiento de la ley, ¿dónde ponemos la barrera? ¿Cuáles de las cosas que se consideran injustas servirán de coartada para justificar que se incumpla la ley? Una democracia, la democracia real, es el imperio de la ley, a la que todos deben estar sometidos.
En la alegalidad que propugna con sus acciones el #15M es precisamente donde se mueven como pez en el agua los movimientos antisistema más radicales. El ejemplo más claro lo tenemos en los sucesos de Barcelona, donde los manifestantes agredieron a los diputados e impidieron su acceso al Parlament.
No hay medias tintas. O se está en el sistema, en la democracia, aunque sea para cambiarla; o se está fuera del sistema.
Esto no quieren entenderlo algunos miembros de la #spanishrevolution, ni tampoco ciertos políticos que lo que buscan es sacarle rédito de ese movimiento.
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Bueno, esto parece que se anima, y vuelve el expíritu de lo que fué su creación, al margen de los infiltrados casposos que quieren reedirigir este movimiento por otros lares. Espero que todo esto sea para bien de los ciudadanos, y de nuestra democracia, que en definitiva es de lo que se trata.
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