lunes, 8 de noviembre de 2010

De policía nacional a dormir en la calle



Sevilla / ángel cobos. aparcacoches
Acude cada día en compañía de Rafael Utrera, ciego y al que ayuda, al comedor de las Hijas de la Caridad en la Macarena. «Gracias a ellas podemos seguir adelante»

f. carrasco / sevilla
Día 06/11/2010 - 21.46h

Cada persona que acude al comedor es un mundo. Pero un mundo del que, siempre, sorprenden las historias que hay detrás. Casi todos silenciosos, se sientan, esperan a que se rece y luego se levantan a coger la bandeja y comer. Como si cada uno llevase la miseria, como la procesión, por dentro, comen y se van.
Ángel Cobos es un caso aparte. O, al menos, él sí exterioriza sus sentimientos y sensaciones.
«Un día llegue a casa y me encontré a mi mujer con otro. Se quedaron con todo»
Del barrio de San Bernardo, 54 años, fue policía nacional durante seis años —incluso trabajó como Tedax, desactivador de explosivos— y ha estado trabajando luego en la hostelería. «Desde hace tres meses estoy de aparcacoches», dice mientras ayuda a sentarse a Rafael Utrera, otro trotamundos de 57 años que ha ejercido de Policía en el desierto del Sáhara y como zapatero, peluquero y lo que se terciase. Ciego ahora, no tiene a dónde ir y su «lazarillo de la Macarena», como él mismo dice, es Ángel.
«Sólo hay un lugar en Sevilla donde alojarse un indigente —apunta Ángel—: la calle. Ahí es donde dormimos. Yo tenía un trabajo bueno en la hostelería pero tuve un problema con el alcohol y ahora me veo así. Estoy casado pero ella me quitó todo y aquí me veo».
Rafael, prácticamente lo mismo. «Un día llegue a casa y me encontré a mi mujer con otro. Se quedaron con todo. Tengo seis hijos pero no sé dónde andan».
Ángel precisa que son seis meses los que lleva en la calle y tres aparcando coches. «Es la primera vez que me veo en esta situación. Por fortuna he dado con Rafael, al que ayudo, y nos damos compañía».
Y ambos se deshacen en halagos hacia las Hijas de la Caridad mientras toman el puchero que hay de primer plato y el filete empanado de segundo. «Si no fuese por ellas, por este sitio, no tendríamos qué comer. Gracias a ellas podemos seguir adelante», comenta mientras hacen cábalas sobre dónde dormirán esa noche. «O en la marquesina de una parada de autobús o en cualquier otro sitio».
Son de los pocos a los que no les importa hablar. Los demás, en silencio, comen deprisa y se marchan. Mañana será otro día.

1 comentario:

  1. Con la necesidad que tenemos en España, que hay gente que no tiene ni para comer y mucho menos donde dormir, y que se malgaste el dinero como se malgasta.

    No nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba).

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