domingo, 24 de enero de 2010
La investigación policial tardó dos años en identificar a los presuntos autores del soplo
La investigación policial tardó dos años en identificar a los presuntos autores del soplo
- Todos los que usaron el móvil en Irún a esa hora fueron interrogados- De las 63 llamadas investigadas sólo una era sospechosa: la de un inspector de policía al jefe superior en el País Vasco- El presunto autor material del chivatazo llamó nueve minutos después a García Hidalgo, entonces director general de la Policía
MELCHOR SÁIZ-PARDO . COLPISA. MADRID Domingo, 24 de enero de 2010 - 04:00 h.
Contra viento y marea, en secreto y de espaldas al Ministerio del Interior. Casi marginados y con el punto de mira puesto en sus más altos superiores, a los que llegaron a pinchar los teléfonos móviles.
•QUIEN ES QUIEN EN LA TRAMA
■Los implicados montaron una cadena de mando paralela para ocultar el chivatazo
Los informes secretos del chivatazo a ETA remitidos al juez Baltasar Garzón permiten reconstruir dos años de una exhaustiva investigación policial que, a priori, no presenta fisuras y que, a pesar de las zancadillas, apunta sin género de dudas al alto mando de la Dirección General de la Policía y, en concreto, a su ex director Víctor García Hidalgo.
Los atestados del inspector jefe Carlos G. y sus cuatro subordinados -otro inspector jefe y tres inspectores-, basados en centenares de intervenciones telefónicas y análisis de llamadas, desvelan además la existencia en el cuerpo de una red de mando paralela tranzada por amistades personales y fidelidades para ocultar la delación.
Una "chicharra"
Los cinco informes sacan a la luz cómo se investigó el chivatazo con todo tipo de detalles. Cómo desde una llamada lograron llegar al mismísimo director de la Policía, y todo ello sin conocer lo que se habló en todo ese ingente tráfico de comunicaciones.
Los agentes supieron de la filtración a ETA el mismo día que se produjo, el 4 de mayo de 2006. Una chicharra (baliza) en el coche del jefe de la trama de extorsión, Joseba Elosúa, desveló el soplo. Si ese sistema de escuchas no hubiese funcionado, los agentes jamás hubieran sabido que un chivatazo había frustrado la operación prevista para horas antes.
Hasta ese momento, sólo habían visto que Elosúa, extrañamente, había salido de su restaurante a llamar por una cabina telefónica. Los investigadores desconocían que un supuesto policía, que había entrado por la puerta de atrás al local, había pasado al cobrador de ETA un teléfono desde el cual, -aseguran los atestados- el jefe superior de Policía del País Vasco, Enrique Pamiés, había alertado a Elosúa de que la Policía esperaba en la frontera al etarra José Antonio Cau, que iba a entrar en España para recoger "nueve millones de pesetas" recaudados con la extorsión.
Ese dinero -sostienen los informes- había sido entregado el día antes por el ex dirigente del PNV ya fallecido Gorka Aguirre, quien había hecho de intermediario con el empresario extorsionado. Según el sumario, el propio Aguirre iba a ser detenido ese día junto a otras nueve personas. Ya estaban decididos hasta los nombres de los 34 funcionarios que iban a practicar los arrestos, los registros e iban a redactar las diligencias.
Sin embargo, Cau no llegó nunca a Irún. La llamada desde la cabina abortó su viaje y fueron Elosúa y su yerno, Carmelo Luquin, los que se fueron a Francia. En la conversación entre ambos en el coche, el dueño del bar Faisán desveló a Luquin que la "txakurrada" (policías) le había avisado de los seguimientos para "no fastidiar todo el proceso", se supone que de paz. La conversación íntegra entre ambos (más de 1.500 palabra) figura en el sumario.
La pista de Elosúa
La investigación sobre el chivatazo sólo pudo arrancar tras la detención de Elosúa el 20 de junio de 2006. El supuesto recaudador de ETA reconoció desde el principio el soplo, pero sólo dio una pista: la delación se produjo entre las 11.20 y las 11.25 horas de ese día. A partir de ahí, los agentes empezaron a trabajar, en secreto y bajo tutela del juez Fernando Grande-Marlaska.
Los agentes, para evitar errores, se fijaron un arco de tiempo más amplio para rastrear llamadas. Fijaron su investigación entre las 11.10 y las 11.40 horas. Y se pusieron manos a la obra, había que analizar 1.932 llamadas recogidas en ese lapso por el repetidor de telefonía instalado en la plataforma transfronteriza de Zaisa, que cubre la zona del bar Faisán. Redujeron el círculo a 63, las que en esa media hora tenía una duración superior a cuatro minutos. Elosúa había dicho que la llamada del policía había durado cinco.
