FERNANDO LÁZARO / Madrid/ El Mundo
Editorial en página 3
Alto, claro y con vehemencia. Fue un clamor. «No se puede premiar a los terroristas por dejar de matar». Todos a una. Las víctimas lo tienen claro. De nuevo, fueron miles los que tomaron las calles de Madrid para arroparlas. Una nueva protesta multitudinaria de los que han sufrido en primera persona el efecto del terror. ¿Y por qué salen a la calle?, se preguntan muchos. Porque entienden que el Gobierno de Zapatero y Rubalcaba está ultimando un nuevo escenario en el que negociar con ETA.
La llegada a la manifestación de Alcaraz y de su mujer, Mari Carmen, fue aplaudida con ganas por los asistentes. Y también, cuando llegaron los eurodiputados del PP Jaime Mayor Oreja, Teresa Jiménez Becerril y Carlos Iturgaiz. María San Gil fue recibida con gritos de «valiente» y achuchada con cariño por numerosas asistentes, que apenas le dejaron moverse.
Pero la estrella política de la tarde aún no había aparecido. Pasaban apenas 10 minutos cuando irrumpió en la calle de Serrano la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Y sólo unas píldoras a Zapatero: «Es imprescindible decir al Gobierno que no puede caer en tentaciones». «No se debe pagar un precio político» para el final del terrorismo. Y, por último, reclamó «un Gobierno que no mienta».
Quizá la intervención más entrañable fue la de Toñi Santiago. Su hija de 6 fue asesinada por ETA en Santa Pola. «Hay que decirle al Gobierno que los asesinos de ETA usan el dinero de las instituciones para matar a niños. Batasuna es ETA. No podemos consentir que estén de nuevo en los ayuntamientos».
Fue Regina Otaola, alcaldesa de Lizarza, quien recordó el chivatazo del Faisán y denunció la actitud de Rubalcaba. «Aquí estamos los que no nos chivamos a ETA. Los españoles no nos merecemos un gobierno que se hace el faisán y se cachondea del Estado de Derecho». «Nos matan para destruir la unidad y la existencia misma de España. De vosotros, asesinos, no esperamos nada. Os queremos derrotados y encerrados», dijo Santiago Abascal, presidente de Denaes, fundación para al Defensa de la Nación Española.
En su nombre, no
>Rosa Giménez
«No puede haber transacciones con los terroristas. Siempre serán con cargo a nuestros muertos, una desvergüenza que se burla de la valentía y bondad de muchas víctimas a las que les arrebataron la vida por la libertad de todos. ¡En mi nombre, no!».
>Pilar Elías
«Los asesinados nos representan a todos nosotros, a la nación. Los terroristas los mataron contra todos nosotros. No hay una sola razón que justifique ninguna cesión con Batasuna/ETA. ¡En mi nombre, no!».
>María Jesús González
«Con sus tratos con la ETA, el presidente da carta de naturaleza política a los asesinos y, por tanto, deslegitima España y la democracia, nuestro sistema de convivencia. En democracia sólo cuenta la voz de quienes se conducen civilizadamente. ¡En mi nombre, no!».
>Salvador Ulayar
«Currin hace caja con cargo a nuestros muertos. Los 'oteguis' vienen haciéndolo en nuestras instituciones. Unos terroristas apuntan desde el escaño con el dinero de todos y luego otros terroristas disparan. ¡En mi nombre, no!».
>Javier Gismero
«Exigimos al Ministro de Interior que ponga a disposición de la Justicia los documentos que solicita la asociación de víctimas Ayuda-11M para que se puedan depurar las responsabilidades de las negligencias cometidas en las investigaciones de ese atentado. ¡En mi nombre, no!».
>María Bel Chamizo
«Tengo la convicción de que a las víctimas del terrorismo que nos negamos a cualquier tipo de transacción del Gobierno con los terroristas nos quieren silenciar, nos quieren llevar otra vez a los siniestros años de plomo, pero no lo van a conseguir. Jamás pararemos hasta que se derrote a la banda terrorista ETA. ¡ En mi nombre, no!».
