sábado, 23 de octubre de 2010
La «química» llanisca de Rubalcaba
El nuevo vicepresidente primero veranea desde hace 24 años en Llanes, donde disfruta a diario de las playas de Celoriu y juega al mus en Niembru
Lectura y baños, así pasaba el verano de 1992 el ministro Pérez Rubalcaba, aún sin la barba cana pero con la misma fina estampa de hoy, casi dos décadas después.
Llanes, Ramón DÍAZ
Entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Llanes hay muy buena «química». La ha habido siempre desde que, hace veinticuatro años, el nuevo vicepresidente primero del Gobierno y portavoz del Ejecutivo se dejó seducir por las arenas blancas de las playas de Celoriu. Desde entonces no ha faltado ningún verano a su cita llanisca. Primero, en la localidad celoriana, y desde hace casi dos décadas, en Bricia, donde Rubalcaba y su esposa comparten segunda residencia con otras dos parejas. Los tres varones, todos ellos de la quinta del 51, son doctores en Ciencias Químicas y apuntalaron su amistad y su ideología política en la Universidad, en los primeros setenta del siglo pasado. Uno de sus compañeros de veraneo es Jaime Lissavetzky, hijo de llanisca de Rales, que será candidato socialista al Ayuntamiento de Madrid en las próximas elecciones municipales. Rubalcaba y Lissavetzky llegaron al PSOE de la mano, en 1974.
Alfredo Pérez Rubalcaba, cántabro de Solares, acude cada mes de agosto a Llanes. Los avatares políticos suelen estropearle demasiado a menudo el descanso y rara vez lo dejan permanecer más allá de una semana seguida en su «refugio» veraniego. En Bricia Rubalcaba duerme la mañana y se cuelga del teléfono todos los días durante más de dos horas. Política obliga. Pasado el mediodía desconecta y, salvo que diluvie, se acerca a Toranda, su playa favorita, donde suele pasar casi toda la jornada, comida incluida. Eso sí, busca casi todas las tardes un hueco para jugar al mus (él diría «para ganar» o «para dar clases», pues presume de ser el mejor jugador del mundo de esta disciplina de envite y engaño). Dos locales de Niembru, La Parrera y Txascala, son los más habituales «campos de batalla». Casi todos los veranos organiza una partida contra el delegado del Gobierno en Asturias, Antonio Trevín, con quien le une una vieja amistad. Suele ganar el de Cantabria.
A Rubalcaba se le ve a diario en Toranda, en chanclas, camiseta y traje de baño. Acude hasta cuando el sol se pone en huelga. De hecho, hace un par de años, en lo que él llama «una invernada», se encontró completamente sólo en la playa. Disfrutó como un niño. Unos días más tarde aseguraba con gracia que se le había pasado por la cabeza llamar a LA NUEVA ESPAÑA para que se le tomara una fotografía. Tenía hasta el titular adecuado: «Rubalcaba desaloja la playa de Toranda para bañarse a gusto». El flamante vicepresidente primero del Gobierno en cuanto desconecta de la alta política es así: sencillo, bromista, irónico, nada engolado. El caso es que en Toranda come, juega, se baña, charla con los amigos, toma el sol y duerme la siesta. Su pasión por este arenal es indiscutible. Tanto que hace unos años, en una campaña electoral, entre mitin y mitin, arañó cinco minutos en su imposible agenda y, a mil por hora, se llevo a su correligionario y compañero en el Gobierno José Blanco a las playas de Torimbia y Toranda. Sólo quería que las viera.
Otra de sus visitas ineludibles es el mirador de Los Carriles, adonde viaja al menos una vez cada verano para contemplar la impresionante panorámica de los Picos de Europa que desde allí se observa. Una postal. También acude a menudo al restaurante Chiqui, de Celoriu, donde visita a su ahijado llanisco, Raúl Mallada Prieto, nieto de Claudio Prieto, el hombre de cuyo apodo toma el local su nombre. Rubalcaba se acerca, asimismo, un par de veces a la semana al estanco de Nueva, que regenta María Conde del Campo. Antes acudía para comprar cigarros puros; ahora, por prescripción facultativa, para poco más que olerlos.
Familia, química, política y mus aparte, el deporte es la gran pasión de Rubalcaba. Fue buen atleta en su juventud: llegó a bajar de los 11 segundos en los cien metros lisos y estuvo preseleccionado, en Oviedo precisamente, para los Juegos Olímpicos de México, en 1968. Una inoportuna lesión lo apartó unos años más tarde de la alta competición. Eso que ganó la política, dirán los suyos. Aquella estancia en Asturias lo marcó para siempre. Entrenaba en un bosque cercano a Salinas y en una pista de ceniza de la Universidad de Oviedo. Dormía en un colegio mayor de la capital asturiana. De aquella etapa asegura que le quedó para siempre su querencia a Asturias. Además del atletismo, disciplina en la que es un auténtico experto, le pierde el fútbol. Es socio (y forofo confeso) del Real Madrid y devora cada partido de su equipo, salvo que razones de fuerza mayor se lo impidan. El «sillón ball», según afirma a menudo, se ha convertido con los años en su actividad «deportiva» preferida. Pero el político socialista asegura que el deporte y la política, como casi todo en la vida, sólo tienen un secreto: el trabajo. Rubalcaba es adicto. Y lo reconoce.
Este verano Rubalcaba recuperó su costumbre de participar en la fiesta veraniega anual de la Agrupación Socialista de Llanes. Fue unos días después de su llegada, en el hotel Las Brisas, en L'Arquera. Ante más de 350 personas, Rubalcaba mostró sus dotes de orador y arrancó el aplauso de sus correligionarios en una decena de ocasiones. Durante su intervención recordó que lleva 24 años veraneando en Llanes, «justo los que lleva el PSOE gobernando el municipio con mayoría absoluta». En este punto, dirigiéndose a la alcaldesa, Dolores Álvarez Campillo, añadió en tono distendido: «Para tu tranquilidad, te diré que seguiré veraneando en Llanes». Rubalcaba en estado puro.
Vaya vaya con rubalcaba, no lo creía yo asi, con lo mala persona que aparentemente parece ser, ya que yo solo lo conozco por los medios y habladurías dentro de la policía, ahora resulta que hasta casi me cae bien el jodio (con perdón).
ResponderEliminarLo de licenciado en químicas, ya lo sabía, pero lo del atletismo no, aunque pintas tiene por su aspecto. Supongo, que fuera de la política se quita la careta y por eso es más "humano" si cabe, que cuando está immerso en ella, ya que el que más se conoce es el aspecto de la política, y en esa hay veces que le llega uno a odiar. Viendo estas facetas suyas, casi me han emocionado su faceta humana, visitando a sus amigos, por todo ello, hoy no voy a decir nada de el, si no simplemente esto: Sr, Rubalcaba por favor, aplique esa humanidad que al parecer tiene, también en los aspectos de la vida política y a todos nos irá mejor.