El Mundo
Jennifer, que perdió su pierna derecha, llevará de por vida una prótesis.
Tanto la soldado como su teniente, también amputado, tendrán que dejar el Ejército
T res días antes de partir hacia Afganistán [finales de marzo de este año], Jennifer recibió de su maestro una despedida que con el tiempo resultaría premonitoria. «Ten cuidado», le advirtió, «sabemos cómo te vas pero no cómo vas a volver». No se equivocaba. Eran las palabras sentidas de Francisco Javier Méndez, el luchador grancanario que la había preparado desde niña para ser una campeona. Intuía que en aquella chiquilla «inquieta y despierta como pocas» anidaba el embrión de una futura estrella del vovinam, una disciplina de las artes marciales vietnamita, heredera del kun-fu. Jennifer no le defraudó.
«No he visto una mujer en combate tan calculadora y rápida como ella», dice con orgullo el descubridor de la cinco veces campeona de Europa, el primer título con sólo 15 años. Es la cara desconocida de la soldado Jenni, como la llaman sus compañeros del Regimiento de Artillería Soria 9, con sede en Fuerteventura, y las jugadoras del Herbania canario, el club de fútbol femenino de primera división en el que ha jugado hasta el año pasado. Unos y otros andan estos días de despedida amarga. Jenni ya no podrá volver a conquistar títulos de lucha para España, ni ponerse bajo los palos de la portería de su equipo. La guerra en Afganistán la ha devuelto a casa [lunes 20 de junio] mutilada de una pierna. Aunque dicen quienes la conocen bien que el dolor que siente -el blindado que conducía saltó por los aires cuando circulaba por una nueva ruta que circunvala Afganistán- no podrá ganarle este combate a la joven guerrera.
Nadie como Francisco Javier, su gurú en la sombra y campeón mundial de vovinam en 2003, conoce la resistencia de su joya en los momentos críticos. Sabe que si de algo carece la entusiasta Jenni es de miedo. «El sacrificio», recuerda, «no la asusta, al contrario, la transforma en un ciclón». Tal vez sea esa fuerza innata, a la que otros -militares, sobre todo- llaman valor, la que ahora tira de ella, mutilada de la pierna derecha y aún convaleciente de las brutales heridas [la metralla le rozó un ojo, sin mayores consecuencias] en una cama del hospital Gómez Ulla de Madrid.
Hasta el centro sanitario militar llegó el lunes en vuelo urgente la soldado-campeona con el cuerpo partido. Veinte kilos de explosivos, detonados por los insurgentes afganos al paso del vehículo de reconocimiento que Jenni conducía, dinamitaron en segundos su futuro, con sólo 25 años. El suyo y el del teniente Agustín Gras Baeza, su jefe de patrulla, tres años mayor que ella y también sin una pierna. Héroes por partida doble.
Conocer la historia de los dos militares amputados -otros dos y un intérprete quedaron heridos- es tarea ardua. Como librar un combate entre dos trincheras. A un lado, el Gobierno; al otro, la opinión pública. Más allá de las siglas que resumen sus nombres y apellidos, destino profesional y edades (escuetos datos facilitados por el Ministerio de Defensa), sus vidas dentro y fuera de la milicia, así como los tratamientos a los que están siendo sometidos, son un secreto.
A diferencia, por ejemplo, de Inglaterra, donde a sus soldados se les trata públicamente como supermanes y a los medios de comunicación se les dan todas las facilidades para que cuenten los pormenores más sobresalientes de sus trayectorias personales y profesionales, en España prima la máxima ocultación sobre la transparencia. Especialmente cuando se trata de soldados en mal estado físico repatriados de conflictos bélicos que el Gobierno de turno se niega a reconocer como tales. Jenni, como soldado, igual que el teniente Gras, está oficialmente blindada. Según ha podido saber Crónica, excepto tres facultativos que la atienden directamente, y su propia madre, Nieves López, que no se aparta de ella en el hospital, pocos más conocen cómo se las apañará la soldado en el futuro.
