PABLO PARDO
14/05/2011 / El Mundo
J. McLAUGHLIN
Lo último que espera uno en una entrevista con un ex director de la CIA es terminar hablando de Juan Tamariz. Pero John McLaughlin, máximo responsable de la agencia de espionaje estadounidense con George W. Bush y director de los equipos que han investigado para Obama los fallidos atentados de grupos fundamentalistas en EEUU de diciembre de 2009 -cuando estuvieron a punto de volar un avión con 290 personas- y de mayo de 2010 -en el que sólo un fallo en el mecanismo de ignición evitó la explosión de una furgoneta bomba en el centro de Nueva York- acaba la conversación con EL MUNDO declarando: «Soy un gran admirador de Juan Tamariz».
Efectivamente, McLaughlin, que dirigió la CIA en 2004, en uno de los momentos más duros de la Guerra de Irak, es un mago aficionado. Como tal, está probablemente acostumbrado a las sorpresas. Así que declara que no le cogió en absoluto desprevenido que EEUU matara a Bin Laden en una mansión de una ciudad paquistaní en vez de en una cueva en el desierto. «Siempre pensé que estaba en un área urbana, porque se ha dicho tantas veces que se escondía en las regiones tribales paquistaníes que era claro que no iba a estar allí», explica.
A otros, Bin Laden sí les ha sorprendido en más de una ocasión. Ése es el caso del periodista Peter Bergen, que conoció al terrorista en persona en Afganistán en 1997, cuando produjo para CNN la entrevista que le realizó Peter Arnett. «Por supuesto que nunca pensé que Bin Laden iba a alcanzar esta notoriedad, lo más que me imaginé era que el tipo cometería algunos atentados en Oriente Medio», explica. Bergen lleva casi una década y media siguiendo a Al Qaeda, y dos de sus tres libros -Osama de cerca y The Longest War, este último sin publicar en España- están entre los 10 volúmenes que la revista Foreign Affairs ha situado en su lista de Qué leer sobre Al Qaeda. Su popularidad es lo suficientemente grande como para tener 898 seguidores en Twitter… a pesar de que no ha colgado un solo tuit en su vida.
Bergen ha sido uno de los primeros estadounidenses en afirmar que Al Qaeda no está en guerra con Occidente, sino con las políticas de Occidente en Oriente Medio o, como él explica: «Bin Laden tenía un programa político. Eso sí, un programa político extremadamente caro».
Pregunta.- Han matado a Bin Laden y no ha habido apenas reacción. ¿Se había agotado el mensaje de Al Qaeda por sus matanzas de musulmanes, su rechazo a cualquier diálogo y su incapacidad para proveer desarrollo económico o servicios sociales como hacen, por ejemplo, Hamás o Hizbulá?
Peter Bergen.- Al Qaeda ha cometido suicidio asistido. Suicidio por sus matanzas de musulmanes y asistido por las acciones de Estados Unidos. Su ideología, además, no es muy atractiva para los musulmanes, como revela el hecho de que Al Qaeda esté totalmente ausente de las revoluciones de la primavera árabe.
Y ahora, con la muerte de Bin Laden, se encuentra en una situación muy difícil. Cuando alguien entraba a formar parte de Al Qaeda juraba fidelidad a Bin Laden, no a Al Qaeda. Era como formar parte del Partido Nacionalsocialista de Alemania: jurabas fidelidad a Hitler. Ahora, el Hitler de Al Qaeda ya no está. Y nadie puede reemplazarle. Es el principio del fin de Al Qaeda. Ayman al Zawahiri es su sucesor nominal, pero no es un tipo popular en la organización, y dudo que vaya a ser capaz de mantener el poder en ella.
John McLaughlin.- En general, estoy de acuerdo con Peter. Pero no en todo. Al Qaeda sigue siendo peligrosa. Ahora es como un tigre herido. Es posible que todavía no haya demostrado toda su capacidad y habilidad para luchar. Y ya sabemos que muchos de sus miembros están dispuestos, literalmente, a combatir hasta el final. Al margen de esto, coincido con Bergen.
Creo que Al Qaeda está debilitada. No cuenta con más que unos pocos cientos de miembros, la mayor parte en Pakistán. Y su problema es que no tiene una agenda positiva. Todo el mundo está en su lista de enemigos: Rusia, Estados Unidos, Israel, Europa, los demás musulmanes… Así que no es de extrañar que nadie se vaya a manifestar en Túnez a favor de la teocracia de Bin Laden.
P.- Y, para Estados Unidos, ¿qué supone la muerte de Bin Laden?
P. B.- Es la oportunidad de pasar página, de reorientar nuestras prioridades en política internacional, de centrarnos más, por ejemplo, en el aumento del poder económico de China y en las revoluciones árabes. Eso no supone acelerar la retirada de Afganistán, sin embargo. Los talibán han dado cobijo a numerosos terroristas, no sólo a Bin Laden.
J. M.- No creo que la muerte de Bin Laden suponga un cambio dramático de la situación. Es una gran victoria, desde luego. Pero debemos mantener la guardia con las otras Al Qaedas, o sea, otros grupos fundamentalistas, y con los lobos solitarios, es decir, con gente que puede actuar por su cuenta sin estar afiliada a ninguna organización. Además, la actual Administración de Estados Unidos ya ha diversificado la política exterior, al dar mucha más importancia a las relaciones con China, Oriente Medio en general o la reforma del sistema financiero internacional.
P.- Pakistán, ¿es parte del problema o parte de la solución?
