MARISA CRUZ / Madrid
27/09/2011/El Mundo
Zapatero afirmó que, en su opinión, la declaración de los presos debe leerse como «un paso significativo» hacia un final de la violencia que él ya ve «cercano». Para el fiscal general, en cambio, el comunicado sólo puede calificarse de «intolerable» y «vergonzoso».
El presidente despidió ayer un mandato lastrado por la gravedad de la crisis pero que, a su juicio, se clausura con la esperanza de constatar a corto plazo el final definitivo de ETA. Empeñado en dar a la aprobación del decreto de disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones un carácter muy institucional, Zapatero renunció a hacer un balance de sus últimos cuatro años al frente del país, pero sí aceptó valorar la declaración de los presos etarras.
Para Zapatero, la decisión de la mayoría de los presos de adherirse al Acuerdo de Guernica debe interpretarse como «un paso significativo hacia el final de la violencia». «Sin duda estamos acercándonos a ese momento», remachó.
Con estas palabras, el presidente se hace eco de la postura ya avanzada por el candidato socialista y ex ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, para quien la banda terrorista ha entrado en un proceso de agonía irreversible. Rubalcaba también celebró el comunicado de los presos y lo calificó como «un paso más hacia el final» que permite decir que «hoy estamos más cerca que ayer».
Sin embargo, las previsiones optimistas del presidente del Gobierno tuvieron su contrapartida no sólo en las palabras del líder del PP, Mariano Rajoy, quien no ve ningún cambio sustancial en la declaración de los presos, sino también, y más sorprendentemente, en las valoraciones hechas por el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, para quien el comunicado del colectivo de presos es sencillamente «intolerable» puesto que viene a exigir la amnistía y el reconocimiento del derecho a la independencia como contrapartidas al abandono de la violencia. Conde-Pumpido, al ser preguntado sobre la citada declaración, afirmó taxativo: «Me parece una vergüenza, sinceramente».
En su opinión, los españoles tienen que seguir insistiendo en la disolución de la banda terrorista: «Lo único que esperamos», dijo Conde-Pumpido, «es que ETA se disuelva sin ningún tipo de condiciones. Y mientras eso no suceda, seguiremos luchando con todo rigor contra los que están cerca de ETA».
Para el líder del PP, lo «decisivo» sería un comunicado de la banda «diciendo que se disuelve y deja de ser una organización criminal». Para Rajoy, «cuando alguien se erige en juez de los demás y les priva de sus libertades y derechos fundamentales, ese alguien es el que tiene que moverse anunciando que deja de hacerlo y disolviéndose».
Zapatero, a diferencia de Rajoy y Conde-Pumpido, optó por hacer una lectura mucho más positiva del paso dado por los presos etarras. Para él, es «el fruto de una gran tarea colectiva y del esfuerzo de todos los demócratas». «También, por supuesto, de este Gobierno», añadió.
En las postrimerías de su mandato, el presidente se aferra a los buenos resultados de una política antiterrorista que cambió radicalmente de signo tras la ruptura de la tregua con el atentado de la T-4. La posibilidad de que ETA haya emprendido un camino sin retorno hacia su final es ahora uno de los pocos activos que puede exhibir un Gobierno acosado por la crisis económica y la exorbitante cifra de parados.
«Desde hace tres décadas», recordó ayer el presidente del Gobierno poniendo un punto final de prudencia a sus valoraciones, «el terrorismo ha sido la principal preocupación de la sociedad, es lo que más nos ha hecho sufrir, y cuando tenemos la convicción de que el final está cerca tenemos que extremar la responsabilidad y, por supuesto, la unidad de todos».
OORBYT.es
>Vea hoy en EL MUNDO en Orbyt el análisis de Ferrer Molina sobre la división de Fiscalía y Gobierno sobre ETA.