Y empezó la macro investigación. Uno por uno, los cinco policías se dedicaron a localizar e interrogar a todos los usuarios de esos móviles en busca del supuesto policía. Uno de los informes entregado a Garzón en abril de 2007 revela la magnitud de las pesquisas, sobre todo si se tiene en cuenta que por la frontera pasan personas procedentes de toda España.
Varios camioneros, comerciales, un responsable de Fiat, comerciales de Behobia, vendedores de coches, un pintor, llamadas entre matrimonios -incluso entre novios o amantes de viaje- un jardinero, un fontanero con una chapuza en la zona, un estanquero, un gasolinero, el trabajador de una inmobiliaria que enseñaba un piso, un señor que iba a la ITV, la queja de un usuario a una plataforma de televisión, un operador de Renfe, un padre primerizo que telefoneó para consultar cómo inscribir a su hijo en la Seguridad Social...
Todo fue comprobado. Los agentes revisaron una por una las 63 llamadas para confirmar las coartadas. Se desplazaron a Fraga (Huesca), a Calamocha (Teruel), a Coslada y Pozuelo (Madrid) para hablar en persona con algunos de los usuarios. Hasta viajaron a Valladolid para interrogar a un niño que había tenido la idea de telefonear a un amigo para despedirse cuando iba en el autobús con destino a Francia para una estancia de intercambio escolar.
Interrogatorios exhaustivos
El interrogatorio fue exhaustivo, según han relatado varias de las personas que cometieron el pecado de usar su móvil ese día, a esa hora y en esa zona de Irún.
De las 63 llamadas, sólo una era sospechosa: la realizada a las 11.23 horas por el inspector de policía de terrorismo islámico destinado en Vitoria, J.M.B, durante ocho minutos y once segundos. Y lo más sorprendente: el destinatario era el jefe superior de Policía de Euskadi.
Había surgido la pista que señalaba a la cúpula del Cuerpo Nacional de Policía y nacía la tesis que luego, siempre según los investigadores, se comprobó cierta: el funcionario había pasado su teléfono a Elosúa para que su jefe le diera el chivatazo. Los agentes del caso pidieron autorización judicial para rastrear las llamadas del inspector y del jefe, y lo que descubrieron les dejó de piedra. El policía también había llamado a su superior a las 11.04 horas desde las inmediaciones de la casa de Elosúa (una antena diferente), lo que concordaba a la perfección con la declaración policial del recaudador de ETA, que aseguró que había visto minutos antes de la misteriosa llamada a esa misma persona en las inmediaciones de su casa en Irún.
Los investigadores siguieron tirando de la madeja: el jefe del País Vasco, supuestamente nervioso, había llamado al agente a las 11.08 y a las 11.13 horas, y esas llamadas ya estaban bajo la cobertura de la antena del bar Faisán.
Dos llamadas perdidas
Pero lo más fuerte estaba por llegar con el análisis de las llamadas de Pamiés. El máximo responsable de la Policía en Euskadi, nada más producirse el soplo, llamó en dos ocasiones (11,34 y 11,42 horas) a García Hidalgo, quien no cogió el teléfono -en ese momento asistía a la toma de posesión de Joan Mesquida como director de la Guardia Civil-. García Hidalgo devolvió la llamada a las 11,53 horas y hablaron durante cinco minutos.
El repaso de las conversaciones del día anterior confirmó un "gran volumen de contactos" entre Pamiés y García Hidalgo justo después de que la tarde del 3 de mayo Grande-Marlaska hubiera dado luz verde a que la operación Urogallo contra el aparato de extorsión de ETA se desarrollara el día siguiente. Entre las 22 horas del 3 de mayo y las 14.35 horas del 4 de mayo el director y el jefe hablaron en diez ocasiones, cuatro llamadas las hizo García Hidalgo y seis Pamiés.
Los informes son tajantes: "Estas comunicaciones entran en contradicción con el procedimiento normalizado para la transmisión de novedades por el jefe superior", quien siempre solía despachar los asuntos de la lucha antiterrorista con el subdirector de la Policía, el delegado del Gobierno, con su asesor, y, a veces, con el comisario general de Información. Pero en las horas de la delación no hay una sola llamada de Pamiés al delegado ni a su cadena de mando. En las horas clave sólo telefoneó a García Hidalgo.
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