Para una luchadora de élite como Jenni, las piernas son fundamentales. Y sin una de ellas, un nuevo podio es imposible. Dicen que en su mente podría rondar la idea de convertirse en entrenadora de vovinam, una de las modalidades de lucha más difíciles y que en España practican unos 500 deportistas. Quién sabe. Lo único seguro es que llevará de por vida una prótesis -«que le pongan la mejor que exista», ha ordenado a los médicos la ministra de Defensa, Carmen Chacón, quien el jueves la visitó en el hospital, según cuenta a este suplemento una fuente sanitaria militar-, lo que aún así le impedirá regresar a la vida militar activa por la que Jenni había apostado desde que era una adolescente.
Nacida en Talavera de la Reina (Toledo), aunque criada en Icod de los Vinos, localidad tinerfeña a la que llegó con sus padres cumplidos los seis años, Jennifer García López gozó siempre de un carácter independiente que la hacía (y hace) diferente a las demás chicas de su edad. Apasionada de los animales, lo habitual es que conviva con serpientes [le encantan las boas], pájaros, perros, hámsters... «Nosotros, a veces, le llamábamos a su casa Arca de Noé, por la cantidad de bichos que tenía», cuenta Javier, quien, además de las artes marciales, fue inculcando a Jenni durante las excursiones por la montaña el gusto por la naturaleza. Hasta de él depende en parte que su alumna aventajada haya puesto sus pies en los cuarteles.
LA MADRE NO QUERÍA
«Un día vino a verme muy preocupada porque su madre no quería que se hiciera militar. Entonces le dije a Jenni que, si quería hacerse soldado, tomara la profesión y no hiciera caso». Tenía 20 años. De aquellos tiempos acumula recuerdos su gran amiga Saray. La encontramos siguiendo una pista que casualmente nos da un vecino de Icod, Narciso Ramos, alma y dueño del diario digital local La Voz de Icod de los Vinos.
La lucha, una constante en la vida Jenni, la unió a Saray cuando las dos coincidieron en la escuela del maestro Francisco Javier. Saray, 21 años, cinturón negro de vovinam, asegura que pronto congeniaron: «Me ha tratado siempre como si fuera mi hermana mayor, obligándome a sacar las mejores notas en el colegio. Hay que pelear para ser la mejor, me decía. Ella ha sido siempre muy competitiva en todo, la respetan mucho en España y en el extranjero». Le viene a la mente el campeonato de Europa de 2008 [ese año repitió podio por quinta vez] en Francia. Al saber que les tocaba enfrentarse a Jenni, algunas de sus rivales optaron por retirarse.
-¿Ha hablado con ella?
-Todavía no. Iba a ponerle un sms pero no tiene móvil. Lo habrá perdido en el atentado de Afganistán. Creo que estos días iban a comprarle otro...
-¿Qué le dijo la última vez que se vieron?
-Fue más bien al revés. Al saber que le faltaban dos días para marcharse a la guerra, le dije: ten cuidado que allí muere gente...
-¿Tuvo respuesta?
-Nada, me contestó que estaba preparada para todo.
-¿Ha hablado con su madre? [Crónica ha intentado ponerse en contacto con Nieves, quien, según fuentes cercanas a la familia, «está bastante tocada»].
-Me dijo que Jennifer se estaba recuperando bastante bien, tanto de ánimos, cosa que no me extraña nada, como de la mutilación. Conociéndola, estoy seguro de que ya estará pensando en lo que va a hacer a partir de ahora.
En la distancia, a 1.800 kilómetros de Icod de los Vinos, en Tenerife, donde tienen casa materna Jenni y sus dos hermanas [sus padres están separados], un grupo de periodistas hace cábalas apostados en la verja que separa el Hospital Gómez Ulla, en el barrio madrileño de Carabanchel, de la calle. Uno de ellos se pregunta en voz alta qué será de la soldado mutilada cuando regrese definitivamente a la vida civil. «El Ejército, tal y como están hoy las cosas, para ella se ha acabado», aventura un suboficial. «Es una pena que a gente tan valiosa como Jennifer o el teniente Agustín Gras, no se la recicle convenientemente en otros puestos. Están amputados, sí, pero son de los nuestros. Tienen un valor y una experiencia impagables».
