domingo, 8 de agosto de 2010
Complot contra Euskadi
«Han pasado los años de la infamia y en el País Vasco los ciudadanos víctimas de exclusión bajo amenaza inician una revolución silenciosa»
08.08.10
AGUSTÍN REMESAL | PERIODISTA
La conspiración ha sido por fin puesta al descubierto: la Vuelta ciclista a España quiere demostrar este año que las tierras vascas son del Reino de España. El aviso es de Josefa Egibar, el portavoz del Partido Nacionalista Vasco, quien no puede soportar esa ocupación del País Vasco, siquiera transitoria y con fines estrictamente deportivos. No se ha percatado todavía Egibar de que las dos etapas de la Vuelta programadas en carreteras vascas se disputarán en los días anteriores al de la llegada de la carrera a Madrid. Esa misma fue precisamente la estrategia militar del general Zumalacárregui en la primera Guerra Carlista: asediar al enemigo en las montañas, tomar Bilbao a sangre y fuego y derrotar después en el llano a los ejércitos liberales para ocupar sin resistencia la capital de España. O témpora…
La Vuelta abandonó las carreteras vascas en 1978, tras el sabotaje de una etapa contrarreloj en San Sebastián. El ciclismo vasco siguió produciendo campeones, pero los aficionados se perdieron el espectáculo de sus hazañas en la era Induráin. Durante las trepidantes etapas del Tour de Francia fue causa de mucha extravagancia este año la profusión de banderas vascas y catalanas en los arcenes de ascensión al Tourmalet, cuando imponía su ley un joven de Pinto (Madrid) frente a un amigo suyo luxemburgués, mientras el resto de los ciclistas en competición representaban el papel de meros gregarios.
Algo huele a pistola y miedo desde hace demasiado tiempo al norte del Ebro. Una de las primeras bombas fabricadas por la banda terrorista ETA hizo explosión en el puerto de Urbasa en el verano de 1968, poco antes de que cruzara esa cima la Vuelta; no hubo muertos, pero la competición ciclista española inició con resignación su retirada de tierras vascas, a pesar del fervor que ese deporte enciende en la gente vascongada. Algo cambia ahora, tras cuatro décadas de mansedumbre, en ese territorio dominado por la violencia, el sometimiento y la confusión. Parece que la amenaza terrorista se ha reducido tanto que los intereses económicos de la competición ciclista pueden afrontar el reto de regresar a ese enclave controlado hasta ahora por una oscura amalgama formada por el terror sanguinario, el interés político de los profesionales del chantaje y la sumisión general. Dicen quienes conocen con mayor precisión el estado de cosas que la pandilla etarra anda en horas bajas, que su tropa está en desbandada y que ya caen en manos de la Policía incluso su milicia mejor camuflada.
Gurutz Agirresarobe, presunto asesino del jefe de la Policía local de Aindoain Josefa Pagazaurtundua, es por ahora el último de los 68 etarras detenidos este año. Los detalles del crimen y del arresto muestran el cambio radical del escenario: ha sido la Policía vasca la encargada de la operación, cuyo resultado, de confirmarse las hipótesis basadas en la pruebas genéticas, llevará a la cárcel a un asesino que ha logrado vivir en aparente normalidad durante siete años a escasos kilómetros del lugar del crimen y ante los ojos de los familiares y los amigos de la víctima.
Agirresarobe trabajaba en una empresa de extintores, jugaba en el equipo de rugby de su pueblo, esperaba un hijo y participaba con moderación en las manifestaciones de 'abertzales'; era, en definitiva un ciudadano corriente y al tiempo una bomba de relojería a la espera de ser activada de nuevo a través de la línea de órdenes de ETA.
La Policía autonómica vasca ha demostrado en menos de un año la eficacia de sus efectivos cuando se pone en orden al fin de combate frente al enemigo real. La Ertzaintza ha logrado sacar a la luz a un presunto asesino y el paisaje de la violencia etarra comienza a tomar un perfil más exacto. Poco se mueve al norte de los Pirineos sin que los gendarmes echen mano a los cabecillas, los zulos están vacíos, los 'txokos' de la conjura son menos impunes, las sacristías ya no acogen ni bendicen a los violentos y los patrocinadores de la pistola y la pólvora están enquistados solo en algunos ayuntamientos. También se resquebraja el frente de los presos etarras y algunos notables optan por dejar la organización para gozar de los beneficios carcelarios.
Ha sonado quizá la hora del punto final, como reitera en cada una de sus cartas de arrepentimiento el veterano dirigente etarra José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis', que escribió su primer memorial contra la violencia etarra pocos meses después de ser detenido, en la primavera de 1992, en Bidart. Desde la prisión parisina de La Santé, donde pasó los primeros años de su arresto, buscaba ya los canales de la negociación, una fórmula de capitulación con honor y el método para explicar esa rendición que no compartían sus compañeros de celda. Pretendió incluso Txelis anunciar su plan ante las cámaras de Televisión Española, y así lo hizo saber confidencialmente a través de un intermediario.
Han pasado los años de la infamia y en el País Vasco los ciudadanos víctimas de exclusión bajo amenaza inician una revolución silenciosa para instalar en la vida real lo que hasta hoy era caverna y miedo. Ha llegado también la hora de la generosidad para abrir las puertas a los arrepentidos con el debido certificado legal. Permanece en sus trincheras el chantaje nacionalista: ver un complot en el espectáculo de la Vuelta a España cruzando el Nervión o en el de la selección española de baloncesto disputando en Álava un torneo internacional es pura paranoia política. A no ser que las conspiraciones se transmitan por la televisión.
Si esto va cambiando con cuenta gotas, pero hasta ahora, a todos les ha ído bien el tema del terrorismo, y hay algunos que les a ído pero que muy bien, y no están por la labor de tirarlo todo por la borda, por eso meten cizaña.
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