FERNANDO LÁZARO / Madrid / El Mundo
Sin tibiezas. La exigencia de las víctimas del terrorismo y de todos aquellos que ayer acudieron a arroparlas bajo el fuerte calor de Madrid fue clara: El Gobierno no puede ceder, no pueden consentir, debe activar todos los mecanismos para que la organización terrorista ETA no tenga opción de presentarse a las elecciones.
Y por ese motivo, las víctimas, esta vez sí, apoyadas de forma mayoritaria por el Partido Popular y con presencia de otras formaciones como UPyD, con su líder Rosa Díez, a la cabeza, o de UPN, con su diputado Carlos Salvador, volvieron a tomar las calles de Madrid. El 5 de marzo fue Voces contra el Terrorismo quien, desde una convocatoria prácticamente en solitario, llenó las calles de Madrid, y ayer, fue la AVT junto a la gran mayoría de asociaciones de víctimas (incluida Voces contra el Terrorismo) quien repitió la convocatoria, que congregó a varios miles de personas. Desde la AVT se apuntó la cifra de 200.000, mientras que la agencia Efe, estimó en 18.134 los asistentes, según el estudio de la empresa Lynce.
Uno de los puntos más destacados, la gran presencia de representantes políticos. Por fin, Mariano Rajoy fue fiel a su agenda y no asistió. Ya había dejado claro que estaba «de corazón». A la presidenta de la AVT no le hizo mucha gracia su ausencia. Rajoy la llamó por teléfono ayer por la tarde y ella le reprochó: «Aquí cada uno sabe dónde puede y debe estar; quien quiere estar está y quien no, no está»», le reprochó Pedraza.
Pero sí estuvo su mano derecha, María Dolores de Cospedal: «El PP estará siempre con las víctimas del terrorismo», aseguró tras añadir que el mensaje de su partido «es muy simple» y consiste en que «ETA, se llame como se llame, no puede estar en las elecciones ni en las instituciones».
Por su parte, el vicesecretario de Comunicación, Esteban González Pons, afirmó que esta manifestación «no es contra el Gobierno, sino contra ETA», aunque subrayó que en la concentración echaba en falta a «Zapatero, Rubalcaba y Chacón». Desde las filas populares se insistió en que era una manifestación para recordar al Gobierno que no tiene que hacer nuevos enjuagues, pero que el fin último era manifestarse contra ETA. Pero desde el pistoletazo de salida se vio claro que el público no llevaba ese fin en su cabeza. A las 17.05 arrancó la convocatoria y desde el minuto uno los gritos se centraron en Zapatero: «dimisión» y «a la cárcel». Y el llamado a ser, según muchos, su sucesor en la candidatura a La Moncloa también fue protagonista principal en la memoria de los manifestantes. Incluso, con sentido del humor, cantaron aquella canción de «se va el caimán, se va el caimán...» pero con ligeros retoques: «Se va el faisán, se va el faisán. Se va para Rubalcaba».
Precisamente un faisán fue el tercer gran protagonista de la tarde. Un grupo de manifestantes paseó un ejemplar de este animal para recordar a Rubalcaba que le consideran el «gran responsable» del chivatazo.
La manifestación, que tenía cierto punto de inquietud ante la visible división entre pancartas de varias asociaciones, transcurrió sin que se produjeran incidentes de ningún tipo. La presencia del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y del líder de los populares vascos Antonio Basagoiti fue recibida con aplausos por los congregados.
Al acto también acudió, entre otros, el consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid y secretario general del PP de esta comunidad, Francisco Granados. Uno de los diputados populares más aplaudido fue Ignacio Gil Lázaro. «Animo», «aprétale», «no dejes el faisán», le gritaban al que se ha convertido ya en el azote de Rubalcaba en el Congreso semana tras semana.