-¿Estamos en alguna guerra?
-Estamos donde nos mandan que estemos. Y sale caro, muy caro, tanto en lo humano como en lo económico.
Las cifras en euros del Ministerio de Defensa lo corroboran. Actualmente, 1.552 militares están en guerra en Afganistán, 1.074 en Líbano y 257 participan en la llamada Operación Atalanta de la Unión Europea para proteger a los pesqueros que faenan en aguas somalíes y proximidades. Según el economista y experto en conflictos armados Jordi Calvo Rufanges, el coste total de todas las misiones en el exterior durante 2010 asciende a 787,9 millones de euros. Sólo en el territorio afgano el Gobierno español ha gastado el año pasado 464 millones; y en total, desde 2002, año en que arranca el conflicto, el coste de esta misión supera los 2.040 millones.
TODOS FUERA
Con semejantes números sobre la mesa y a la vista de la creciente impopularidad que despierta la misión entre los españoles, el Ejecutivo de Zapatero -48 horas después de que EEUU anunciase el miércoles que retirará de Afganistán 10.000 soldados en 2011 y 20.000 a lo largo de 2012- seguía los pasos de Obama y adelantaba que los 1.552 soldados españoles abandonarán progresivamente el país asiático entre el primer semestre de 2012 y 2014, fecha de la retirada completa.
El vuelo de regreso a casa desde Afganistán también tuvo sus baches. Dramáticos, por momentos. Sentado en la parte delantera del avión iba el teniente Agustín Gras; detrás, Jenni, y, a su espalda, los dos soldados heridos y el intérprete. Todos ellos vigilados de cerca por un coronel médico. El que al parecer más preocupaba de todos ellos era el teniente. Flojeaba, estaba perdiendo demasiada sangre. Pero nadie había contado con esa eventualidad. Eran las 16:00 horas del pasado domingo. Tras lanzar un SOS, el piloto puso rumbo a Nápoles para recoger cuatro bolsas de sangre. No quedaba otra alternativa para que Gras llegara con vida a Madrid. Sin pierna y casi al borde del desfallecimiento, Gras, melillense de 28 años, intentó levantarse del asiento para saludar a un superior que se le había acercado dándole ánimos. Con las reservas de sangre ya a bordo y el riego sanguíneo estabilizado, no hubo más palabras hasta llegar al aeropuerto militar de Torrejón de Ardoz.
EL ÚLTIMO COMBATE
Cuentan médicos militares que tras despertar del largo shock en Afganistán, lo primero que hizo el valiente teniente fue preguntar por sus hombres, sobre todo por Jenni, la que más le preocupaba por la brutal mutilación de su pierna derecha.
En Icod de los Vinos, su tierra adoptiva, donde sigue brotando un drago milenario, el único de esa eda que queda en el mundo, ya preparan el homenaje a su heroína amputada de la guerra. La fecha está en el aire. A Jenni le queda por delante la adaptación a una vida más limitada. Ella, que, como el vecino drago, no sabía de límites, afronta ahora el que será probablemente el combate más duro de su vida
Cuenta un profesor suyo, hoy teniente coronel, que ya en la Academia Militar de Zaragoza, el joven Antonio Gras Baeza «tenía madera», que «apuntaba a general». Una prometedora carrera de no ser por aquella maldita mina afgana. A diferencia de Jenni, se quedó amputado de la rodilla para abajo, lo que augura, según los médicos, una recuperación más rápida y una mobilidad menos reducida. Aunque en su mente circula ya el proyecto de un mañana sin uniforme, habría confesado estos días a sus íntimos en la habitación del hospital Gómez Ulla. Su apoyo principal allí lo ha encontrado en su madre, Dolores, vocal de la ejecutiva regional del PP en Melilla, y en María de los Ángeles, diputada popular en la Asamblea de la ciudad autónoma. Sin embargo, al héroe no parece que le tire la política. Algunos especulan que preferiría meterse en la piel de un psicólogo. Alguna experiencia tiene.
