Un día es ver a Bolinaga, ese enfermo "terminal", torturador/secuestrador de Ortega Lara
al que el Ministerio del Interior concedió hace diez meses el tercer
grado penitenciario y un juez puso en libertad, tomando chiquitos por
los bares de Mondragón. Otro es contemplar al sanguinario etarra
Valentín Lasarte pasear tan ricamente por las calles de Lodosa
disfrutando de un permiso penitenciario. O asistir atónitos al akelarre
protagonizado este sábado en Biarritz por los huidos de ETA en un acto de evidente apología del terrorismo. O conocer que el Gobierno de Noruega
financia con 1,1 millones de euros seminarios en los que se estudia "el
movimiento vasco de autodeterminación" y en el que participan
dirigentes de Sortu. O leer el "Informe de vulneración de Derechos Humanos en el caso vasco" encargado
por el Gobierno de Vitoria y en el que se meten en el mismo saco los
asesinatos de ETA con los cometidos por los GAL o por –según el citado
informe– las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Son sólo cinco ejemplos tomados de la actualidad que sirven para confirmar lo que muchos nos temíamos y algunos quieren seguir sin ver: el Gobierno de Rajoy no se habrá sentado en los dieciocho meses que lleva en el poder en una mesa con ETA como hizo el Gobierno de Zapatero, pero está dejando que continúe lo que se conoce como el proceso de paz, que inició el expresidente socialista antes incluso de llegar a La Moncloa en 2004 y que fue pilotado en sus momentos clave por el actual líder de la oposición y secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. El Gobierno del PP dirá que algunos de los hechos citados anteriormente han sido consecuencia de decisiones judiciales en las que él no tiene nada que ver, o tomadas por otras instituciones. Excusas de mal pagador para intentar repartir o diluir las responsabilidades.
Primer hecho relevante: el 23 de julio de 2008, a los cuatro meses de haber perdido por segunda vez con Zapatero unas elecciones generales, Rajoy acudió al Palacio de La Moncloa para entrevistarse con aquél. Tras la reunión se dijo que habían alcanzado un pacto en política antiterrorista, pero nunca se ha conocido un documento escrito del mismo. Lo único que sucedió es que en los meses siguientes el líder del PP empezó a apoyar al Gobierno socialista en su política antiterrorista, llegando incluso a afirmar que había cambiado sustancialmente respecto a la seguida en la primera legislatura.
Segundo hecho relevante. El 20 de octubre de 2011 ETA anunció el "cese definitivo" de su "actividad armada". Ese día Rajoy hizo una declaración formal ante los medios en la sede del PP de la calle Génova y para asombro de propios y extraños afirmó que el anuncio de ETA se había producido "sin ningún tipo de concesión política". Posteriormente se supo que esa frase fue añadida por el propio Rajoy al texto que le habían preparado sus colaboradores después de haber conversado telefónicamente con Zapatero.
Tercer hecho relevante. El 10 de enero de 2012, cuando no había pasado ni un mes de su salida de La Moncloa, Zapatero se reunió durante dos horas en la sede del Ministerio del Interior con el titular de esta cartera, Jorge Fernández Díaz. Es de suponer que ese encuentro se celebró con el visto bueno del ya presidente Rajoy. Y también es de suponer que en el mismo Zapatero le transmitió al nuevo ministro del Interior los compromisos que su Gobierno había adquirido con ETA, como habían sido las negociaciones en Oslo, y en definitiva en qué punto se encontraba el proceso.
Ese falseamiento del relato supone, entre otras cosas, la equiparación de víctimas y verdugos; que no haya vencedores y vencidos; o que incluso –como pidieron los etarras huidos este pasado sábado en Biarritz– que los procedimientos judiciales se suspendan y que el Estado asuma la verdad por ellos defendida.