Tanto en la pancarta de los organizadores como en la de los alternativos, la presencia mayoritaria fue de las víctimas. Porque ellas querían ser las protagonistas y porque nadie quería quitarles ese papel. Pero cierto es que los políticos, por primera vez en esta legislatura, avalaron mayoritariamente con su presencia el acto. Quizá fue curiosa la llegada de las dos delegaciones del PP vasco. Por una parte, el actual PP, con Basagoiti, a la cabeza; y por la otra, Jaime Mayor Oreja acompañado por Carlos Iturgaiz. Por separado y accediendo desde puntos diferentes al acto. Pero en ambos casos, el cariño y el calor de los asistentes fue grande. En la pancarta que a mitad de recorrido desplegó Alcaraz había también una amplia presencia de personalidades del País Vasco que no han tenido precisamente una vida fácil por culpa de los terroristas. Es el caso, por ejemplo de Pilar Elías. También acudió a la manifestación en esta parte Regina Otaola, alcaldesa del PP en Lizarza, a la que los radicales le presionan día si y día también y, sin embargo, aguanta con auténtica actitud heróica. Junto a ellas, entre otros, Teresa Jiménez Becerril, eurodiputada del PP que perdió a su hermano y a su cuñada en un doble crimen de ETA en Sevilla, y María Jesús González, madre de Irene Villa.
La manifestación concluyó con la lectura de varios comunicados. Arrancó la oratoria Conchita Martínez, a cuyo marido (militar de carrera) también asesinó ETA. Después tomó la palabra Marimar Blanco, hermana de Miguel Angel Blanco, edil del PP de Ermua asesinado por los terroristas tras haberse secuestrado. El tercero en tomar la palabra fue Luis Portero, presidente de Dignidad y Justicia, que aseguró que la Audiencia Nacional es «cómplice» de la banda por dejar en libertad en 2009 a varios miembros de Batasuna que, según él, ahora hacen de «correa de transmisión» de las directrices que marca la dirección de la organización terrorista. Portero mostró 12 folios con las actas de ETA, los rompió y los lanzó al aire: «Esto hago yo con las actas de ETA».
El acto lo cerró Ángeles Pedraza, presidenta de la AVT. «Bildu es una criatura de ETA», aseguró al término de la manifestación, que añadió que si ETA consigue estar en las elecciones con esa u otra marca será porque el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, «lo permiten».
A la concentración se sumaron numerosas asociaciones de las Fuerzas y Cuerpos de la seguridad del Estado, tanto de la Policía Nacional, como de la Guardia Civil. De nuevo, como ya es tradición en estas convocatoria, se guardó un minuto de silencio por los ausentes y se cerró el acto con el himno nacional.
SANTIAGO GONZÁLEZ
¿Comprar la paz?
Lo que está en juego es importante. No sólo porque los ayuntamientos son una base logística importante y garantía de dinero público para sus futuras movilizaciones, sino, muy especialmente, porque se dilucida el relato que ha de quedar después de tantos años de infamia, de tanto miedo, de tanta sangre derramada.
Las víctimas saben que la paz sin derrota de los terroristas es el empate de Azkoitia: la experiencia de Pilar Elías de tener en los bajos de su casa la cristalería del asesino de su marido, cuya mujer se quejaba de la impertinencia de la víctima por sostenerle la mirada: «Es que esta señora no tiene ninguna humildad». No cabe un quid pro quo, como no cabía después de la guerra por antonomasia, la Segunda Guerra Mundial. La paz era un gran objetivo para una Europa exhausta, qué duda cabe, pero sólo si iba precedida por la derrota del nazismo. Eisenhower se negó a ver al general Jodl hasta que éste hubo firmado la rendición incondicional. Entonces entró en la sala y sin preámbulos, preguntó: «¿Han entendido ustedes los términos de su rendición incondicional y están dispuestos a cumplirlos?» Jodl se levantó, se cuadró y asintió con la cabeza. Eso fue todo.
