20 de Octubre de 2010 - 10:10:03 - Luis del Pino
Ha elegido Gabriel Moris, para su más reciente artículo sobre el 11-M, una imagen ciertamente sugestiva. Recuerda Gabriel que los búnkeres son instalaciones militares (también los hay civiles) de carácter defensivo y se pregunta cómo destruir el búnker que nuestros gobernantes han construido en torno a la masacre de Madrid.
Resulta sugerente la imagen porque, en efecto, las distintas instituciones que hubieran debido arrojar luz sobre lo que ocurrió en Madrid aquella mañana de marzo, se han atrincherado en torno a una versión oficial que ya ni siquiera pretenden que resulte creíble y se limitan a rechazar con facilidad cada ofensiva que desde el frente mediático, el cívico o el judicial se desarrolla. La semana pasada, sin ir más lejos, Francisco José Alcaraz reprochaba a nuestros representantes políticos, en el Congreso, su negativa a atender a las demandas de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, que ha solicitado amparo en vista del obstruccionismo del Ministerio de Interior en la causa que se sigue contra el comisario Sánchez Manzano por presunta manipulación de pruebas y falso testimonio.
¿Servirá de algo esa admonición de Alcaraz a sus señorías? Por supuesto que no. Eso no quiere decir que no haya que sacarles los colores a los diputados, pero las palabras de Alcaraz serán amortizadas por nuestra clase política a beneficio de inventario, de la misma manera que se amortizaron antes las de Ángeles Domínguez, presidenta de la AAV11M, en ese mismo sentido y en ese mismo escenario.
Pero existen otras dos acepciones de la palabra búnker que hacen que esa imagen elegida por Gabriel resulte especialmente adecuada. "El Búnker" - con mayúscula - se llamó, durante la Transición española, a ese sector del régimen franquista que se oponía con uñas y dientes a cualquier tipo de reforma democrática, por tímida que fuera. Desde ese punto de vista, no cabe sino constatar el paralelismo de aquella clase política periclitada con una parte nada desdeñable de nuestra actual clase política, empeñada hoy - como ayer el otro Búnker - en defender a capa y espada un régimen que lleva muerto desde que alguien reventara cuatro trenes repletos de pasajeros el 11 de marzo. Y dentro de esa defensa de un régimen muerto, el mantenimiento de la versión oficial de la masacre de Madrid juega un papel fundamental, puesto que de ese mantenimiento dependen, en cadena, la supervivencia del actual reparto de poder, de las presentes instituciones y de las prebendas existentes.
Hace un par de años, todavía era posible encontrar periodistas o políticos que defendían sinceramente la veracidad del núcleo básico de la versión oficial del 11-M. Hoy, es tarea casi imposible encontrar a alguien capaz de argumentar en ese sentido. A cambio, lo que cada vez abunda más son aquellos que en conversación informal recurren a un razonamiento que tiene mucho que ver con la tercera acepción del término elegido por Gabriel Moris para titular su artículo.
Porque "búnker" se llama también a las instalaciones - civiles o militares - pensadas no para preservar, sino para "contener" lo que hay en su interior. Es decir, también se denomina búnker a aquellas instalaciones que no están destinadas a proteger algo frente a los ataques del mundo exterior, sino a proteger a ese mundo exterior frente a lo que el búnker contiene: por ejemplo, instalaciones utilizadas como cementerio nuclear de residuos radiactivos o instalaciones empleadas para la realización de experimentos biológicos.
Según esa tercera acepción, la versión oficial de la masacre de Madrid actúa como auténtico búnker que pretende aislar a la sociedad española del conocimiento de lo que el 11-M representa y de las consecuencias que ese conocimiento traería. "¿Acaso no es mucho mejor - te dicen quienes así argumentan - evitar asomarse al abismo? ¿Qué sentido tiene ya remover algo que huele tan mal? La sociedad española no está preparada para mirar al monstruo a la cara. Dejémosle dormir en su búnker".
El Gobierno ha condecorado a Driss Jettou, primer ministro marroquí durante el 11-M. Nada más natural. ¿Acaso existiría la versión oficial del atentado si no hubiéramos contado con la inestimable colaboración de los "servicios amigos" a la hora de apuntalar tal o cual cabo suelto?
Este gobierno y sus acólitos, no tiene decencia ni dignidad, ni nada que se le parezca. Espero que sus conciencias les pasen factura.
ResponderEliminarNo nos merecemos un gobierno que nos mienta (palabras dichas por rubalcaba).