FERNANDO LÁZARO / Madrid
No es ni quién ni qué dice, sino cuándo lo dice. José María Aznar fue fiel ayer de nuevo a su discurso, cuando más ruido político hay desde las filas del Gobierno, cuando más voces hablan del final de ETA y abren el debate de la legalización de Batasuna. Aznar recibió el reconocimiento del Observatorio Internacional de Víctimas del Terrorismo, en un acto organizado por el CEU bajo la dirección de Cayetano González. Y entre los presentes, uno de los que la víspera había abundado sobre la legalización de Batasuna, el diputado socialista José María Benegas, único representante en la sala del partido que gobierna.
De nuevo, nadie del Ejecutivo. Ni siquiera del Ministerio del Interior, de quien dependen la dirección general cuya obligación es atender a las víctimas del terrorismo, pese a que entre los premiados, además del presidente de la asociación de víctimas del terrorismo francesas, Guillaume Denoix de Saint Marc, estaba el que fuera hasta hace cuatro días presidente de Colombia, Álvaro Uribe.
Sí estaba la plana mayor del PP. Mariano Rajoy, María Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, Antonio Basagoiti y Arantxa Quiroga, entre otros, arropando a Aznar en un acto al que, como se encargaron de recordar los organizadores, asistía en su doble condición de ex presidente del Gobierno y azote de ETA y de víctima de los propios terroristas. Un comando intentó volar su coche por los aires en 1995, en vísperas de las elecciones generales que le llevaron a La Moncloa. Al acto de ayer acudieron los representantes de casi todas las asociaciones de víctimas del terrorismo, que estuvieron acompañadas también por el presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes. Además, acudió al evento la presidenta de UPyD, Rosa Díez.
Aznar insistió: «Si un lenguaje viscoso, pensado no para condenar el terrorismo, sino para evitar esa condena, se considera suficiente para abrirles las puertas del sistema del que siguen siendo enemigos y al que quieren destruir, habremos cerrado los ojos a décadas de sufrimiento y de infamia». «Si éstos que hace todavía muy poco tiempo colocaban la diana para que ETA matara son aceptados en las instituciones y admitidos de nuevo en el juego democrático, aceptaremos que hay que hacer como si ETA no hubiera existido».
Y es que Aznar no tiene dudas de que ETA «ni renuncia a su existencia ni renuncia a sus objetivos. Nada debemos esperar de ETA ni de sus instrumentos políticos que no sea el resultado de la capacidad y de la voluntad del Estado de Derecho para derrotarles».
«Y al hablar de derrota -añadió Aznar- no sólo me refiero a conseguir el desmantelamiento de una organización terrorista más allá de cualquier recuperación. Me refiero también a la derrota de cualquier atisbo de legitimación de su trayectoria criminal».
Fue claro y contundente: «El futuro libre de la amenaza terrorista no puede ser el testimonio de una transacción de la democracia, sino de su triunfo». E insistió sobre el mismo punto para que no hubiera dudas: «La democracia no debe hacer transacciones, sólo tiene que triunfar».
Mariano Rajoy no tenía previsto inicialmente acudir a este evento. Pero su presencia despertó curiosidad y, sobre todo, comentarios. El hecho de que variara su agenda y estuviera con las víctimas del terrorismo cuando se ha desatado la tormenta política sobre la legalización de la izquierda abertzale no pasó desapercibido a nadie.
Asi es y debe de ser, claro mensaje para los ciegos del gobierno.
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