domingo, 10 de enero de 2010
Munilla, aclamado por los fieles con una ovación de ocho minutos
Durante su homilía, el prelado admitió que se había sentido presionado por las reacciones que provocó su nombramiento
Munilla, aclamado por los fieles con una ovación de ocho minutos
Entre el cariño popular y el desaire de políticos locales
JAVIER PAGOLA | SAN SEBASTIÁN
Actualizado Domingo , 10-01-10 a las 09 : 18
El pueblo se volcó ayer de una manera formidable en la toma de posesión de monseñor José Ignacio Munilla como nuevo obispo de San Sebastián. Tan es así que le dedicó una «eterna» ovación —de casi ocho minutos— poniendo así calor al clima gélido con el que le había recibido a priori su tierra guipuzcoana, cubierta de norte a sur por la nieve.
Durante la ceremonia, el nuncio Renzo Fratini recordó el carácter universal de la Iglesia, también la vasca, y el nuevo prelado donostiarra, que admitió sentirse presionado, pidió unidad pero, al mismo tiempo, reclamó al clero guipuzcoano «obediencia a las orientaciones» del Papa. En varios momentos de la liturgia, Munilla no pudo contener la emoción y lloró, por ejemplo, cuando los coros y los fieles, en perfecta comunión, entonaron el «Gure Aita» (Padre Nuestro) o cuando varios de sus familiares subieron al altar para abrazarlo.
Al final, el frío se tornó en calor. Calor humano que derritió las gélidas vísperas que le han dedicado buena parte de los curas de la diócesis. La catedral del Buen Pastor se abarrotó de fieles para recibir a su nuevo pastor. Llegaron de toda la diócesis, de San Sebastián a Lasarte, de Tolosa al Goyerri... La acogida fue extraordinaria. Algunos procedían de fuera, especialmente de Palencia, donde ha dejado huella, pero la mayoría eran de Guipúzcoa.
La mencionada apelación al carácter universal de la Iglesia pronunciada por el nuncio del Papa en España (que presidía la eucaristía) fue interpretada como una advertencia a quienes han criticado la llegada de Munilla como una injerencia externa que puede liquidar la línea marcada por la diócesis en los últimos treinta años. Fratini hizo también una llamada a la unidad y a la «concordia mutua» vistas como «un don del Espíritu Santo». Dicho esto, volvió a lanzar un aviso a aquellos curas que se han rebelado contra Munilla cuando llamó a «postergar los prejuicios», más injustos si cabe cuando se tienen hacia personas a las que aún no se ha visto actuar.
Setién, ausente
Le precedió en su intervención monseñor Uriarte quien, en un tono conciliador, quiso mostrar su «lealtad» a su sucesor en el cargo. «No te faltarán en esta misión mi cercanía, mi lealtad, mis oraciones y, si fuera necesario, mi consejo», añadió Uriarte, quien reveló que ha pasado «largas horas» con Munilla analizando la situación de la diócesis.
Una vez que el nuncio le impuso la mitra y el báculo, Munilla se convirtió oficialmente en el nuevo obispo de San Sebastián. Fue, sin duda, el momento más emotivo de la ceremonia porque los fieles prorrumpieron en una intensa y calurosa ovación que llegó a romper el protocolo. De hecho, pese a los requerimientos de la sacristana, lejos de apagarse, los aplausos cobraron mayor intensidad y se prolongaron cerca de ocho minutos. Pudieron haber sido diez, doce, quince… si no llega a ser porque el propio Munilla pidió que concluyeran con un humilde «vamos a recogernos». La treintena de cardenales, arzobispos y obispos, entre los que no se encontraba el emérito Setién, también aplaudieron, aunque con menos intensidad. Entre los sacerdotes presentes, unos aplaudieron, otros no.
Ya como nuevo obispo, Munilla ofreció una homilía en tono conciliador, con reiteradas llamadas a la unidad de la diócesis, pero también a la obediencia. «Me presento ante vosotros pobre y humilde, con la inevitable sensación de que las expectativas que muchos de vosotros podáis tener son muy superiores a lo que quepa esperar de mí», dijo. Para explicar que le pesa la responsabilidad, entre otros motivos, por la presión existente, el nuevo prelado recurrió al relato que escuchó en boca de otro obispo, referente a la solicitud de un hombre «débil y enfermo» para tener una audiencia con el Santo Padre. Después de tantos controles y requerimientos para que no entretuviera demasiado al Papa, el buen hombre pudo presentarse ante el sucesor de Pablo y al ver su rostro, sólo acertó a balbucear: «¡Papa! ¡Pupa! «A buen seguro que habéis entendido la intención de mi pequeña broma... —explicó Munilla—. La presión que se genera en ciertos momentos es muy grande. Por ello, quiero pediros a todos vuestra comprensión ante mi pequeñez, al mismo tiempo que vuestra buena voluntad en la acogida de las palabras de este pastor de la iglesia».
Mensaje en euskera
«El factor mediático, tan influyente en nuestros días —insistió—, contribuye fácilmente a construir castillos en el aire, a ver gigantes donde sólo hay molinos; o tal vez, a juzgar como demonios a quienes simplemente comparten nuestra misma condición pecadora».
Las referencias a la unidad, dirigidas especialmente a los curas que se mostraron hostiles a un nombramiento, las expresó Munilla en euskera. Por ejemplo, cuando aseguró que «me presento ante vosotros con pleno deseo y disposición de trabajar en nuestra Iglesia diocesana de forma que todos juntos sirvamos a Cristo, nuestro Señor». «Caminaremos juntos —añadió—, creciendo en comunión, en plena apertura y obediencia a las orientaciones de nuestro querido Papa».
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Enhorabuena monseñor, espero que no se "tuerza" su homilia, y ceda al chantaje.
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