martes, 19 de abril de 2011

«La democracia tiene que vivirse a cara descubierta»


FÁTIMA RUIZ / Madrid / El Mundo

Fue la hija de la inmigración con más galones de Francia. Y sigue gastando el aire de alguien acostumbrado a llevarlos. Un general retirado, pero general al fin y al cabo, al que el dorado -y aburrido según desveló ella misma ante un indiscreto micrófono- exilio bruselense no parece haber quitado las ganas de guerra. Rachida Dati pasó ayer por España para batirse en el frente mediterráneo, agitado por mareas revolucionarias y migratorias que salpican de lleno a Europa.

Con un ojo, eso sí, en el frente nacional, en el que sigue ejerciendo de abogada de su antiguo mentor. «Nicolas Sarkozy ha recolocado a Francia en la escena internacional a través del G-20 y la gestión de las crisis financiera o georgiana», defendía la eurodiputada y eclipsada estrella del gabinete galo en la residencia del embajador francés en Madrid. Y respaldaba al presidente en decisiones tan polémicas como la de prohibir por ley el velo integral. «La democracia debe vivirse a cara descubierta. Al principio tuve dudas porque la norma concierne a muy pocas personas, pero luego pensé que no es cuestión de número, sino de lo que el burka o el niqab representan. Y lo que representan es un desafío a la república».

Dati reclama apoyo europeo a los protagonistas de las revoluciones del norte de África. «Se trata de un movimiento histórico en el mundo árabe, que no es homogéneo y está compuesto por países con dirigentes, recorridos y sociologías distintas. Lo que pasó en Túnez o Egipto no tiene demasiado en común con lo que sucede en Siria o Libia», explica.

«Esos movimientos populares nos han sorprendido y nos obligan a cambiar el enfoque. Antes Europa colocaba sus relaciones con la región a la sombra de criterios como la estabilidad, el control del flujo migratorio y la lucha contra el integrismo». Ahora, advierte Dati, hay que apoyar a estos movimientos populares «que exigen cosas que parecen evidentes, como la libertad, la democracia, un futuro...». Y que están en manos de «jóvenes que simplemente reclaman un trabajo decente que les permita quedarse en su propio país y tener una vida digna».

Miles de ellos miran hacia Lampedusa en busca de una llave que abra las puertas de Europa. Italia las ha entornado por un periodo de seis meses para aligerar la carga de los 20.000 sin papeles que se hacinan en su isla.

Una decisión que ha encolerizado a Francia y que su antigua ministra de Justicia critica con firmeza. «La inmigración no es un tema italiano, sino europeo, pero Italia debe cuidar la manera en la que gestiona los flujos», lanza rápida y tajantemente. «No se solucionan las cosas dando permisos de estancia, aunque sean provisionales, a inmigrantes clandestinos. Eso contraviene la legalidad europea, y por tanto es normal que Francia se proteja sin dejar de ser muy sensible a la inmensa tragedia humana que significa».

Los únicos beneficiarios de esta barra libre, dice, son los que hacen caja con el drama. «Europa no puede combatir la inmigración ilegal y a la vez lanzar ese mal mensaje a las mafias y a los criminales, que pueden decir a sus clientes: 'Cruzad el Mediterráneo porque Italia os dará permisos'».

Si la cuestión es comunitaria, ¿qué debe hacer la Unión? «Europa tiene que asumir sus responsabilidades. Desde la aprobación del Tratado de Lisboa la inmigración es una competencia europea, así que tanto Durão Barroso [presidente de la Comisión] como Catherine Ashton [jefa de la diplomacia europea] deben hacer propuestas para desarrollar esos países que exportan inmigrantes, relanzar sus economías y mantener en ellos a su juventud, sobre todo ahora que algunos se han liberado de la dictadura».

No sólo eso, dice quien fuera Dama de Hierro del presidente francés: «La UE debe instar a Italia a no otorgar permisos, ni siquiera temporales, a quienes llegan a nuestras costas de manera clandestina».

Europa también puede arrimar el hombro para fraguar el nuevo mapa político del norte de África. «Hay que favorecer el proceso democrático, ayudar a los partidos y a los políticos a que emerja una clase dirigente, aunque siempre con la reserva de que el destino de los árabes les pertenece a ellos mismos, y que Europa no debe decidir ni sobre la naturaleza del régimen ni sobre la personalidad de los dirigentes».

Dati ahuyenta con las manos el temor a que los islamistas secuestren las revoluciones populares. «Hasta ahora no ha ocurrido», ataja. «Si se mira bien el perfil de los manifestantes en las revoluciones árabes se ven jóvenes y mujeres». Ellas, asegura una mujer que tomó el ascensor social en el piso más bajo para elevarse a las cumbres del poder en el Hexágono, han jugado un papel esencial en los cambios. «Las mujeres de la región han sido muy combativas. Si se toma el ejemplo de Argelia, siempre han estado a la vanguardia de las reivindicaciones, es algo casi genético», asegura Dati, cuya madre procedía de allí. «Irán o Yemen también. Las mujeres siempre han salido a la calle. Hay que fortalecer esos movimientos».

Sus raíces se hunden también en tierra marroquí, por parte de padre. ¿Cómo contempla las promesas de cambio? «El rey ha hecho anuncios muy concretos y fuertes de reformas, sobre todo constitucionales. Eso es muy importante, como también lo son las medidas anunciadas para fomentar el empleo de los jóvenes», asegura, descartando pronunciarse sobre si Marruecos o Argelia seguirán la estela revolucionaria. «No es cuestión de pensar en cuál será el próximo país en levantarse, sino en cómo anticiparse a esos movimientos (no hay que olvidarse de que estamos hablando de protestas que han provocado muertos). Argelia por ejemplo ha anunciado reformas constitucionales sobre la ley electoral, aunque creo que deberá ir un poco más lejos».

Pero si hay una nación árabe en la que Francia se ha implicado, esa es Libia. «La intervención se hizo necesaria para proteger a la población civil, ese era el marco jurídico de la resolución de la ONU, aunque en algún momento habrá que darle las llaves de su destino al pueblo libio», mantiene, declarándose «bastante de acuerdo» con el ex presidente español Jose María Aznar, que tachaba hace días a Gadafi de «amigo extravagante».

«Es cierto que Gadafi fue alguien al que apoyamos en un momento dado porque cooperó contra el terrorismo y para controlar la inmmigración. Y hoy, cuando se habla de que lo hemos dejado caer es porque hemos decidido proteger a los civiles. Lo que ha cambiado es que ha habido una masacre de la población y por ello era necesario intervenir».

1 comentario:

  1. Desde luego, los gabachos nos han tocado los cataplines con el terrorismo, todo lo que han querido y más, pero en esto de la firmeza con los moros,son ellos los que se llevan la palma. Haber si aprendemos auque solamente sea esto de ellos, ya que si njo, nos van a comer hasta los calcetines.

    ResponderEliminar