ANTONIO Y CARMEN Padres del niño asesinado por Agiriano
DAVID VIGARIO / San Vicente de Alcántara (Badajoz)
27/09/2011
«Esto es un insulto para nosotros, el perdón no se lo daremos nunca»
Es la primera vez que Antonio vuelve a ver al verdugo de su hijo desde de que se produjera el atentado hace 31 años. Su mujer, Carmen, de 71, que vive con antidepresivos desde entonces, no tiene el ánimo para ello. Reconoce que apaga la televisión cada vez que aparece alguna noticia relacionada con ETA. También dejó de escuchar la radio. Y, por supuesto, cuando se le insta a valorar el posible pacto avalado por el asesino de su hijo, niega cualquier posibilidad de reconciliación: «Esto es una vergüenza, un insulto para nosotros. El perdón», asegura, «no se lo voy a dar nunca, si es que me lo viene a pedir, cosa que creo que es absolutamente inviable».
«Si no se arrepintió entonces», razona, «ahora tampoco lo va a hacer; y si lo hiciera públicamente yo no me lo creería, porque sería otro paripé más de los muchos que ha hecho la banda durante tanto tiempo para engañar al Gobierno otra vez; no me creo nada, no nos fiamos».
Muy afectada psicológicamente, entre lágrimas por el recuerdo de un hijo que dentro de dos días cumpliría 43 años, se muestra convencida de que «quieren engañar otra vez a a la sociedad española». «Preferimos su derrota a un pacto que para nosotros sería intolerable, y esto», expresa Carmen, «sólo hace que me ponga aún peor».
La mujer asume que su vida se derrumbó aquel sábado 29 de marzo de 1980, cuando su hijo se marchó a jugar al fútbol y al regresar a casa se acercó a una bolsa de deportes que estaba en la calle y que estalló al golpearla. El terrorista la había colocado debajo del coche de un guardia civil, pero por un error no explosionó y quedó abandonada en la vía al alcance de cualquiera. El niño, al ver los cables, se acercó a ella y todo se acabó para marcar la vida de una familia extremeña hasta entonces feliz, inmigrante, como muchos, que se ganaba muy bien la vida en las fábricas del País Vasco.
La hermana de José María, entonces con 12 años, fue testigo de los hechos. «Y eso una madre, como comprenderá, no lo puede olvidar, aunque claro que quiero que acabe ETA, sobre todo para que no sufran más madres, porque bastante hemos pasado muchas. Por eso aceptaría su final, pero siempre que cayera derrotada o que entregara las armas de verdad; pero que se comprobara que no iban a matar más. Aunque me extraña, porque llevan el mal en la sangre», señala.
Tras el asesinato regresaron de inmediato a San Vicente de Alcántara, de donde no se han movido. Ahora, Carmen se prepara cada mañana al levantarse para acudir al cementerio del pueblo, cada vez con mayores dificultades, ya acompañada por una imprescindible muleta, para colocar flores y limpiar el panteón. «No lo voy a asumir nunca», confiesa.
Antonio, ya jubilado, que se ganó la vida a lo largo de estos años en el pueblo pacense en varios oficios, sobre todo de carbonero, sí es capaz de acercarse y hasta releer durante la entrevista la portada del diario. Aún recuerda al verdugo de su hijo por el barrio: «Vino de Francia unas semanas atrás y se instaló en el mismo piso del guardia civil, por eso le recuerdo, de cruzarme con él en varias ocasiones; pero claro, no sospeché nunca nada».
Tras el atentado, no le volvieron a ver. «Jamás nos llamaron para el juicio ni tampoco cuando lo encarcelaron, y por supuesto, cuando ya salió libre, tampoco nadie nos ofreció ayuda, ni tan siquiera para mi hija, que lo vivió todo en primera persona», recela.
