FERNANDO LÁZARO / Madrid
Atado y bien atado. Baltasar Garzón no quiso dejar a su heredero en la Audiencia Nacional ningún hilo del que tirar y avanzar en la resolución del caso del chivatazo policial a ETA. Por este motivo, apenas una semana antes de ser suspendido por una decisión unánime del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), practicó la única diligencia que le quedaba pendiente. Y de nuevo, sin testigos. Seis días antes de dejar de ser juez citó al ex director general de la Policía. Sigue en página 10El que fue máximo responsable de la Policía y sigue siendo el principal sospechoso del caso Faisán, Víctor García Hidalgo, acudió a la Audiencia Nacional como imputado. Era la segunda vez que lo hacía y quizá la más importante. El juez citó a García Hidalgo el 8 de mayo y fue suspendido el 14 de mayo, seis días después. Es decir, en vísperas de ser suspendido, realizó una de las diligencias más trascendentes del sumario. Y lo hizo, de nuevo, de forma secreta. Con la sola presencia del juez, el imputado, su abogado y el fiscal.
Fuentes cercanas al propio imputado explicaron que la declaración versó fundamentalmente sobre el teléfono móvil de tarjeta prepago que tenía en su poder Víctor García Hidalgo cuando aún era director de la Policía. Este teléfono fue detectado en las investigaciones sobre el bar Faisán. De hecho, como ya publicó EL MUNDO, en los informes policiales se incluían las llamadas desde ese móvil al del secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho.
Su citación no estaba vinculada con el chivatazo en sí porque Garzón, con sus habituales maniobras procesales, desgajó una pieza secreta sobre el movimiento de ese teléfono. El juez apostó de nuevo por que siguiesen secretas las investigaciones de por qué ese número (finalizado en 190) estuviera en poder de los etarras Jon Iurrebaso y Kepa Martínez cuando fueron detenidos en marzo de 2007.
Así, la citación de García Hidalgo no transcendió a los medios de comunicación. Dos días antes, el 6 de mayo, le había citado a declarar, pero se conoció públicamente y el juez decidió aplazarla «por defectos de forma». El 8 de mayo, García Hidalgo declaró en secreto.
Según estas mismas fuentes, el que fuera director general de la Policía e imputado por su presunta relación con el chivatazo a ETA recurrió al «no», «no lo sé» y al «no recuerdo» constantemente. Lo único que admitió (tenía difícil poderlo negar) era que el teléfono móvil de tarjeta prepago era suyo. Pero, a partir de ese momento, su declaración no aportó nada nuevo. Aseguró desconocer por qué ese número de teléfono estaba en poder de los dos etarras y negó haber mantenido con ellos ningún tipo de comunicación.
Cuando Iurrebaso y Martínez Suárez fueron detenidos, tenían números de teléfono que pertenecían a altos mandos de las policías francesa y española. Y aseguraron que eran mediadores entre ETA y el Gobierno. En aquel momento, el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero aún mantenía abierto el llamado proceso de paz con los terroristas.
No ha sido ésta la primera vez que García Hidalgo tuvo que pasar por la Audiencia Nacional. Ya declaró como imputado por su presunta implicación en el caso el 23 de diciembre de 2008, cuando en las puertas del tribunal la presencia mediática era muy escasa y su presencia pasaba más desapercibida.
«No sé», «no recuerdo», «me enteré por los medios de comunicación». Aquel día, éstos fueron sus tres argumentos principales para defenderse.
El magistrado tomó también declaración el mismo día al resto de imputados: el jefe superior de Policía del País Vasco y un inspector que entonces estaba destinado en Vitoria a la lucha contra el terrorismo internacional. La Policía consideró en sus informes a estos tres mandos como los autores del chivatazo. Según estos datos, García Hidalgo lo ordenó, el inspector de Vitoria entregó el teléfono al dueño del bar Faisán y el jefe superior fue quien alertó personalmente a Elosua.
En más de medio centenar de ocasiones, García Hidalgo recurrió entonces al «no recuerdo». Su declaración apenas se glosó en una docena de folios. Ocupan más las preguntas de Garzón que las respuestas de García Hidalgo, quien, nada más comenzar, ya recurrió al «no recuerdo» cuando, en la segunda pregunta, el juez le cuestionó por la fecha en que fue nombrado director general de la Policía.
Garzón le realizó un completo interrogatorio, con más de un centenar de preguntas, según informaron fuentes cercanas al caso. Entre el «no me acuerdo» y el «no sé», el que fuera máximo responsable de la Policía despachó su comparecencia. Pero el juez le llegó a preguntar si sabía que se había producido una filtración policial a ETA, a lo que García Hidalgo respondió que se había enterado por los medios de comunicación. El chivatazo se produjo en marzo de 2006 y fue desvelado por EL MUNDO en junio de aquel año. García Hidalgo permaneció en su cargo hasta septiembre.
En su declaración, el ex director general no recordó absolutamente nada de sus conversaciones clave con el jefe superior del País Vasco tanto la víspera como el mismo día del chivatazo. La Policía sostiene en sus informes que García Hidalgo ordenó a este mando policial que diera el chivatazo y que éste se sirvió de un inspector de Vitoria para hacerle llegar un teléfono a Elosua (dueño del Faisán), con el que le advirtió de que estaba siendo vigilado y que había una operación para detenerle.
Otro que se enteró por los medios de comunicación, como felipe..., manda güebos....
ResponderEliminarNo nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba).