l Ordena que vuelvan desde América Latina terroristas cuyos delitos han prescrito
.
Un grupo de unos 15 etarras procedente de Iberoamérica se ha instalado
en Francia cumpliendo la orden de la dirección de ETA de regresar a ese
país. El mandato apela a los miembros de la organización denominados
deportados en la jerga etarra cuyos delitos hayan prescrito, y a ella se
han acogido veteranos asesinos con un historial abultado como Elena
Bárcena, apodada Tigresa [nada que ver con la etarra del mismo alias
Idoia López Riaño, que cumple prisión por 23 asesinatos]. Junto a ella
se han desplazado Francisco Javier Pérez Lecue, alias Niko, y
probablemente también José Ignacio Etxarte Urbieta, procedentes los tres
de Venezuela.Al menos los tres terroristas citados se han trasladado a Francia después de solicitar su pasaporte en la embajada española, un requisito imprescindible que se les ha concedido y que siempre habían intentado evitar porque lo consideran una humillación. Sin embargo, tras el cese definitivo de los atentados anunciado por la banda terrorista, ellos y varios etarras más, ocultos en otros países prácticamente durante décadas, han cumplido la orden de volver para poder contribuir a la estrategia que la organización vaya marcando. En Venezuela, al menos otros tres etarras han solicitado el pasaporte a la embajada.
En principio, las fuerzas de seguridad disponen de indicios que señalan que, aparte de querer trasladar la sensación a sus militantes de que se ha avanzado en la situación de normalidad, la banda pretende organizar algún acto en Francia (en la última tregua hubo uno similar protagonizado por Ángel Iturbe, el hermano de Txomin) que deportados y otros militantes que hayan superado el riesgo de ser detenidos realizarán con el fin de solicitar a los gobiernos español y francés que se sienten en la mesa de negociación para resolver, entre otras cosas, uno de los aspectos más delicados, lo que ellos denominan «las consecuencias del conflicto». Se refieren con ello a la situación de los presos, para los que oficialmente exigen una amnistía -aunque, en realidad, según fuentes de la izquierda abertzale, están dispuestos a asumir una salida escalonada- y atender el caso de los huidos, decenas de terroristas que, o bien quieren estar seguros de que los tribunales españoles no guardan ninguna causa sin prescribir contra ellos, o que saben que ingresarían de inmediato en prisión y pretenden impedirlo.
Según las fuentes consultadas, la banda terrorista no está en disposición de ayudar económicamente a los etarras que van llegando -tiene unos cálculos de supervivencia para sus actuales estructuras de unos dos años- y éstos están manteniéndose con sus propios recursos o con los que les hacen llegar sus familiares.
Los delitos prescritos de Elena Bárcena Argüelles, alias Neska o Tigresa, son brutales. Nació el 17 de junio de 1960 en San Sebastián y fue designada responsable del comando Piedra. En su primera etapa, ordenó la colocación de artefactos en el Palacio de Justicia, el Tribunal Tutelar de Menores y la Cámara de Comercio de la capital easonense.
En los 80 se le atribuye la participación en el secuestro de Mirentxu Elosegui, la hija de un industrial que fue liberada tras negociaciones con su familia que fueron mantenidas en la más absoluta reserva, y en el del empresario Saturnino Orbegozo, que fue rescatado por la Guardia Civil después de que los etarras dieran por rotos los contactos para el pago y anunciasen que iban a matarlo.
Sin embargo, el delito más dramático que se le atribuye, junto a su marido, Ignacio Rodríguez Muñoa, es el asesinato del capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios, en 1983, tras dos semanas de chantajes con los que la banda exigía la suspensión de un juicio contra varios de sus miembros. Martín Barrios tenía 39 años, estaba casado y tenía tres hijos. «Yo doy mi vida a cambio de la suya, pero que le suelten, por favor, no puedo más», fueron las palabras que pronunció su mujer, María de los Ángeles Alonso, en una comparecencia angustiosa ante la prensa. Fue inútil. Cuando se cumplieron los 13 días del secuestro, apareció su cadáver con la cabeza destrozada a tiros.
A Etxarte Urbieta, Garbi, se le atribuye su participación en un comando que preparaba atentados y secuestros. Entre sus informaciones figuraba una sobre el ex presidente del Fútbol Club Barcelona José Luis Núñez. Participó en el secuestro de Cruz Larrañaga y realizó seguimientos en Navarra, entre ellos sobre Jaime Ignacio del Burgo. Se benefició de las medidas de gracia acordadas entre el Gobierno y Euzkadiko Ezkerra. Fue procesado en marzo de 2010 por el juez Eloy Velasco en el sumario por los cursillos conjuntos entre ETA y las FARC.
Lekue fue colaborador del comando Donosti en los 70 y miembro del comando Madrid en la década de los 80. Se le atribuye la participación en la voladura del edificio de Telefónica en la calle de Ríos Rosas de Madrid.
En septiembre del pasado año, los tres etarras protagonizaron un episodio chocante cuando su embarcación, pilotada por un ciudadano haitiano, encalló en la zona turística de Los Roques, en Venezuela. Huían del régimen cubano, al que acusaban de incumplir sus pactos con los etarras que residen en la isla.
Cuba, México y Venezuela son los tres países en los que se esconden, según las fuerzas de seguridad, mayor cantidad de etarras. Algunos han buscado cobijo en países europeos, pero aquéllos cuyas causas han prescrito han recibido la recomendación de regresar.
Todos unos angelicos. Quien sabe, la vida da muchas vueltas y el mundo es un pañuelo...
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