martes, 22 de marzo de 2011

«Si me absuelven, todo lo que ocurrió se cae como un castillo de naipes»


M. MARRACO / J. MANSO / Madrid / El Mundo

Zapatero embustero

Pregunta.-
¿Cuál es su situación en prisión? ¿Mantiene usted su inocencia y la esperanza de que algún día se demuestre?

Respuesta.- Mi situación es pésima. Estoy enfermo. Me tienen en aislamiento en la celda 20 horas al día. Llevo siete años preso por algo que no he hecho. Estoy condenado a 42.000 años y soy inocente. No tengo nada que ver con el atentado. Cualquiera que vea el sumario y estuviera en el juicio lo sabe. Jamás pensé que el Tribunal Supremo confirmaría, sin pruebas, mi condena, y menos aún que el Tribunal Constitucional no admitiera a trámite el recurso de amparo. Han querido echar tierra sobre el asunto. Me siento utilizado brutalmente por la Policía, jueces y fiscales (Olga Sánchez, Juan del Olmo y Javier [Gómez] Bermúdez) para confirmar la versión oficial. De los cinco detenidos el día 13 de marzo, sólo me acusaron a mí. Si me absuelven, todo lo que ocurrió del 13 al 14 de marzo se cae como un castillo de naipes.

P.- ¿Se ha comunicado usted en prisión con islamistas o con implicados en el 11-M? ¿Ha recibido de ellos o de cualquier otro preso alguna información o pista acerca de los posibles autores del atentado?

R.- En Villena estoy con Yusef Belhadj, Fouad el Morabit y Hasan Haski [condenados en el juicio del 11-M], todos en aislamiento. No he recibido ninguna información de ese tipo. Lo único que sé es que yo no puse la mochila en los trenes ni sé nada del asunto.

P.- La Policía, ¿alguna vez le ha dicho algo en la cárcel?

R.- Ningún policía me ha visitado en prisión.

P.- En marzo de 2004, cuando llega detenido por primera vez a la Audiencia Nacional, usted preguntó quién había ganado las elecciones. ¿Por qué hizo esa pregunta?

R.- Porque, estando detenido, en comisaría, la Policía me preguntaba continuamente si había hecho el atentado para influir en las elecciones.

P.- ¿Puede relatar cómo fue su arresto? En el momento de la detención, ¿le informó la Policía de por qué le arrestaban o le dijo algo que le llamase la atención?

R.- En la tienda me dijeron que me detenían por colaboración con banda armada, no por ser autor del atentado. En comisaría me amenazaron, me obligaron a ponerme de rodillas con los brazos en cruz toda la noche. No me dejaban dormir.

P.- En su turno de última palabra, durante el juicio, afirmó que «la Policía sabe que esos testigos no son de verdad», en referencia a quienes aseguraron haberle visto en los trenes. ¿Por qué dijo eso? ¿Tiene usted alguna información de que la Policía presionase a esos testigos?

R.- La Policía me decía que ellos sabían que yo no había hecho nada, pero que me iba a comer el marrón. Que nadie me iba a creer por ser marroquí. Los motivos que iban apareciendo sobre mí, falsos, indican que estaban creando e inventando un sospechoso. Necesitaban un culpable y me lo cargaron a mí. Espero que se consiga demostrar que los testigos que declararon contra mí mintieron o se equivocaron.

P.- También relató en el juicio que un cuerpo policial le propuso trabajar como confidente. ¿Por qué le escogieron a usted? ¿Qué le pidieron exactamente que hiciese y respecto de quién?

R.- Fui con mi madre a declarar a la Audiencia Nacional, más o menos en el año 2000, por un número de teléfono que había aparecido en Francia. Se trataba de un error por un número y así me lo explicó el juez. Después me llamaron para que fuera a la comisaría de Canillas [sede principal de la Policía] a recoger el permiso de residencia. Allí me propusieron colaborar con ellos como confidente. Me pidieron que fuera a las mezquitas y les informase. Tenía miedo y les dije que lo pensaría, aunque no tenía intención de hacer nada. Me dieron un número de teléfono para que les llamara. Nunca lo hice.

P.- Según contó en el juicio, la persona que intentó captarle le dio su teléfono y después, cuando fue detenido, le dijo en comisaría: «Si hubieras colaborado con nosotros, no te habría pasado esto». ¿Conserva usted ese teléfono? ¿Puede identificar de alguna manera a esa persona? ¿Ha vuelto a verle?

