- Documentos inéditos
- 10 ENE 2012/La gaceta
Manuel Cerdán. Compraron pisos, alquilaron coches, dispararon sus armas, pasaron varias veces la frontera... siempre indetectados
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ETA llegó a reunir en Madrid a más de 30 activistas para perpetrar el atentado de Carrero Blanco. Fue la mayor infraestructura que la banda terrorista ha desplegado en la capital de España para cometer un atentado. Además, los terroristas dispusieron de la colaboración de una amplia red de militantes de extrema izquierda que se oponían al régimen franquista. Muchos de ellos habían militado en el Partido Comunista de España. ETA obtuvo la información reservada sobre las costumbres y movimientos de Carrero de la escritora Eva Forest quien, a su vez, la había conseguido de un colaborador del Régimen. Este informó de que el delfín de Franco solía asistiar a diario a misa a la iglesia de Francisco de Borja, en la calle Serrano, a la misma hora –las nueve de la mañana– y sin apenas escoltas.
El operativo montado por ETA se inició a finales de 1972. A mediados de septiembre, José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, recibió una nota de Forest para que se entrevistara en secreto en la cafetería del hotel Mindanao de Madrid con un intermediario al que el etarra no conocía. Ese personaje, de quien 38 años después se desconoce su identidad, fue quien le facilitó los datos personales sobre el almirante. A partir de ese momento, ETA bautizó la misión criminal como operación Ogro, por las espesas cejas de Carrero. Argala fue acompañado a la misteriosa cita por Ignacio Pérez Beotegui, Wilson, que permaneció fuera del hotel, en la calle Francisco de Sales.
Ni Argala ni Wilson pueden facilitarnos la identidad de ese tercer hombre porque ambos han fallecido y se han llevado el secreto a la tumba. El primero fue asesinado en en Sur de Francia por el Batallón Vasco Español y el segundo murió en Vitoria de cáncer.
ETA concentró a tanta gente en Madrid porque en un principio el plan era secuestrar a Carrero, aunque al ser ascendido a presidente del Gobierno, en junio de 1973, la banda optó por el atentado.
Tras su labor informativa Argala y Wilson regresaron a territorio vascofrancés, donde se ocultaba la dirección de ETA con la complacencia del Gobierno francés. En una reunión del comité ejecutivo de la banda se decidió que Argala, Wilson y un joven nacionalista de 27 años, que llevaba sólo unos meses en ETA, conocido por el nombre de guerra de Ezkerra, fueran los responsables de la operación. A Ezkerra –Iñaki Múgica Arregui– le dijeron que los detalles de la misión se los facilitarían en Madrid.A mediados de enero de 1973 los tres terroristas se trasladaron a Madrid, donde se alojaron en un piso del barrio de Aluche que les había proporcionado Forest. El piso ya contaba con una cárcel del pueblo donde los terroristas pensaban ocultar a Carrero si era secuestrado, a fin de canjearlo por presos de la banda armada.
El comando desplazado a Madrid –comando Txikia– recibió el nombre de un dirigente etarra que había muerto en un tiroteo con la Policía, y estaba formado por todos los miembros de la Coordinadora de ETA: Pertur, Sabin, Serrano Izko, Goiburu Mendizábal, Esperanza Goikoetxea Icharro y Múgica Arregui. Ezkerra se alojó en un piso alquilado en el número 1 de la calle Mirlo, entre la Casa de Campo y Aluche, donde ya residían Wilson, Argala y Zigor.
Pero el despliegue de etarras en la capital española no se limitó a eso. La Coordinadora de ETA celebró una reunión en un piso de Getafe a la que asistieron otros muchos destacados terroristas.
De hecho, en cuestión de días ETA trasladó a Madrid a más de 30 activistas que se movían con plena libertad e impunidad por las calles de la capital sin que la Policía se percatara de su presencia. Resulta sorprendente que los terroristas alquilaran pisos y automóviles, robaran coches, hicieran reformas de albañilería en los pisos, compraran locales comerciales, realizaran un sinfín de trayectos entre la frontera y Madrid y hasta realizaran prácticas de tiro en los alrededores de la ciudad sin que la policía o sus confidentes detectaran tal trasiego.La estulticia policial llegaba al extremo de que nadie advirtiera que el presidente Carrero estaba siendo vigilado de cerca por unos tipos barbudos y con camisas de cuadros, algo absolutamente impensable en una sociedad autoritaria, en la que el el servicio de información Seced (Servicio Central de Documentación), que había sido creado por Carrero y estaba dirigido por el comandante José Ignacio San Martín, se jactaba de estar al tanto de todo. ¿Y qué decir de la Guardia Civil, dirigida por el general Iniesta, o los agentes de la temible Policía político-social del jefe superior Federico Quintero? Resultaba chocante la facilidad con la que ETA establecía sus bases en Madrid, a no ser por las malas relaciones y la descoordinación de los diferentes servicios policiales.
Con tanta facilidades, ETA se afianzó en Madrid y avanzó en un operativo que sólo conocían tres personas. Disponía en la capital de media docena de pisos francos. Uno en la calle General Perón en el que llegaron a alojarse nueve etarras; otro en la Avenida del Mediterráneo, comprado por Argala, y otros dos más en Alberto Aguilera y Prim, alquilados por Ezkerra. Otro piso, un bajo para construir una cárcel del pueblo, fue adquirido en Alcorcón por Forest por 400.000 pesetas que le entregó en mano Ezkerra. El plan señalaba que allí tenía que esconderse el comando tras cometer el atentado y así se hizo.Finalmente, Txomin, Peixoto y Ezkerra, con la ayuda de Argala y Atxulo, diseñaron el plan definitivo para asesinar a Carrero. Argala y Atxulo alquilaron el sótano del 104 de la calle Claudio Coello, desde donde cavaron el túnel para colocar los explosivos. Ezkerra y Txomin se desplazaron a Burgos, el 13 de diciembre, donde les esperaba Antonio Elorza, Willy, con 50 kilos de goma-2 y unos cartuchos de dinamita. La carga la trasladaron hasta el sótano del piso arrendado en la calle Claudio Coello en el maletero de un Morris blanco, que Kiskur había alquilado con papeles falsos.
Una semana antes del atentado, ETA mandó desde Francia a Madrid a otro comando para que diera protección a Trepa, Txomin y Ezkerra que, una vez hecho su trabajo, regresaron por tren, vía Barcelona, a suelo vascofrancés. A partir de ese momento, sólo quedaron en Madrid Kiskur, Argala y Atxulo. Este último fue quien, tras el atentado, condujo un automóvil estacionado en la calle Diego de León hasta el piso de Alcorcón. Allí permanecieron ocultos durante todo un mes hasta que viajaron a Francia. Era el fin de la operación Ogro, el mayor éxito de ETA y el gran fracaso de las Fuerzas de Seguridad españolas.
*Manuel Cerdán es periodista y autor de ‘El origen del GAL’.
Otra manera de contar el atentado de carrero blanco.
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