La izquierda abertzale y sus socios en Amaiur lograron reunir ayer en Bilbao a miles de personas, en una manifestación multitudinaria que recordó a las décadas de mayor gloria social de Batasuna. La marcha en favor de los «derechos» de los reclusos discurrió sin incidentes y coreó insistentes consignas en favor de la amnistía para los presos de ETA, aunque sin hacer menciones específicas a la banda.
La manifestación no se celebró en el silencio «atronador» que habían prometido los convocantes -la plataforma Egin Dezagun Bidea (Hagamos el camino)- con el objetivo de cumplir las condiciones que impuso la Audiencia Nacional tras la solicitud de prohibición cursada por la asociación Dignidad y Justicia.
El magistrado Fernando Grande-Marlaska había exigido la ausencia de fotografías de reclusos y advirtió a la Ertzaintza de que debería disolver el acto si éstos recibían la denominación de «presos políticos». No ocurrió, salvo en las declaraciones previas a la manifestación, cuando el diputado de Amaiur Xabier Mikel Errekondo pidió a Mariano Rajoy que dé pasos «en la problemática de los presos políticos vascos».
El «nuevo inquilino de La Moncloa», como denominó al presidente del Gobierno la portavoz de la izquierda abertzale Miren Ugarteburu, fue el destinatario principal de sus mensajes. Ugarteburu le instó a «mirar bien la fotografía» de ayer porque, dijo, estaba a punto de empezar «la mayor manifestación que ha habido nunca en Euskal Herria».
La Policía no aportó cifras oficiales, pero los convocantes aseguraron haber atraído al menos a 16.500 personas de fuera de Bilbao en 300 autobuses. En cualquier caso, la marcha -que no contó con PP, PSE, UPyD, PNV ni IU, pero sí con los sindicatos nacionalistas y partidos invitados como ERC, además de las adhesiones simbólicas del actor Willy Toledo y la escritora Toti Martínez de Lezea- copó la calle Autonomía, una de las arterias de la ciudad, y captó el interés de varios medios extranjeros.
A la «internacionalización del conflicto» estaba dirigido precisamente el segundo lema de la pancarta. Tras la frase en euskara Con todos sus derechos, presos vascos a Euskal Herria, se leía en inglés Repatriar a todos los presos vascos. Detrás departían Martin Garitano y el histórico Tasio Erkizia, quien hace dos días escribió que la marcha serviría para demostrar que sus asistentes «no están por decir no a ETA, pero sí a la bota opresora del Estado».
Grande-Marlaska también había establecido que sólo se podrían corear los cambios en política penitenciaria permitidos por la ley. La anulación de la doctrina Parot, el fin de la dispersión en las cárceles españolas y la excarcelación de los enfermos fueron las peticiones formuladas oficialmente tanto por los dirigentes de Aralar, EA, Alternatiba e izquierda abertzale, como por los encargados de leer el manifiesto final, Inés Osinaga y Jon Garai. En cambio, las proclamas proferidas por los asistentes a lo largo de toda la marcha fueron más allá para exigir una vez más la «amnistía total», que también figuraba en una gran pancarta.
Fue una demostración de fuerza y como tal funcionó. Arrancó pasadas las 17.35 horas del pabellón de La Casilla y rozando las 19.00 horas la cabecera llegó al Arenal, frente al Ayuntamiento, donde los líderes abertzales y los centenares de familiares de presos que abrían la marcha fueron recibidos por el atronador rugido de la cantata Carmina Burana sonando a todo volumen.
Desde un escenario con una pantalla gigante, los portavoces aseguraron haber marcado «un hito» que les refuerza. «Hemos conseguido desbordar las calles de Bilbo y hoy es inevitable para el mundo mirar hacia Euskal Herria, a esta mayoría abrumadora de un pueblo que reclama el respeto a los derechos más elementales de las personas vascas que, a consecuencia del conflicto político que a día de hoy sigue sin resolverse, se encuentran presas o exiliadas», dijo Garai en una larga paráfrasis para evitar el concepto prohibido de «presos políticos».