R.- Efectivamente, un agente me propuso colaborar. Cuando fui detenido me dijo eso. El teléfono creo que lo tengo en casa. Si viera al policía sí sería capaz de reconocerle, pero no sé su nombre. No he vuelto a verle.

P.- Usted ha negado que conociese a Serhane El Tunecino o a Jamal El Chino [muertos en Leganés y supuestos líderes de la célula]. ¿Sabía quiénes eran y qué hacían?

R.- No, no tenía ni idea.

P.- ¿Tiene usted constancia de que en los días previos al 11-M le vigilase la Policía?

R.- En los años anteriores al atentado había policías de paisano vigilando mi locutorio en la calle de Tribulete. Los reconocí cuando, ya detenido, participaron en el registro de mi coche. Uno de ellos era una chica rubia de unos 25 años.

P.- Los terroristas de Ansar al Islam han utilizado su imagen para reivindicar el 11-M. ¿Por qué? ¿Qué relación tienen con usted? ¿Qué piensa de Al Qaeda y la yihad?

R.- Relación, ninguna. Y la foto que utilizaron era la de la comisaría, la que la Policía divulgó. Todo el mundo la tenía. Si yo hubiera tenido relación con ellos, seguro que tendrían otra foto mía. Estoy convencido de que esa reivindicación utilizando mi foto fue un montaje para presionar al tribunal, aunque al tribunal no hacía falta presionarle mucho para que me condenara.

OORBYT.es

>Vea hoy en EL MUNDO en Orbyt el análisis de la entrevista.

M. MARRACO / Madrid

La Policía vincula al 11-M a un islamista expulsado a Argelia

Identifica en Leganés las huellas de Redha Cherif, juzgado en la 'operación Nova'

Siete años después de la masacre del 11-M, la Policía ha encontrado un vínculo entre la célula suicida de Leganés y un islamista condenado por la Audiencia Nacional en la operación Nova y absuelto luego de terrorismo por el Tribunal Supremo.

Se trata de Redha Cherif, cuyas huellas han sido identificadas recientemente entre los escombros del piso de Leganés, según comunicó la Policía al magistrado de la Audiencia Nacional Eloy Velasco. Interrogar ahora sobre la masacre a este argelino de 40 años sería difícil: fue expulsado en 2007 a su país, después de que el Supremo le impusiera una pena mínima.

«Hasta el momento no existía dato alguno que lo relacionara con las presentes actuaciones», señala el juez en la providencia en la que da cuenta del informe recibido sobre Cherif. Cuando el magistrado pidió a la Policía que le informara más ampliamente sobre su vinculación con la masacre, la respuesta fue que no existían más indicios que las huellas. Durante la investigación del 11-M, la aparición de huellas en Leganés sirvió para justificar algunas de las más de 100 imputaciones que llegó a decretar el juez Del Olmo. La mayor parte de las huellas aparecía en libros que habían pasado por muchas manos antes de acabar en el piso de los terroristas.

Cherif fue arrestado en noviembre de 2004 en la operación Nova, una de las redadas con las que la Policía y el juez Garzón hicieron limpieza de los islamistas que habían estado investigando desde antes del 11-M. La célula pretendía, supuestamente, volar la Audiencia Nacional con un camión bomba. Cherif fue condenado a nueve años de cárcel, siete por pertenencia a una célula salafista radicada en Valencia y dos por falsificación de documento oficial con finalidad terrorista. En octubre de 2008, el Supremo dejó la condena en un año por falsificación, lo que se tradujo en la expulsión del argelino a su país.

Pese a que la identificación de Cherif se ha producido años después de la explosión de la calle de Martín Gaite, sus huellas no eran nuevas para la Policía, que ya le había arrestado a finales de 1999. De hecho, cuando se produjeron los atentados y los sucesos de Leganés el argelino llevaba dos años huido de la Justicia, tras no regresar de un permiso penitenciario. Cherif había sido condenado por orden de la Audiencia Nacional por falsificación de moneda.

La identificación se ha producido como resultado del «proceso de rebúsqueda» ordenado por el juez dentro de las diligencias 309/2005, incoadas por el juez Del Olmo cuando cerró el sumario del 11-M para acumular en ellas los nuevos datos de la masacre que la Policía le iba remitiendo. Velasco intenta así identificar las múltiples huellas y rastros genéticos que aparecieron en la investigación del 11-M y a los que no se pudo poner nombre. La Policía ha logrado nuevas identificaciones en varios casos, aunque casi siempre con resultados irrelevantes, según fuentes jurídicas. De hecho, el mismo escrito de Cherif también daba cuenta de la aparición de nuevas huellas de suicidas de Leganés e islamistas ya juzgados por el 11-M.

