DAVID GISTAU / El Mundo
Por fin, la sesión de control arrancó, ya superada la hora del vermú. Y hasta Zapatero despertó para replicar con un timbre de rabia una apasionada intervención de Rosa Díez sobre recortes sociales, penurias de las clases medias y gozos de los ricos con tirantes rojos. Díez percutió en la mala conciencia de quien antaño acudía a las portadas de las revistas femeninas para decirse rojo como quien tensa bíceps morales, y por eso reaccionó como un Dorian Gray que acabara de descubrir la fealdad delatora de su retrato espiritual. Menos dificultades tuvo con Rajoy, quien todavía se resiste a entrar en el Faisán, aun cuando este escándalo se ha convertido en un asunto político principal. En el tercio de la muleta y la espada, el supuesto matador sigue delegando en la cuadrilla. Se diría que el PP concentra el fuego sólo sobre Rubalcaba para cobrarse su cabellera, y así deja limpio e intacto a quien, conviene recordarlo, era jefe de Gobierno y último responsable cuando el chivatazo. El Míster X de esta reminiscencia tardofelipista a la que sólo le faltan un Amedo choteándose y unos cuantos abrazos a la puerta de una cárcel. Por estos síntomas se nota que al presidente lo da Rajoy por amortizado, y que no va a desviar un solo esfuerzo en él.
Vamos con Rubalcaba. Estuvo nefasto ante Sáenz de Santamaría, que lo desarboló con un minucioso balance negativo de su vicepresidencia y con una imagen poderosa: «Exponente de final de ciclo». Otra cosa es que Rubalcaba sea un personaje proteico que ya ha sobrevivido a algún otro final de ciclo e incluso a la extinción de alguna especie. Pero, extraviado esta vez en la senda del humor, no supo responder sino con una referencia escatológica a sus propias descomposiciones intestinales: y creíamos que lo que olía era el chivatazo, pero se ve que no. Ante Gil Lázaro, híbrido de Catón y el cobrador del frac, que clavó una estaca al Gobierno que iba a ser el que merecía España, el vice sólo pudo intentar ligar a su destino el de cuatro cuerpos policiales diferentes y motejar de bazofia las pruebas de cargo políticas que pesan a su porvenir como una plomada al buzo. En eso estamos de acuerdo: lo que hemos ido sabiendo es una bazofia; de hecho, es la reducción del Estado a bazofia. Luego bla, bla, bla, que si la extrema derecha: contramedidas calcadas de cuando el GAL.
Son unos impresentables, y vomitan en vez de hablar. El hedor es insoportable.
ResponderEliminarEspero que paguen, si es que aún queda justicia en España.