Alerta Digital
Atrás del PP quedan ya los atentados del 11-M, una masacre que se vinculó con miembros de la inteligencia marroquí y que tendrían un objetivo nuclear: impedir la llegada de los populares al PP en beneficio del PSOE. La intervención militar española en 2002 para recuperar el islote Perejil y los conflictos fronterizos entre Marruecos y España contribuyeron a deteriorar notablemente las relaciones entre ambos países. La llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE, lejos de mitigar los ánimos, contribuyó a exacerbarlos.
En uno de los gestos más infames que se recuerdan de un líder político español, a los pocos días de su elección al frente del PSOE, Zapatero viajó a Marruecos para desairar públicamente al Gobierno de su país. Tanto Mohamed VI como sus ministros agradecieron el gesto rastrero del entonces líder de la oposición dándole tratamiento de jefe de Estado. A Zapatero se le vió muy feliz entre sus filibusteros anfitriones y se cuenta que allí empezó a desbrozarse su camino a la Moncloa.
Uno de los momentos más oscuros de aquella visita tuvo lugar durante la reunión palatina de Zapatero con el monarca alauita. El embajador del Reino de España en Rabat, Arias Salgado, fue obligado por el leonés a salir del despacho regio. ¿Cabe imaginar un desplante mayor ni más humillante? ¿Qué asuntos de los tratados aconsejaban la no presencia del principal representante del Estado español en Marruecos? ¿Con qué autoridad ante las autoridades marroquíes podría tratar el embajador español los asuntos concernientes a intereses españoles y que reclamasen firmeza en sus posiciones? ¿Se habló acaso de cuestiones oscuras y se elaboraron planes siniestros que, en otro cualquier país con apego a su dignidad nacional, constituirían delitos de lesa traición?
Pues nada de lo anterior parece importar a Mariano Rajoy ni a los elásticos dirigentes populares, dispuestos a hacer borrón y cuenta y a olvidar agravios tan lesivos para España como la permisividad de las autoridades marroquíes con el tráfico de inmigrantes, la complicidad de altos cargos de aquel país con las exportaciones de hachís, las restricciones a nuestra flota pesquera o las agresiones a funcionarios policiales españoles en las fronteras de Melilla y Ceuta, entre otros muchos.
Marruecos ha sido, tradicionalmente, el destino del primer viaje al extranjero de los presidentes españoles. Zapatero apenas dejó pasar una semana desde que llegó a La Moncloa hasta que se desplazó a Casablanca para reunirse con el monarca alauíta, en abril de 2004. El nuevo presidente español, Mariano Rajoy, mantuvo ayer su primera conversación con Mohamed VI, según reveló la Casa Real marroquí a través de un comunicado. Ambos repasaron las relaciones entre los dos países y expresaron su propósito de “reforzar la coordinación”, tanto en el plano bilateral como “en lo relativo a las cuestiones regionales e internacionales”, sobre la base del “respeto mutuo y en beneficio de ambos pueblos”, según la nota.
Finalmente, Rajoy trasladó al rey su deseo de realizar “una visita de amistad y de trabajo a Marruecos”, aunque sin precisar fecha. Portavoces de Moncloa confirmaron la llamada, que se produjo a iniciativa de Rajoy, y agregaron que el viaje a Marruecos se producirá “en su momento”.
Hasta ahora no se ha podido cerrar una fecha; entre otras razones, porque solo ayer se conoció la composición del nuevo Gobierno marroquí salido de las elecciones del 25 de noviembre, que ganaron los islamistas del Partido Justicia y Desarollo (PJD).
La intención de Moncloa es que Rajoy vaya a Marruecos este mes o, como muy tarde, en febrero. Será su primer viaje oficial fuera de la Unión Europea. Desde Adolfo Suárez, todos los presidentes españoles hicieron lo mismo. Nunca aprenderán que, en la axiología árabe, los gestos de buena voluntad son siempre percatados como acciones impulsadas por el temor y la debilidad. Es el sino de nuestro destino mientras siga cabalgando a lomos de este torpe y triste percherón en que se ha convertido la democracia española.
Este hombre debe de tener algún complejo, porque hacer lo que hizo zp ya es el colmo.
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