08:01 (21-03-2011) | La Gaceta
Señaló primero que Joseba Elosúa salió del bar a las 12.35 horas, como “consecuencia inmediata” de recibir el soplo. Luego concluyó que la delación se había producido en el establecimiento a las 11.23 h.
Roberto R. Ballesteros y Rodrigo Gavilán. Madrid
El investigador del caso Faisán, Carlos Germán, concluyó que el chivatazo a ETA en el bar Faisán de Irún se produjo a las 11.23 horas del 4 de mayo de 2006. Sin embargo, esta conclusión choca con dos informes policiales que manejó Germán, que están incorporados en el sumario y que apuntan a que el soplo pudo producirse una hora después. Ambos informes, hasta ahora ocultos por el secreto sumarial, cambiarían el escenario de la investigación.
Según los informes elevados al Juzgado Central de Instrucción número 5 por parte del equipo investigador –dirigido por el inspector jefe Carlos Germán–, el dueño del Faisán, Joseba Elosúa, se movió de forma inusual y torpe nada más recibir el chivatazo. “La información proporcionada a Joseba Elosúa por el interlocutor (el chivato) produce efectos inmediatos en aquel, de tal manera que, desde ese instante, se detectan movimientos atípicos en su comportamiento”, señalan los investigadores en la página 24 de su primer informe, fechado a 26 de junio de 2006.
En este informe, los agentes destacan cómo la ansiedad se apodera de Elosúa y le lleva incluso a no coordinar sus actos. “En primer lugar –relatan–, se detecta un primer intento de comunicar con el teléfono de Cau Aldanur (su enlace en Francia), por medio del teléfono móvil de su hijo José Manuel Elosúa Llanos, [pero] no se materializa porque no acierta a marcar todos los números”. “A continuación, sale del bar e intenta llamar desde la cabina”, añaden los mismos policías.
La salida del local queda confirmada por el acta de seguimiento (folio 3.668 del Tomo VII del sumario), firmada por tres inspectores, que además concreta el momento en que Elosúa abandona el establecimiento. “Sobre las doce horas y treinta y cinco minutos, [Elosúa] se dirige hacia las cabinas de teléfono que están instaladas frente a la puerta de la cocina de su establecimiento y realiza sendas llamadas desde dos de ellas”.
Elosúa y su yerno abandonan la zona en el coche tan sólo cinco minutos después, como consta en el citado informe. “Sobre las 12.40 horas, el dispositivo de vigilancia observa que Joseba Elosúa y su yerno Carmelo Luquin cruzan la frontera dirección Bayona en el vehículo Ford Focus propiedad de Joseba”, refleja el documento, en este caso en su página 4.
De nuevo en la hoja 24, el mismo informe argumenta por qué el dueño del Faisán tiene tanta prisa. “Para Joseba Elosúa, la urgencia reside en comunicar con Cau Aldanur para advertirle que no venga a España porque le van a detener”, arguyeron los policías de Germán.
El acta de vigilancia (folio 3.668) explica también que, media hora antes de que Elosúa salga del bar, su actitud es notablemente más serena. “Sobre las 12 horas se puede ver a Joseba en actitud de espera y charlando con las camareras y el vigilante del parking”, relatan los autores del acta. No habría, por lo tanto, recibido aún el soplo.
Sin embargo, Germán situó la delación a las 11.23 horas de aquella mañana, una hora y 12 minutos antes de que Elosúa saliera del bar hacia las cabinas. El equipo investigador concluyó que la llamada de la delación duró ocho minutos, hasta las 11.31 horas, y que el interlocutor fue el jefe superior del País Vasco Enrique Pamiés.
Según consta en el sumario, cuando el autor de las conclusiones (Carlos Germán) sitúa el chivatazo a las 11.23 horas, no tiene más argumento que el hecho de que en ese momento entra el inspector de Vitoria, José María B., en el Faisán. Y que unos minutos antes, a las 11.08 horas, Elosúa accede al establecimiento.
Carlos Germán y su equipo dirigían el 4 de mayo de 2006 la operación Urogallo, que preveía desarticular el aparato de extorsión de ETA. El polémico chivatazo alertó a ETA del dispositivo que estaba preparado y todo el trabajo policial y judicial se fue al traste. El juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska, responsable de las actuaciones, encargó entonces al grupo de Germán investigar quién estaba detrás del soplo.
El jefe accidental de la Unidad Central de Inteligencia (UCI), José Cabanillas, entonces superior jerárquico de Carlos Germán, declaró ante el actual instructor del caso, Pablo Ruz, que su subordinado le informó de la existencia de un soplo 24 horas después de que se produjera. Añadió que Germán le comentó la intención del juez de nombrarle jefe de la investigación del chivatazo y Cabanillas le contestó que eso no podía ser, porque ambos eran sospechosos al dirigir la operación frustrada. Germán hizo caso omiso a las recomendaciones de su jefe y aceptó el cargo.
El ex jefe de la UCI también dijo al juez Ruz que Germán quiso borrar la prueba del delito cuando este le contó por primera vez la existencia del soplo. Según Cabanillas, Germán le pidió eliminar la grabación de la baliza del coche de Elosúa, que contenía la conversación entre este y su yerno en la que el primero le confesaba al segundo haber recibido una soplo de “un policía”.
Menudos están echos, estos de la kgb. Son marionetas por interés de maquiavelo, y hacen y deshacen a su antojo.
ResponderEliminarEspero que sus conciencias les pasen factura.