>Vea hoy en EL MUNDO en Orbyt el análisis de Santiago González.
Gran manifa
La Navidad en Euskadi empieza con el mercado de Santo Tomás y la Lotería Nacional y termina con la manifestación por los presos y el comienzo de las rebajas. Así es todos los años, salvo en 2007; después del atentado de la T-4 no había ambiente. La de ayer, que contó con una asistencia multitudinaria, tenía algo en común con la de 1999: ambas se producían con ETA en posición descansen armas. Hace 13 años se llamaba «suspensión ilimitada de sus acciones armadas» y ayer, «cese definitivo de la actividad armada». Siempre han puesto nombres muy eficaces a lo suyo.
Había motivos para considerar que las condiciones del juez Grande-Marlaska para autorizarla eran algo angélicas, esa prohibición de llamar a los terroristas que cumplen condena «presos políticos». Así les calificaron poco antes del arranque de la marcha el diputado de Amaiur Xabier Mikel Errekondo y el fundador de Aralar y antiguo abogado batasunoPatxi Zabaleta. También hubo gritos a favor de los reclusos que se salieron de lo autorizado, por decirlo con palabras del juez, sin que la Ertzaintza disolviera la manifestación, advertencia que de por sí era un acabado manifiesto surrealista.
Eran decenas de miles, tal como podía preverse, y la manifestación transcurrió conforme a lo dispuesto por los convocantes. Los organizadores los calificaron de políticos y hubo gritos en su favor.
El lehendakari había pedido en reiteradas ocasiones el acercamiento de los presos. La última vez que puso algo de énfasis en ello fue el 29 de septiembre pasado. ETA correspondió en el boletín dedicado a los presos, Ekia, con un comunicado en el que la banda exigía a sus reclusos que se negasen a pedir perdón a las víctimas del terrorismo y a reparar el daño causado.
No era una manifestación por la paz, como habían advertido los convocantes, sino para meter presión al Gobierno. No hubo en toda la marcha una sola reclamación a ETA, ninguna invitación a disolverse, ni petición alguna de autocrítica. Los arcángeles de la paz deberían haber tomado nota hace ya algún tiempo de que sus gestos de buena voluntad no provocan nunca reacciones favorables en los terroristas, sino nuevas exigencias.
Fue una manifestación masiva, pero no estaban todos. Faltaban los presos, claro, pero también el PNV, que solía ser un habitual. El antiguo defensor de presos etarras Txema Montero exponía ayer mismo en El Correo una opinión muy razonable, pero bastante a contrapelo de la teoría dominante hoy en Euskadi: «La Guardia Civil ha sido el instrumento más efectivo en la lucha contra ETA», afirmación que ya había realizado en un artículo de opinión (Deia, 23-10-2011) en el que calificaba a «la Guardia Civil como vencedora inapelable de ETA». Montero, que fue expulsado de HB en 1992 y hoy mantiene posiciones próximas al PNV, tampoco asistió.
La ausencia del partido que hoy por hoy aún es hegemónico en la familia nacionalista responde a una lógica defensa de su espacio político. Acudir a la manifestación de ayer (o renegar del Estatuto) supondría un reconocimiento implícito de que la izquierda abertzale tenía razón en su lucha, que ellos, ay, se habían rendido 30 años antes de tiempo
Esto que dicen es vomitivo, siempre la misma canción, conflicto. No hay ningún conflicto, lo que hay es una panda de asesinos que deben seguir en la cárcel hasta que se pudran. Y una sociedad vasca enfermiza, que más parece que tienen el síndrome de estocolmo que otra cosa. Los asesinos en la cárcel, y los que los arropan, protegen y auspician, también. Que se dejen de comernos el tarro con el mal llamado conflicto, que ya huele...
ResponderEliminar«Hemos conseguido desbordar las calles de Bilbo y hoy es inevitable para el mundo mirar hacia Euskal Herria, a esta mayoría abrumadora de un pueblo que reclama el respeto a los derechos más elementales de las personas vascas que, a consecuencia del conflicto político que a día de hoy sigue sin resolverse, se encuentran presas o exiliadas»