BÁRBARA BARÓN 21/01/2013
Corrían los años 80, los asesinados por ETA se
contaban por decenas
al mes y la mayor parte de la sociedad vasca no se inmutaba al ver el cuerpo de un policía con un tiro en nuca.
Los obispos de entonces no hicieron mucho por
aliviar el sufrimiento
de las víctimas. Mujeres, padres e hijos tenían que enterrar a sus seres queridos de forma casi clandestina. En las misas jamás se nombraba la causa de la muerte y solo se pronunciaban las iniciales del fallecido (eso cuando se dignaban a oficiar una misa, que muchos curas, empezando por el arzobispo Setién, se negaban a oficiar funerales de policias y militares, pero perdía el culo por oficiar el de los etarras, cuando se daba el caso). Para muchos, el asesinato iba incluido en el sueldo.
En medio de esta situación vivió Javier
Mendizabal. Era sacerdote en
la iglesia de San Nicolás, en el Casco Viejo de Bilbao. Fue el único párroco que dio a las víctimas lo que hasta entonces se les había negado: dignidad.
Celebró los funerales de todos a los que los
terroristas arrebataron
su vida. Pronunció sus nombres completos y afirmó sin miedo que eran héroes. Y como tales los trató.
Esto fue más de lo que el obispo de Bilbao pudo
soportar. Le
apartó de su parroquia y le recluyó en su casa. Las víctimas reaccionaron pronto. La Policía, la Guardia Civil y el Ejército le acogieron y se convirtió así en el "Páter", en el que oficiaba todas las misas para estos Cuerpos.
Se le veía por los pasillos de las comisarías,
con sotana,
txapela y las condecoraciones al valor que se había ganado a pulso, siempre con una palabra de aliento y consuelo para los que no se atrevían a tender su uniforme en lugar visible por miedo a ser identificados y asesinados por la espalda.
Javier Mendizabal murió el viernes 18 de enero de
2013, en Bilbao.
La parroquia de San José se llenó hasta los topes de gente que no ha olvidado que él fue el sacerdote de las víctimas. El que alzó la voz para denunciar lo que estaba pasando, para despreciar a los que asesinaban a inocentes, para ofrecer su hombro al que sufría por culpa del terrorismo. Un hombre generoso y valiente que dejó un recuerdo imborrable entre los que luchaban por España y por la Libertad en el Pais Vasco.
ETA está acabada, pero no debe desaparecer a
cualquier precio.
Muchos están intentando pervertir la palabra “víctima”. Igualar al que muere asesinado al que lo hace porque la bomba que iba a poner debajo del coche de un inocente estalla antes de tiempo. todos los muertos son iguales, nunca lo fueron. Para recordar a cada hombre que dio la vida por defender la libertad. Para entregar a las víctimas lo que nunca les debió ser arrebatado: dignidad y justicia. |
Yo también le conocí, era la "oveja negra" de la Iglesia vasca, era un hombre "raro" entre sus colegas de sotana, donde las ovejas blancas que dominaban el cotarro eran todos unos hijos de la gran puta; unos porque lo atestiguaban a diario con sus palabras y sus actos, otros porque callaban y se escondían.
ResponderEliminarLo raro es que le hayan dejado morir de viejo y no lo hayan asesinado los salvapatrias.
Por si alguno de los que lo conocían no se enteró. D.E.P. Se lo merece.