Tampoco olvida cuando, aproximadamente a los cuatro meses del atentado, una vez había regresado ya a Extremadura para enterrar a su hijo y olvidar su estancia en el País Vasco, recibió en su casa una carta escrita a máquina con el membrete de ETA, sin ninguna firma más, diciéndoles que «lo sentían mucho, que había sido un error, pero que no se arrepentían, que no les pesaba». Ese escrito fue entregado a un amigo de la familia para que lo hiciera llegar a la Policía, pero nada más se supo de él.
«¿Ante alguien que actúa así es posible, 30 años después, pensar que de verdad, desde el fondo de sus corazones, van a pedirnos perdón? Es imposible», declara Carmen, incapaz de controlar su llanto. «A mi hijo lo mataron allí, a nosotros nos han ido matando día a día».
J. M. ALONSO / San Sebastián
27/09/2011
Bildu da plantón a los Príncipes
Bildu había solicitado a los Príncipes de Asturias «buena voluntad y respeto» en su visita a San Sebastián con motivo de la inauguración oficial del Basque Culinary Center (BCC). Don Felipe de Borbón y Doña Letizia lo evidenciaron al alabar el papel del Ayuntamiento de la ciudad y de la Diputación de Guipúzcoa, gobernadas ahora por la coalición abertzale, para poner en marcha, junto a otras instituciones, la primera Facultad de Ciencias Gastronómicas de España.
Por contra, ninguna de estas dos administraciones cumplió con la responsabilidad institucional que reclaman y no acudieron al acto, con la excusa de que la Casa Real es el «símbolo de la negación del pueblo vasco». En cambio, sí estuvieron presentes en el segundo acto de la inauguración, que reunió a los invitados del ámbito gastronómico, una vez que los Príncipes habían abandonado la ciudad.
La ausencia del diputado general, Martin Garitano, y del alcalde, Juan Karlos Izagirre, fue criticada duramente por el resto de representantes institucionales. Tras lamentar unas ausencias que le dan «pena», Patxi López censuró que los dirigentes de Bildu «no entienden que el cargo está a veces por encima de las apetencias particulares», más cuando «lo que hace falta es demostrar consenso en proyectos que sitúan a Euskadi en el futuro». El presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, denunció que «este hombre [en alusión a Garitano] no está a la altura», al tiempo que se congratuló de forma irónica de su decisión de no acudir, ya que «de este modo los Príncipes se ahorran el tener que saludar a este personaje». Por su parte, el portavoz del PNV en las Juntas de Guipúzcoa y diputado general en la anterior legislatura, Markel Olano, denuncio que las dos ausencias son «una inaceptable dejación de su responsabilidad institucional».
Horas después, Garitano no quiso entrar a valorar las críticas -«porque no las he oído»- y ante lo «otro» [en alusión a su negativa a recibir a los Príncipes] se limitó a decir que «ya dimos las explicaciones en su día». Antes había tirado de ironía ante los medios y, con una sonrisa, justificó su ausencia: «Teníamos cosas que hacer». Una vez dentro, sí se acercó a saludar, con un beso, a la ministra de Ciencia y Educación, Cristina Garmendia.
Sin la presencia de Bildu en el acto central, Don Felipe rompió una lanza en favor de la «colaboración» institucional en el País Vasco en su discurso ante los más de 200 invitados, al emplazar a todas las administraciones a que «cooperen, trabajen juntas de manera coordinada y sumen esfuerzos en proyectos de interés general, en beneficio del conjunto de nuestro país».
Y uno de estos ejemplos es, según resaltó, el Basque Culinary Center, cuyos valores de «la formación, la investigación, la tecnología, la innovación, el conocimiento y la proyección internacional» constituyen «uno de los caminos» para salir de la actual crisis económica
Otra perla del fiscal, si es que ni entre ellos se aclaran. Y lo de las víctimas, de vergüenza ajena. Haber si se van a tomar viento, que es una de las cosas que le gusta a este de león. Vaya fiasco de desgobierno, y lo más preocupante, es el aguante que tenemos los españoles.
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