Es sólo una analogía, pero valga para entender las razones de las víctimas: no sin la disolución de ETA, no sin que asuman que la historia de ETA es la expresión del mal que a veces aflora en la historia de la humanidad: por eso debe ser derrotada y condenada su historia. El modelo de negociación con los piratas del Índico no puede ser el patrón para comprar la paz a ETA. Lo explicaba también Montesquieu en la obra citada: «Unas veces, la cobardía de los emperadores, otras, la debilidad del Imperio, impulsaban a comprar con dinero a los pueblos que amenazaban invadirlo. Pero la paz no puede comprarse, pues quien la ha vendido se encuentra con ello en mejores condiciones para volver a hacer que se la compren…»
DAVID GISTAU
Los gansos capitolinos
Esteban González Pons, que sí estuvo, como otros miembros del PP Génova tales como María Dolores de Cospedal, Ana Mato y Alberto Ruiz-Gallardón, primero justificó la ausencia de Rajoy alegando que él ya está en «un plano distinto», de estadista o así, que le impide descender a las escaramuzas políticas por más que le desafíen Pepiño Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba, y que también hace innecesario que pise el asfalto donde caminamos nosotros, los mortales. Y luego, con una exquisitez poco creíble que atendía al mantenimiento del Pacto Antiterrorista, trató de desvincular la manifestación de toda inquina al Gobierno: «Ésta es una manifestación contra ETA, no contra el Gobierno». Difícilmente habría podido sostener esta opinión una hora más tarde, después de que no se oyese ni un solo lema contra ETA, pero sí otros como «Zapatero, coge la maleta y vete con ETA», o «Zapatero dimisión y Rubalcaba a prisión», o «Zapatero embustero», o «Zapatero jódete, aquí estamos otra vez», y demás derivaciones de la misma idea. Después de que la gente metiera el 11-M y hasta un faisán vivo que alguien transportaba en una jaula. Sí fue una manifestación contra el Gobierno. Una manifestación preventiva basada en un juicio de intenciones: el de la complicidad del Gobierno con ETA para apañar el ingreso terrorista en las listas electorales. Sólo el tiempo dirá si esta multitud de buena fe estaba equivocada o si, al personarse como sujeto político y moral, hizo lo mismo que los gansos capitolinos cuando salvaron Roma: graznar para advertir de que los bárbaros del galo Breno escalaban los muros sin que nadie les hubiera visto. Pero, mientras tanto, ni hubo tanta asistencia como la esperada, ni crepitó el ambiente como en anteriores ocasiones. De momento, funcionan diques de contención como el Supremo, y acaso eso hiciera que muchos se inhibieran en lugar de venir. Pero el mensaje fue explícito: al menos, el Gobierno ya sabe que, si trama engaños, no lo hará con impunidad. Una porción gigantesca del pueblo español, a la que no puede despacharse motejándola de ultra, le ha trazado una línea que no le permitirá cruzar.
Aunque menos crispada que la convocada por la VCT de Francisco José Alcaraz, que aún no ha reparado del todo sus malas relaciones con las demás asociaciones, la manifestación sí tuvo algunos matices agresivos. Sobre todo, los sufridos por Gallardón, puteado a grito pelado en diferentes tramos y depositario de todos los reproches al PP Norit por la ausencia de su irresoluto líder. A pesar de estas excepciones, la concurrencia retrataba a demasiados estratos de la sociedad española como para pasar por la hez residual que describe la propaganda socialista. En su mayor parte, era la clase media que jamás basculará a extremismos, y que tiene un instinto primario y generoso para tratar de hacer lo adecuado: arropar a víctimas del terrorismo sin duda figura entre lo adecuado. Además de ellos, estaban desde colectivos gays como Colegas hasta señoras sosteniendo un crucifijo como en una procesión, con espacio entre esos dos márgenes para representantes de alternativas políticas como Rosa Díez, o intelectuales del calibre de Carmen Iglesias, o inteligencias cargadas de futuro como Cayetana Álvarez de Toledo.
Muy buena la manifa, pero como siempre, algunos quisieron sacar rédito y querían estar delante con la pancarta.Menos mal, que no les dejaron, ya que el protagonismo era de las víctimas.
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