M. M. / J. M. / Madrid

Estrasburgo, la última oportunidad

«La situación de Zougam cumpliendo una condena de más de 40.000 años, sin pruebas, es jurídicamente aberrante y moralmente insoportable». Así se expresa Eduardo García Peña, actual abogado de Zougam y responsable del escrito que supone la última oportunidad para el marroquí: la demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

El escrito presentado en Estrasburgo sostiene «que se ha vulnerado la presunción de inocencia del marroquí». Una parte relevante se centra en señalar las deficiencias de la prueba clave: la declaración de dos amigas rumanas que viajaban juntas y lo identificaron en un tren. «Se puede afirmar que las declaraciones de las testigos C-65 y J-70 ni carecen de ambigüedades y contradicciones ni han sido corroboradas periféricamente». Sobre la identificación, resalta que la foto que les exhibió la Policía fue la misma que se había difundido ampliamente antes de que acudieran a la comisaría.

A juicio de la defensa, esos indicios que corroborarían la prueba central no han aparecido, pese a la «descomunal y exhaustiva investigación». Sobre la entrega de las tarjetas telefónicas empleadas en las bombas, resalta que fue una venta habitual del locutorio y que quien en realidad las vendió físicamente ni siquiera se sentó en el banquillo.

Los 100 folios de demanda también revisan las razones del tribunal del 11-M para rechazar la versión de Zougam sobre lo que hizo en las horas previas al 11-M. «Los argumentos [...] para descartar como creíble la coartada del Sr. Zougam son un conjunto de medias verdades, datos falsos y razonamientos arbitrarios», sostiene García Peña. El tribunal dijo en su condena que la madre de Zougam nunca había declarado a Del Olmo que su hijo durmió esa noche en casa. El letrado recuerda que fue porque el propio instructor no quiso tomarle declaración, como había pedido la defensa.

Al igual que el letrado, el condenado también mira hacia la corte internacional. «No hay pruebas y tengo la esperanza de que Estrasburgo estime mi demanda», dice en sus respuestas a este diario.

A FONDO

CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO

El miembro 'legal' del 'comando 11-M'

Zapatero embustero

Pasa 20 horas al día aislado en su celda. Lleva siete años encerrado. Tiene 37 años y está condenado a 42.000 años de cárcel. Efectivos, debe cumplir 40. Es decir, que recuperará la libertad a los 70 años.

Me parece poca pena si, efectivamente, la persona de la que hablo fuera responsable de la masacre que cubrió de sangre el 11 de marzo de 2004. Para estos casos yo defiendo la cadena perpetua, sin remisión.

Las víctimas han recordado el séptimo aniversario del 11-M (salvo vergonzantes excepciones) volviendo a reclamar verdad y justicia. Mientras exista una sola incógnita, un solo resquicio por el que pueda vislumbrarse alguna pista sobre lo que ocurrió ese día, nuestra obligación, la de todos, es bregar para que el olvido no adormezca nuestra capacidad de asombro, nuestra determinación para que la luz alcance hasta el último rincón de ese enigma que dejó 192 muertos y miles de heridos y alteró la vida de todo un país. Eludir esa responsabilidad sólo puede tener una explicación: el temor a la verdad.

En la víspera del aniversario me entreviste con Aicha y Samira, madre y hermana, respectivamente, de Jamal Zougam, el único condenado como autor material del atentado.

Aicha, empleada de hogar, no desespera en la lucha por defender la inocencia de su hijo. Me recuerda a la madre, emigrante polaca, que protagoniza la película de Henry Hathaway Yo creo en ti (Call Northside 777). Una mujer que, igual que Aicha, dedica su vida a demostrar que su hijo Majcek no es responsable de un asesinato por el que fue condenado gracias a un testimonio falso.

Samira tiene poco más de 30 años. Trabaja en un banco, viste al modo occidental y se empeña, como su madre, en tratar de demostrar que la noche del 10 al 11 de marzo su hermano la pasó en su casa, justo en la habitación que hay enfrente a la suya. Que el mismo día 11, antes de poner la televisión a las 8.15 horas para desayunar en el salón y ver las primeras noticias sobre las explosiones, tuvo que cerrar la alcoba donde Jamal dormía junto a su hermano Mohamed.

«¿Es que no hay Justicia?», me pregunta Aicha con su inconfundible acento marroquí.