P. B.- Ambas cosas. Incompetencia, más que complicidad, es una explicación mucho mejor de la actitud de Pakistán. Simplemente, buscar a Osama Bin Laden no era su prioridad. Pakistán tiene literalmente guerras civiles en Baluchistán y Waziristán [esta última, contra fundamentalistas entre los que está Al Qaeda]. Pero no creo que fuera necesariamente cómplice de Bin Laden a la hora de esconderlo en Abbottabad. Hay que tener en cuenta que en Pakistán no es infrecuente encontrarse con casas con muros altos, cuasifortificadas, como la de Bin Laden, así que no debe extrañarnos que no llamara la atención.
J. M.- Ambas cosas, sí. Desde el 11-S hemos tenido una excelente colaboración antiterrorista con Pakistán. Pero no estoy en condiciones de afirmar que todo lo que hemos hecho en ese país haya contado siempre con la aprobación del Gobierno paquistaní. Pakistán ha sido simultáneamente un aliado formidable y problemático. Mi impresión es que hay divisiones dentro del establishment de ese país con respecto a los grupos fundamentalistas.
P.- ¿Qué hay que hacer con esas otras Al Qaedas? Algunas son franquicias de la banda de Bin Laden. Otras tienen su propio programa político. Las hay locales. Y las hay que quieren atacar fuera del mundo árabe.
P. B.- La desaparición de la figura de Bin Laden abre un nuevo interrogante, porque él ha sido muy importante para todos esos grupos que no son -formalmente o en términos operativos- parte de Al Qaeda. Ahora que Osama ha sido quitado de en medio, no es fácil saber si esos grupos continuarán en sus intentos de tener una yihad mundial o si se centrarán más en agendas políticas regionales. Aun así, hay que recordar que los talibán paquistaníes [Tehrik-i-Taliban de Pakistán] enviaron a España a 11 militantes a volar el metro de Barcelona. Al Qaeda en la Península Arábiga [que opera sobre todo desde Yemen y está dirigida por un estadounidense] ha puesto énfasis en atacar el territorio de EEUU.
J. M.- Sí, debemos preocuparnos. En particular, por tres. Uno es Al Qaeda en la Península Arábiga. Ese grupo ya era fuerte cuando Yemen era un país relativamente estable. Ahora que es un caos, puede reforzarse todavía más. No hay que olvidar que Al Qaeda en la Península Arábiga planeó el fallido intento de volar un avión de la aerolínea Northwest con 290 personas a bordo el día de Navidad de 2009, mientras aterrizaba en Detroit, y que sólo falló porque el explosivo que el secuestrador llevaba cosido a su ropa interior se incendió en vez de estallar.
El segundo es [el grupo pakistaní] Lashkar-e-Taiba [El Ejército de los Puros]. India, no Pakistán, es su principal objetivo. Esa organización ha cometido tremendos ataques en India, como los atentados en Bombay en noviembre de 2008 [en los que murieron 164 personas]. Si se produce otro atentado como ése, India puede atacar a Lashkar-e-Taiba dentro del territorio paquistaní, y eso a su vez puede desencadenar una guerra nuclear entre los dos países.
El tercero son los talibán paquistaníes, que tenían vínculos con Faisal Shahzad, el paquistaní nacionalizado estadounidense que hace justo un año puso una furgoneta bomba en Times Square, en pleno centro de Nueva York, que no explotó.
P.- Y el Reino de Arabia Saudí, ¿qué responsabilidad tiene en Al Qaeda?
P. B.- Después de ser atacada por Al Qaeda en 2003, la actitud de Arabia Saudí cambió radicalmente. Los saudíes han matado a más de 150 miembros de Al Qaeda. Han encarcelado a miles. Los han acusado de desviacionistas religiosos. Han creado un programa de reeducación de terroristas. En la práctica, Arabia Saudí ha derrotado a Al Qaeda, y la ha obligado a buscar santuario en Yemen. Lo que a su vez ha fortalecido a la facción yemení del grupo.
J. M.- En Arabia Saudí no me preocupa la presencia de elementos próximos al terrorismo entre los grupos dirigentes del país, como en Pakistán, sino fuera de ellos. Porque el Gobierno saudí ha sido una parte muy importante en la solución del problema de Al Qaeda. Los atentados de 2003 les dejaron claro que las acciones del grupo de Bin Laden estaban dirigidas contra la Familia Real del país y, como consecuencia, llevaron a cabo un enorme cambio en su política con respecto a esa banda.
P.- En los vídeos, a Bin Laden se le ve casi en arresto domiciliario. ¿De verdad dirigía Al Qaeda desde aquel caserón en Abbottabad?
P. B.- Me sorprende que me hagas esa pregunta. Sabemos que Bin Laden dijo que Al Qaeda necesitaba responder a la invasión de Irak atacando a los países que habían tomado parte en ella o la habían apoyado. Seis meses después tuvo lugar el atentado de Madrid. Al Qaeda no tuvo control operativo sobre ese ataque, pero sí sobre el de Londres, el 7 de julio de 2005. En marzo de 2008 advirtió de una severa reacción a la publicación de las caricaturas sobre Mahoma en un periódico danés, dos años y medio antes, y en junio de ese año la embajada de Dinamarca en Islamabad fue atacada con un coche bomba. Bin Laden no tenía un control operativo de lo que hacía Al Qaeda, pero sí tomaba las decisiones estratégicas.
J. M.- Es difícil saberlo con exactitud sin haber visto todo el material que se ha recolectado de la casa en la que vivía. Pero lo que sí parece claro es que él controlaba Al Qaeda. No en el día a día, pero sí desde el punto de vista de decidir qué operaciones se llevaban a cabo y qué operaciones no
Si el atentado al parecer fué otra cosa, es lógico que Al Qaeda no tuviera control.
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