viernes, 23 de julio de 2010
EL REVÉS DE LA TRAMA
JUSTINO SINOVA
¿Y qué fue del talante?
Zapatero usó la voz talante como una muleta para lidiar en el coso de la política. Pero talante es un vocablo neutro que necesita de un adjetivo para significar algo: hay talante apacible o mordaz, excluyente o conciliador, jovial o sombrío. Talante a secas denota poca cosa: algo tan genérico como carácter, que puede ser tan intempestivo como admirable. Hay que reconocer a Zapatero la gracia de convertir talante en sinónimo de intención de dialogar y fue tanta la tabarra que dio con ello que él mismo se erigió en campeón oficial del diálogo. Cuando él gobernara ya no habría asunto mayor o menor que no se solucionara con el diálogo. La política iba a desembocar en las aguas idílicas del entendimiento.
A veces la opinión pública (y los observadores) no ven lo que tienen delante de sus narices. Tras el hundimiento del Prestige y la contaminación de playas en Galicia, Zapatero y su partido mudaron su talante, o sea su voluntad pregonada de dialogar, por la asonada. Luego la opinión pública (y muchos observadores) asistieron al tumulto político organizado tras el atentado del 11-M, en el que el diálogo quedó enmudecido por la agresión verbal, el cerco a sedes del partido contrario y hasta la acometida incivil contra el presidente del Gobierno de entonces, Aznar, a quien algunos le insultaban a voces con el talantoso dicterio de «asesino». Yo he repetido y me reafirmo en que aquellos tres días hasta la votación del 14, con una jornada de reflexión violada en las calles, fueron los más tristes de la democracia. Pero estas perturbaciones tampoco infundieron en la opinión pública (ni en muchos observadores) la convicción de que el talante era sólo un eslogan.
Como era de temer, una de las primeras acciones del publicista del talante en el Gobierno sería otro desmentido de sus anuncios, y éste fue también sonado. Se trató del intento de exclusión del principal partido de la oposición del ámbito político mediante un pacto con otros partidos, lo que definió un gris actor en momento de infeliz memoria como un cordón sanitario en torno al PP. No sólo es que Zapatero entienda la oposición política como una instancia de apoyo a sus gestiones de gobierno, lo que desbarata la esencia de una institución básica de la democracia, sino que quiso arruinarla mediante el aislamiento. Tampoco entonces muchos observadores percibieron la gravedad de la maniobra aunque sí me pareció advertir que una parte de la opinión pública empezaba a reaccionar.
He recordado esta actitud cuando se cumplen diez años del ascenso al poder de Zapatero en el PSOE, prólogo de su conquista del Gobierno, porque me parece lo más significativo de su trayectoria. En medio queda el enorme error de su negociación con los terroristas de ETA y su consiguiente ristra de mentiras, su disimulo y su incapacidad con la crisis económica, su gravísimo desacierto con el Estatut y otros jalones lamentables amparados por el embuste del talante y la ausencia del diálogo prometido. No toda la gestión de Zapatero es rechazable, pero a estas alturas de la película queda diáfano el embeleco del talante que desapareció. ¿Desapareció realmente? No, en verdad, nunca existió.
Una verdadera pena estos politicuchos, aparte de ser unos chorizos algunos.
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