"me duele cómo mi país desprecia a sus mutilados"
Rubén López García, hoy 23 años, nos recibe amable. Sin trampas. Nada tiene ya que perder. Desnuda ante el fotógrafo la verdad de una guerra (Afganistán) que desde 2002 otros se empeñan en seguir llamando «misión humanitaria». Poco hay de cierto en las palabras. Como aquel joven Ron Kovic -en Nacido el 4 de julio es interpretado por un descarnado Tom Cruise en silla de ruedas, tras volver paralítico de Vietnam-, Rubén regresó del infierno afgano partido de cintura para abajo. Se había alistado en el Ejército convencido de que su patria lo necesitaba. «Me defraudó».
La suya era vocación pura. No se le pasaba por la cabeza a aquel muchacho albaceteño, aspirante el próximo septiembre a una plaza de alumno universitario en Psicología, que una bomba talibán [nueve de la mañana del 24/09/ 2007] haría trizas su sueño militar de la infancia.
«Yo nunca pregunté, ni antes ni después de quedarme amputado, qué podía hace mi país por mí, no, mas bien pensaba en qué podía hacer yo por España», suelta parafraseando a Kennedy cuando arengaba a los chicos americanos que partían hacia la guerra. Con esa idea creció como soldado aquel imberbe de 19 años, ya entonces enrolado en la Primera Bandera de la Brigada Paracaidista (Bripac). A esa edad una mina destrozó su pierna izquierda, la otra le quedó seriamente dañada y una mano, también perjudicada.
En los 19 ataques sufridos por las tropas españolas en Afganistán desde su despliegue en 2002, aunque no comenzaron a producirse hasta 2006, han fallecido 10 militares, un intérprete y un niño afgano, mientras que 32 militares y dos civiles, ambos intérpretes, han resultado heridos de diversa consideración. Pero, ¿qué significa heridos de diversa consideración? ¿Por qué no se dan las cifras exactas de amputados? ¿Hay algo qué ocultar?
En EEUU o Inglaterra, por citar dos ejemplos, es el propio Gobierno el que se encarga de mostrar a sus héroes mutilados cuando regresan a casa. En las páginas de los periódicos se cuentan sus historias al detalle. Son un orgullo. ¿Por qué, entonces, tanto secreto en España? «Lo que pasa aquí es una anomalía en Europa porque no existe una ley de transparencia, tratan de que los soldados que regresan en malas condiciones físicas y mentales no salgan a la luz pública», explica el abogado Antonio Suárez-Valdés, al frente de un bufete especializado en temas militares, Policía y Guardia Civil. Difícil resulta incluso conocer, por ejemplo, el número de heridos en los últimos cinco años.
La palabra mutilado, de hecho, es tabú en el Ministerio de Defensa. No quieren que salga de allí ni, por extensión, tampoco las cifras. Lo ha podido comprobar Crónica tras solicitarlas al ministerio que comanda Carme Chacón, donde nos remiten, sin éxito para este suplemento, al Estado Mayor. «Aquí no las tenemos, llame al ministerio», rebota la solicitud un teniente coronel.
«Si te quedas mutilado, te revienta un tímpano y se te quema el 60% del cuerpo, no pasa nada. Te curan, te dan de alta y, si protestas, te despiden del Ejército. De una manera u otra, te quedas en la calle», resume como ejemplo el letrado Suárez la historia de un cliente suyo, paracaidista, tras su paso por Afganistán.
sólo un número
En el caso de Rubén, tras sufrir 16 operaciones, tardó tres años en ser llamado por un tribunal médico para confirmar su evidente invalidez. Lo mandaron a casa con una indemnización de 36.000 euros y una vida por delante incierta. «No hay programas de reinserción, hay mucha gente desesperada que cae en el alcoholismo. Pero no te ayudan en nada. Eres sólo un número que ya no interesa».