>Teresa Jiménez Becerril
«No sabemos en nombre de qué moral hay personas que dicen que hay que premiar a unos terroristas porque digan que dejan de matar. Que la marca política de ETA, se llame como se llame, esté otra vez en los ayuntamientos , será una nueva gratificación a ETA. No se puede premiar a ETA por dejar de matar. ¡En mi nombre, no!».
ANÁLISIS
DAVID GISTAU / Madrid
Voces contra Rubalcaba
Toñi Santiago lleva escrito en la frente un nombre, el de Silvia, su hija, que murió con seis años en un atentado con bomba contra la casa cuartel de Santa Pola. Su voz es como un paño de seda desgarrándose al rozar el filo de una cimitarra, su testimonio es estremecedor, tanto como su propósito de permanecer sobre la Tierra sólo para vigilar que a su hija se le haga justicia. Cuando hablaba, sobre la calle de Serrano se abatía un silencio tal que podríamos haber dicho lo mismo que la mujer de Fort Apache cuyo hombre se iba a la guerra: «Sólo veo las banderas».
Como Toñi Santiago, hablaron otras víctimas, desde Teresa Jiménez Becerril hasta la madre de Irene Villa pasando por un vibrante Santiago Abascal, que maneja principios sólidos como un credo. Y es cierto que su desolación y su timbre moral trascienden cualquier intento de calibrar en términos políticos lo que sucedió ayer. Aceptado esto, y añadido que no hay Gobierno que pueda sin encanallarse diluir a esta gente en un mero vacío estadístico, entremos en política.
Y lo primero que obliga a concluir una mirada menos emotiva es que la manifestación de ayer, pese a su éxito de convocatoria, fue la constatación de que no está cohesionada la sociedad civil como durante la primera legislatura de Zapatero, cuando el proceso. Primero, porque otras víctimas igual de dignas, arracimadas alrededor de la AVT, asociación mayoritaria, no acudieron ayer. Y sólo eso ya delata que la retaguardia civil está quebrada; que otros, aun permaneciendo vigilantes, consideraron que esta protesta, o era prematura, o buscaba el lucimiento político. Estaban los paladines habituales del PP, los del entorno de Jaime Mayor, pero no el partido en sí, por más que Esperanza Aguirre se dejara caer por ahí como una aparición no mariana, quién sabe si para volver a escenificar un antagonismo con Génova. Pero es probable que los reflejos de Alcaraz pretendieran capitalizar de forma preventiva la patente de la «rebelión cívica». Los que antaño fueron mascarones de una multitud, se han vuelto capitanes del ruido. Porque ésa fue otra: el ruido ambiental.
Por comparación con las viejas manifestaciones de la primera legislatura, ésta fue más agreste, radicalizada, con un público más cargado de ira no ya contra el terrorismo, sino contra el Gobierno. Algunos equipos de televisión, sobre todo uno de TVE, fueron achuchados de mala manera porque el eterno fulanismo español, azuzado por un miembro de la organización, decidió que eran lo más próximo a Zapatero a lo que podían echar el guante. De igual forma que la catarsis del 11-M se hizo contra Aznar, esta otra catarsis, la de la presunta negociación, la del posible blanqueo electoral de Batasuna, se hizo sin duda contra Rubalcaba, blanco principal de las consignas más incendiarias, que por añadidura iban dirigidas a un Gobierno «que se hace el faisán» y que fue depositario de una definición propia de otro tiempo: «Traidores a la patria».
Como maniobra de dispersión, es impagable el servicio que Rubalcaba está haciendo a Zapatero: mientras se consagra como protagonista del lado oscuro y atrae sobre sí la presión de los contestatarios, Zapatero puede jugar sin mancharse a gran estadista que remeda los pactos de la Moncloa y despacha con las altas esferas europeas.
La tarde, por tanto, dejó sensaciones contradictorias. Que las víctimas ya no están unidas y que su causa es parasitada en parte por elementos de un feroz anacronismo sociológico en los cuales el odio al Gobierno es un reflejo pavloviano. Pero, también, que cuando hablan personas como Toñi Santiago sólo un malnacido puede pensar que, antes que su verdad doliente, importan el cálculo político o el destino de esos etarras con los que Eguiguren siente cercanía generacional cuando comparten cachis.
Estuvo muy bien la manifa y acertados los comentarios.
ResponderEliminar¡EN MI NOMBRE NO!.