Los que, quizás con un cierto punto de ingenuidad o de perplejidad, se pregunten por qué este Gobierno del PP no da la batalla política e ideológica para que, en el supuesto final de ETA, no se falsee la historia y no se ofenda la memoria y la dignidad de las víctimas del terrorismo, puede que encuentren en las líneas precedentes una explicación. No puede ni quiere hacerlo porque está en el proceso. Es parte del mismo. Participa de una manera distinta a como lo hizo Zapatero, pero ya se sabe que, en la ascética tradicional, los pecados pueden ser cometidos por acción o por omisión. Lo de Rajoy es claramente lo segundo. Pero también conviene recordar, en este caso echando mano del refranero popular, que en el pecado se lleva la penitencia. Veremos si los ciudadanos tienen memoria a la hora de acudir por tres veces en los próximos dos años a las urnas.
Son sólo cinco ejemplos tomados de la actualidad que sirven para confirmar lo que muchos nos temíamos y algunos quieren seguir sin ver: el Gobierno de Rajoy no se habrá sentado en los dieciocho meses que lleva en el poder en una mesa con ETA como hizo el Gobierno de Zapatero, pero está dejando que continúe lo que se conoce como el proceso de paz, que inició el expresidente socialista antes incluso de llegar a La Moncloa en 2004 y que fue pilotado en sus momentos clave por el actual líder de la oposición y secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. El Gobierno del PP dirá que algunos de los hechos citados anteriormente han sido consecuencia de decisiones judiciales en las que él no tiene nada que ver, o tomadas por otras instituciones. Excusas de mal pagador para intentar repartir o diluir las responsabilidades.
Dejar hacer
La estrategia del actual Gobierno del PP es muy sencilla y al mismo tiempo muy propia de su jefe: se trata de que pase el tiempo y dejar hacer a otros, sean estos el actual Gobierno vasco del PNV, el PSE, el entorno de ETA, los mediadores internacionales o el Gobierno de Noruega. Eso sí, que no se note mucho. Si el proceso encalla, se le da un empujón y se promueve la puesta en libertad de algunos presos. Con Bolinaga se les fue la mano y tuvieron una reacción en la opinión pública que les asustó, porque, claro, esas cosas quitan votos, como se vio en las elecciones vascas del pasado mes de octubre, donde el PP se dio un batacazo monumental y pasó a ser la cuarta fuerza política en la Cámara autonómica. Tampoco es incompatible en esa estrategia que de vez en cuando se detenga a algún miembro de ETA o se hagan declaraciones altisonantes pero vacías de contenido –ese papel lo suele desempeñar el ministro Fernández– sobre la supuesta firmeza del Ejecutivo a la hora de plantar cara a la banda terrorista.Tres hechos que no han sido explicados
En el pasado reciente hay tres hechos relevantes que no han sido suficientemente explicados por sus protagonistas –fundamentalmente Zapatero y Rajoy–, lo que no obsta para que vistos ya con una cierta perspectiva arrojen luz para entender lo que está sucediendo en el momento presente.Primer hecho relevante: el 23 de julio de 2008, a los cuatro meses de haber perdido por segunda vez con Zapatero unas elecciones generales, Rajoy acudió al Palacio de La Moncloa para entrevistarse con aquél. Tras la reunión se dijo que habían alcanzado un pacto en política antiterrorista, pero nunca se ha conocido un documento escrito del mismo. Lo único que sucedió es que en los meses siguientes el líder del PP empezó a apoyar al Gobierno socialista en su política antiterrorista, llegando incluso a afirmar que había cambiado sustancialmente respecto a la seguida en la primera legislatura.
Segundo hecho relevante. El 20 de octubre de 2011 ETA anunció el "cese definitivo" de su "actividad armada". Ese día Rajoy hizo una declaración formal ante los medios en la sede del PP de la calle Génova y para asombro de propios y extraños afirmó que el anuncio de ETA se había producido "sin ningún tipo de concesión política". Posteriormente se supo que esa frase fue añadida por el propio Rajoy al texto que le habían preparado sus colaboradores después de haber conversado telefónicamente con Zapatero.