Ni Aicha, ni Samira, ni nadie pueden entender cómo el juez Del Olmo rechazó por tres veces tomarles declaración. El magistrado no lo consideró necesario.

Gómez Bermúdez sí llamó a declarar a Aicha durante el juicio oral, pero decidió no tener en cuenta su versión de los hechos porque, según dice en la sentencia, «esas declaraciones son novedosas porque la madre no ha declarado antes en la causa». ¡Como si la culpa de no declarar hubiese sido suya y no del juez instructor!

Pero ésa no es la única incongruencia respecto a Zougam.

El hombre que fue reconocido por una testigo (días después de que su fotografía hubiese sido difundida por los medios de comunicación) como la persona que le rozó con el codo poco antes de que el tren donde viajaban saltara por los aires el día 11 de marzo fue tan torpe como para vender en su propia tienda a los miembros del comando las tarjetas de los móviles que hicieron de detonadores de las bombas.

Sin embargo, en lugar de vender y liberar también los móviles allí mismo (ya puestos a hacer negocio), éstos fueron adquiridos en una tienda de Alcorcón y fueron liberados en el local del ex policía Kalaji, situado cerca de la Plaza Elíptica.

Zougam, no obstante, mostró una gran sangre fría, si atendemos a su forma de comportarse en las horas previas y posteriores a la masacre. El día 10 acudió por la tarde a un piso cercano al barrio de Ventas para alquilarlo, con vistas a trasladarse allí en fechas próximas junto a la que iba a convertirse en su esposa, Ihssane. Y, por la noche, acudió a un gimnasio, sólo unas horas antes de subirse a uno de los trenes para colocar una mochila bomba.

Después de cometer el atentado (siempre según el sumario), se trasladó a su tienda de Lavapiés como si tal cosa. Ese día cerró un poco antes de lo que solía ser habitual y se marchó a su casa, donde comentó con su madre y sus hermanos el drama del atentado y perfiló con su familia detalles de su cercana boda.

Al día siguiente (12 de marzo), se marchó a trabajar como todos los días, sobre las 10.00 horas. Por la tarde, los medios de comunicación ya informaron de la aparición esa madrugada de una mochila con un teléfono móvil. El día 13, esa noticia estaba en la portada de todos los diarios.

El sábado, la portada de EL MUNDO informaba: «La Policía investiga contrarreloj el teléfono y la tarjeta prepago encontrados en la bolsa de deportes que no explotó».

A pesar de que ese dato fue difundido en todos los medios escritos y audiovisuales, Zougam, en lugar de poner pies en polvorosa, ya que las tarjetas habían sido vendidas en su tienda, acudió a ella como si nada, a la espera de ser detenido, como así ocurrió, a primera hora de la tarde del 13 de marzo.

Otros datos de Zougam que no cuadran con el del resto de los implicados en la matanza: durante los días previos no hubo ningún contacto telefónico entre él y sus compinches. ¡Y mira que hablaban por teléfono esos chicos! Zougam tampoco acudió nunca (no han aparecido sus huellas) a la casa alquilada por El Chino en Morata de Tajuña, donde se montaron las bombas. Parece que a él le liberaron de tan desagradable labor. Es más, Zougam tampoco se pasó nunca por el piso de Leganés, donde se refugiaron los demás miembros del comando, grabaron su vídeo reivindicativo y se hicieron picadillo el 3 de abril de 2004 al verse rodeados por la Policía.

Es decir, que Zougam actuó como una especie de miembro legal del comando que cometió el atentado, lo que no suele ser muy habitual en el modus operandi de los grupos islamistas.

Estos datos no sirvieron para que la Policía formulara otras hipótesis, o para que la Fiscalía modificara sus conclusiones, ni mucho menos para que el Tribunal reconsiderara una sentencia que podía haberse venido abajo como un castillo de naipes.

Eduardo García Peña, abogado de Zougam, dice que su defendido no ha parado de insistir en esos argumentos desde que entró en prisión. El letrado ha sido incapaz de sacarle ningún otro dato que arroje luz sobre el atentado. «Es el problema cuando eres inocente. Que no sabes qué sucedió en realidad». No es Zougam el que habla, es Majcek.

1 comentario:

  1. En que país estamos, cuando la justicia no existe. Y cuando existe, no se sabe de que parte está, por estar manipulada por el gobierno mezquino, que trata de proteger a los de la kgb por su interés.
    Espero que se haga justicia, y que los verdaderos culpables, paguen por ello.

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