Lo corroboran en la Asociación de Militares Inválidos de España (Acime). Su presidente, Andrés Medina, asegura que disponen de un registro de 16.000 mutilados heridos en servicio, incluidos accidentes en cuarteles en España, maniobras y demás operaciones, desde 1989. «Todos ellos con discapacidad permanente», incide Torres, «cuya reinserción social resulta muy difícil».
Es el caso del sargento de Infantería Sergio Santisteban, destinado en Irak en 2004 y antes en Bosnia. Cayó en un emboscada en febrero de ese año. Después de cuatro operaciones en un brazo -«lo tengo inútil porque los músculos ya no me crecen y los nervios los tengo afectados»- tuvo que volver «hecho un inútil» a la vida civil. «He tenido que pelear mucho por una pensión, y aún sigo... Nos dejamos la piel en la guerra pero no se nos reconoce», dice dolido el cordobés, en tratamiento neurológico, separado y padre de dos hijos pequeños.
Sobre la mesa de Suárez-Valdés se apilan en la actualidad unos 20 casos de soldados -«me han llegado historias de militares amputados o con serias taras físicas que han estado en Irak, Líbano, Kosovo, Bosnia...»- dispuestos a dar guerra en los tribunales por lo que consideran sus derechos. No queda ahí su denuncia: «El Ejército es hoy una inmensa agencia de contratos temporales. Mandan a los soldados a los conflictos en condiciones precarias», concluye el abogado.
«Esto de los mutilados quema en el Ejército y en los despachos», confiesa a Crónica un militar veterano para justificar su silencio. «Las órdenes son las órdenes....».
ROBERTO BENITO / Madrid
28/06/2011
Más soldados afganos en la Ruta Lithium
El puesto de Ludina es uno de los dos que ocupa España en la provincia de Badghis. Situado en la Ruta Lithium, en torno a él se han producido los dos violentos atentados que en ocho días han terminado con la vida de dos soldados y han herido a otros siete y a un intérprete.
Los soldados que se desplazarán a Ludina forman parte del batallón del ejército afgano que ha sido entrenado por las tropas españolas. No se les entregará la responsabilidad del puesto avanzado, ya que hasta 2012 no se podrá transferir la seguridad en la provincia, pero serán de valiosa ayuda para reforzar una zona en la que los talibán han lanzado una ofensiva contra los soldados españoles.
Éste fue uno de los asuntos que ayer trató Carme Chacón con el jefe del contingente español en Badghis, el coronel Juan Sevilla, en la reunión que mantuvo la ministra de Defensa con los mandos de las fuerzas españolas en Herat, adonde se desplazó para repatriar los cuerpos del sargento Manuel Argudín Perrino y la soldado Niyireth Pineda Marín, fallecidos en el atentado del domingo.
Chacón fue también informada de las conclusiones extraídas tras las primeras investigaciones de lo sucedido. Entre ellas, que el artefacto explosivo se activó mediante presión al ser pisado por el vehículo blindado y que tenía una carga de 30 kilos «como mínimo». Este último dato se concluye del cráter provocado por la explosión y de los daños sufridos por el blindado, y convierte al artefacto del domingo en el más potente utilizado nunca por la insurgencia contra las tropas españolas.
El contingente no va a variar su rutina ni a disminuir el número de patrullas, aunque sí va a «incrementar las medidas de autoprotección», según informaron fuentes militares.
El Príncipe de Asturias presidirá hoy en Las Palmas el funeral por los dos fallecidos. Mientras, está previsto que lleguen a España los tres heridos en el avión medicalizado que partió ayer de Madrid.
Aqui tenemos el mejor ejemplo del no a la guerra, estará contenta ministra de rubianes. Espero que la sociedad se de cuenta, de la barbarie y del engaño que nos tienen acostumbrados, este desgobierno que nos tiene en la miseria moral y económica.
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