Tercer hecho relevante. El 10 de enero de 2012, cuando no había pasado ni un mes de su salida de La Moncloa, Zapatero se reunió durante dos horas en la sede del Ministerio del Interior con el titular de esta cartera, Jorge Fernández Díaz. Es de suponer que ese encuentro se celebró con el visto bueno del ya presidente Rajoy. Y también es de suponer que en el mismo Zapatero le transmitió al nuevo ministro del Interior los compromisos que su Gobierno había adquirido con ETA, como habían sido las negociaciones en Oslo, y en definitiva en qué punto se encontraba el proceso.
Rajoy: Gobierno como si ETA no existiera
Rajoy suele comentar, las pocas veces que no habla sólo de economía, que gobierna como si ETA no existiera. Craso error, porque ETA ya lo creo que existe. El presidente del Gobierno, que fue, aunque por un breve espacio de tiempo, ministro del Interior, sabe de sobra que ETA es algo mas que los comandos que integran sus pistoleros. ETA es un proyecto político que hasta hace año y medio ha matado a 857 personas para conseguir la independencia de lo que ellos llaman Euskal Herria e instaurar en ese territorio –lo dicen sus documentos– una república socialista. Para eso, ETA necesita el poder, y de momento –gracias a Zapatero, a los seis vocales del Tribunal Constitucional, comandados por Pascual Sala, que legalizaron a su brazo político y a la inacción de Rajoy– han conseguido ya gobernar en Guipúzcoa, en San Sebastián, en muchos otros ayuntamientos del País Vasco y de Navarra y ser la segunda fuerza política del Parlamento vasco, amén de tener siete diputados en el Congreso a través de la coalición Amaiur, con la que por cierto el ministro Wert se reúne para explicarle su reforma educativa, dándole de esa manera carta de naturaleza y de normalidad: "Se les trata como al resto de grupos políticos", explican de forma torticera portavoces del Ministerio de Educación.Falsear el relato de lo sucedido
Pero además la actitud de Rajoy de gobernar como si ETA no existiera lleva aparejada el riesgo, que ya es una realidad, de dejar que el relato de lo que ha sucedido en el País Vasco en los últimos cincuenta y cuatro años –ETA nació en 1959– lo elaboren, lo escriban y lo cuenten los amigos de los terroristas, eso que se ha venido en denominar "la izquierda abertzale", o los nacionalistas del PNV, que nunca han arrimado el hombro para conseguir la derrota de quienes nacieron en su seno, porque no les ven como sus enemigos sino simplemente como su hijos descarriados.Ese falseamiento del relato supone, entre otras cosas, la equiparación de víctimas y verdugos; que no haya vencedores y vencidos; o que incluso –como pidieron los etarras huidos este pasado sábado en Biarritz– que los procedimientos judiciales se suspendan y que el Estado asuma la verdad por ellos defendida.
Los que, quizás con un cierto punto de ingenuidad o de perplejidad, se pregunten por qué este Gobierno del PP no da la batalla política e ideológica para que, en el supuesto final de ETA, no se falsee la historia y no se ofenda la memoria y la dignidad de las víctimas del terrorismo, puede que encuentren en las líneas precedentes una explicación. No puede ni quiere hacerlo porque está en el proceso. Es parte del mismo. Participa de una manera distinta a como lo hizo Zapatero, pero ya se sabe que, en la ascética tradicional, los pecados pueden ser cometidos por acción o por omisión. Lo de Rajoy es claramente lo segundo. Pero también conviene recordar, en este caso echando mano del refranero popular, que en el pecado se lleva la penitencia. Veremos si los ciudadanos tienen memoria a la hora de acudir por tres veces en los próximos dos años a las urnas.
Estas palabras, es lo que define todo este estado del desgobierno que padece España y los españoles: en el pecado se lleva la penitencia. Veremos si los ciudadanos tienen memoria a la hora de acudir por tres veces en los próximos dos años a las urnas.
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