A pesar del sentir general, no todo lo que acontece actualmente es negativo. Los medios de comunicación, en cambio, tienen un apego excesivo a informarnos sobre los acontecimientos más sucios de nuestra vida cotidiana. De esta manera satisfacen el ego morboso que todos llevamos dentro. Si obraran de otra forma, igual contribuirían a agravar la crisis económica, que también les alcanza a ellos.
Si echamos una mirada, a vista de pájaro, al conjunto de la vida nacional, podríamos asimilarlo con una alcantarilla gigante que recoge los detritus de las altas montañas y los arrastra a los mares sin realizar ningún tipo de tratamiento sobre ellos. En la naturaleza ocurre al contrario, las aguas se contaminan al descender de las cumbres. Este año, excepcionalmente lluvioso, está siendo especialmente pródigo en hechos que contaminan nuestra convivencia sociopolítica. Parece una cloaca invertida, en la que el mayor grado de contaminación se encuentra en las más altas instancias. Basta con asomarse a cualquier medio de comunicación para verificar la certeza de estas afirmaciones. Fruto de todo ello es el pesimismo y la desesperanza que invaden a gran parte de la sociedad española.
En las conversaciones coloquiales que mantenemos se percibe, además de lo dicho, cierta resignación e impotencia para luchar por el cambio que todos anhelamos y necesitamos.
Los formadores de opinión repiten hasta la saciedad algunos mantras que los ciudadanos normales y corrientes admitimos como dogmas inmutables: Estado de Derecho y del Bienestar, régimen de libertades, y el adjetivo democrático. Con estos términos y poco más se nos puede someter a una oligarquía permanente; eso sí, votada por, al menos, un cincuenta por ciento de la población y en la que el voto de un experto tiene el mismo valor que el de un diplomado en Logse.
Pese a todo, la naturaleza –y el hombre es parte importante de ella– genera autodefensas que impiden la total descomposición de la sociedad y, por ende, de los individuos que la forman.
Si leemos las encuestas podemos verificar que entre los asuntos que más preocupan a los españoles figuran la corrupción generalizada y la clase política. No hace mucho tiempo que el terrorismo era una de nuestras primeras preocupaciones. Intento buscar infructuosamente el porqué de este cambio, pues en mi opinión el terrorismo, lejos de haber desaparecido, parece estar cohabitando en las instituciones. ¿Acaso me excedo en la apreciación?
No hace mucho tiempo han surgido iniciativas desde la sociedad civil tendentes a regenerar las instituciones. Igualmente, desde el seno de algún partido político se intenta crear una corriente de opinión bautizada con el nombre de Reconversión. Todo ello son intentos loables para depurar las cloacas, que son tan antiguas como la vida sobre la tierra. Con las aguas residuales ya es casi habitual su tratamiento en plantas depuradoras, que devuelven las aguas a sus cauces naturales. Al mismo tiempo eliminan y confinan los contaminantes nocivos y dan valor a otro tipo de contaminantes, para su utilización en otro tipo de aplicaciones, más o menos útiles.
El mayor vertido tóxico de España se produjo el 11 de marzo de 2004. Las cloacas se desbordaron y se contaminó la vida en común hasta niveles insospechados. Sólo se salvaron algunos reductos, situados en zonas bajas del caudal principal e incomunicadas con él.
Hasta hoy, no se ha reconducido el vertido a ninguna planta de tratamiento. Tampoco creo que exista voluntad de hacerlo. Yo me pregunto con frecuencia: ¿donde están nuestras autoridades?, ¿qué piensan al respecto? ¿Han previsto los medios materiales y económicos para responder a esta catástrofe planificada? ¿Piensan pedir ayuda o consejos a nuestros socios comunitarios? ¿Dónde están los defensores de los trabajadores desahuciados para siempre en los trenes? Y nuestros ecologistas, ¿tampoco reclaman depurar y prevenir este tipo de catástrofes ecológicas? Por cosas menos trascendentes hacen movilizaciones multitudinarias.
Coincidiendo con el noveno aniversario de los Atentados de los Trenes de Cercanías, la editorial Sepha ha publicado un libro titulado Las cloacas del 11-M, escrito por Ignacio López Bru. Recomiendo su lectura a cualquier persona que desee iniciarse en el conocimiento de los hechos, así como en el estudio del cambio que transformó la España de principios del siglo XXI en la de la corrupción y la depauperación generalizadas que sufrimos actualmente.
Ninguno de los poderes del Estado parece estar en disposición de reconducir la situación. Las iniciativas individuales y aisladas no parecen suficientes para corregir el deterioro generalizado.
Las cuestiones que se nos plantean son las siguientes: ¿quién tiene la altura de miras y la independencia necesarias para poder reconducir la situación?, ¿cómo descontaminar o dar valor unas estructuras y unos residuos altamente contaminados y contaminantes?
Estructuras y medios materiales no faltan, más bien sobran. El sentido del deber y la voluntad de depurar el Estado son nuestras carencias. La UE, ¿no es competente en esta materia?
Mantengamos la esperanza y agudicemos el ingenio, la esperanza es lo último que se pierde.
Invito a los lectores a entrar en esta página web y firmar la petición que allí se encuentra para investigar los atentados del 11-M
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Falta está haciendo en este país de pandereta, que eso es en lo que lo han convertido para sus intereses mezquinos. Tener al pueblo aborregado y asustadizo es lo que mejor les sirve de caldo de cultivo para sus fines. Una vez más, debe de demostrar este pueblo de gentes decentes, que lo indecente sobra, ya tuvimos bastante con una guerra civil como para andar con maquiavelos, golpes de estado y ladrones de guante blanco. España necesita saber la verdad caiga quien caiga de esta horrible masacre, y hasta entonces, esto no será España.
ResponderEliminarEspero que la justicia divina les pase factura, porque la terrenal ni está ni se le espera.