viernes, 23 de julio de 2010

Los muertos, al hoyo



22 de Julio de 2010 - 14:53:20 - Luis del Pino

Si se parte de la premisa de que el PSOE está empeñado en una batalla por confederalizar España y el PP se encuentra en la trinchera contraria, tratando de poner coto a los desmanes nacionalistas, entonces todos los análisis fracasarán sin remedio al confrontarlos con la realidad.

Si se quiere entender lo que está pasando con este régimen colapsado, es preciso reconocer que tanto PSOE como PP comparten unos objetivos comunes desde después de las últimas elecciones generales, tras el famoso periplo mexicano de Rajoy.

Aunque existan reductos en el PP (en la la Comunidad de Madrid, por ejemplo) que aún avalan públicamente los principios que el partido defendió en las dos legislaturas anteriores y con los que concurrió a las elecciones de 2004 y 2008, y aunque la inmensa mayoría de los cuadros medios y militantes sigue compartiendo esos principios, la dirección actual del PP no es en absoluto ajena a la operación de derribo controlado de la Constitución.

Ese derribo no se trata de un empeño personal de Zapatero, ni tampoco de un plan exclusivo del PSOE, sino de una hoja de ruta pactada por los dos partidos mayoritarios con los dos principales partidos nacionalistas, con dos ejes fundamentales: la superación de facto de la Constitución, gracias a la brecha abierta por el Estatuto de Cataluña, y el fin negociado de ETA. Se trata de un paquete, que se entregará completo o no se entregará.

Si alguien tiene dudas sobre la naturaleza pactada de ese entierro constitucional, no tiene más que ver la actitud del PP gallego o del PP valenciano en el tema de la lengua - que no tiene mucho que envidiar a las imposiciones nacionalistas - o las declaraciones de González Pons avalando la política de gestos penitenciarios de Rubalcaba.

O basta también con hacerse un par de preguntas malintencionadas. En el caso de la negociación con ETA, por ejemplo, la presencia de mediadores internacionales en el "proceso de paz" es un hecho, sin que el PP haya alzado hasta el momento la voz para denunciar algo tan simple como que esos mediadores no estarían interviniendo a menos que existiera un aval del Gobierno a las negociaciones.

Y la razón de que el PP no haya alzado hasta el momento la voz es, precisamente, que esa presencia de mediadores internacionales tampoco se explica a menos que el PP haya autorizado su presencia: ¿participaría un mediador internacional en ese proceso si los acuerdos alcanzados corrieran el riesgo de ser incumplidos tras una eventual llegada de Mariano Rajoy al poder? Es evidente que no: los acuerdos necesitan estar blindados y cuentan, por tanto, con el aval del PP. De ahí las respuestas de Rubalcaba, afirmando que el PP está perfectamente informado de las cosas, cada vez que alguien le echa en cara la existencia de negociaciones sumergidas. De ahí, también, la reciente intervención de González Pons en defensa de Rubalcaba.

En el caso de los acercamientos a los nacionalistas, piénsese en cuál es el sentido de la reciente reunión de Urkullu con Rajoy, de la que el lider del PP salió diciendo lo fácil que le resultaba hablar con el dirigente nacionalista. Observe el lector que Rajoy y Urkullu pueden reunirse cuantas veces quieran, y negociar lo que les venga en gana, sin que los simples mortales nos enteremos. En otras palabras: para hablar, negociar o pactar, Rajoy y Urkullu no necesitaban dar tres cuartos al pregonero. Lo cual indica, por supuesto, que se trata de una escenificación buscada: lo que se pretendía no era hablar o pactar, sino transmitir a la opinión pública el mensaje de que PP y PNV hablan y pactan. Y el único sentido que tiene el querer transmitir ahora a la opinión pública ese mensaje es como preparación para la materialización de futuros pactos.

Una vez que se ha comprendido que los objetivos están fijados, y que esos objetivos son compartidos por la dirección de los dos partidos mayoritarios, resulta sencillo entender que el único problema que le queda por solventar a nuestra clase política es cómo vender esa hoja de ruta a la opinión pública. De lo que se trata no es de decidir si la Constitución se destruye o no, porque la Constitución ya está destruida, por lo menos sobre el papel. De lo que se trata es de hacer que la opinión pública acepte esa destrucción.

A partir de ahí, analizar cada gesto, cada declaración o cada actitud resulta sencillo. Basta con peguntarse a qué segmento de la ciudadanía va dirigido cada mensaje y ver qué es lo que se quiere vender con él.

En el caso del Estatuto de Cataluña, por ejemplo, se nos ha impuesto a todos los españoles, con la connivencia de los dos partidos "nacionales", una sentencia que destruye las últimas garantías de los derechos ciudadanos en Cataluña. Pero, al mismo tiempo, y con todo desparpajo, se le hace llegar al electorado de CIU un mensaje victimista (¡nos han tocado el Estatut!) y al electorado del PSC se le manda un mensaje posibilista, en forma de eventuales acuerdos PSC-PSOE para pisotear la Constitución allí donde el Tribunal Constitucional no la ha pisoteado.

La existencia de mensajes contradictorios refleja únicamente que nuestra clase política es perfectamente consciente de que, a la hora de seguir impulsando la hoja de ruta, cada segmento de electores necesita un tratamiento diferenciado.

Partiendo de estas bases de análisis, permítanme que les haga unas cuantas predicciones:

1) la consolidación de la ruptura constitucional requiere que el próximo gobierno central sea de coalición entre PP y PNV y que CIU entre en el próximo gobierno catalán. Así que ya se encargará Rajoy, con o sin la ayuda de nuevas Gürteles, de no ganar por mayoría absoluta.

2) la independencia de facto (peor aún, la condición de metrópoli) que la sentencia del Estatuto otorga a Cataluña) deberá extenderse también al País Vasco, para lo cual resulta altamente conveniente que sea Núñez Feijóo quien abra el fuego, planteando un nuevo estatuto en Galicia.

3) habrá pronto un nuevo comunicado de ETA, con nuevos "gestos". Si todavía existiera resistencia al derribo constitucional, cabría la posibilidad de que se optara por mantener un poco más la presión social del terror. Pero, una vez que el PP se ha incorporado al acuerdo, nada se opone a la implementación de la hoja de ruta original: abandono de las armas a cambio de confederalización.

En resumen: los mil muertos a manos de ETA, al hoyo; y los vivos, al bollo.

1 comentario:

  1. Esto es un sin fin de disparates, cada uno va a pillar cacho, sin pensar en otra cosa, los muertos, muertos están y pelillos a la mar. Cada oveja con su pareja, vaya vergüenza de país.

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