07:41 (13-02-2011) | La Gaceta
“Aquí, los que ahora están acusados vilmente de tener nostalgia de la peor época de ETA se han dejado media vida combatiendo y denunciando a los asesinos; hace falta tener un alma miserable para imputar a tanta víctimauna cierta melancolía del terror”.
Y otra vez la misma canción, idéntica monserga: ahora resulta que todos los que no estamos dispuestos a tragarnos el sapo de la “nueva ETA”, de ese Sortu que sólo engaña al maltratador Eguiguren y a sus compinches, es que vivíamos mejor contra ETA. Realmente repugnante. O sea, que no deseamos que esa banda de terroristas que ha matado a media España durante medio siglo se vaya definitivamente a tomar por el saco. La cantinela, convenientemente fabricada y vendida por la “factoría Rubalcaba”, se aplica tanto al Partido Popular –y concretamente al látigo del vicepresidente, Ignacio Gil Lázaro– como a los periodistas que, día tras día, hemos venido anunciando lo que se preparaba. Es más: hemos contado, paso a paso, lo que iba a suceder. Todo bien organizado. Zapatero alguna vez aprende algo; a palos, pero aprende, que tampoco es un bodoque completo. Lo último que aprendió de ETA es que no se puede ir cara a cara a entrevistarse y negociar con los facinerosos, que hacen falta otros procedimientos, más recónditos, más sofisticados. Y esos son los que ha empleado durante estos años. Les hago la merced de no volver a narrar el nuevo proceso porque aquí, en esta Casa, y desde luego en su periódico, LA GACETA, les hemos informado puntualmente de lo que sucedía.
El toma y daca
Y lo que sucedía, para no cansarles, eran dos cosas: que se les iba a dar a los bandoleros y a sus allegados casi todo lo que querían y que la banda iba a ir, gota a gota, aceptando las dádivas. Y eso es exactamente lo que ha pasado. Y el Gobierno está exultante. Poco importa que los nuevos rameros de Sortu no condenen la letal historia de ETA, casi mil asesinatos de hombres, mujeres y niños; tampoco es absolutamente trascendente que los forajidos (alguno ya vestido de corbata) ni siquiera acepten formalmente el Estado de derecho democrático, para qué vamos a poner pegas –se dicen los interlocutores– a que los antiguos asesinos (¿o es que Eugenio Echeveste no lo ha sido?) coloquen sobre la mesa el proyecto político que han perseguido, tiro a tiro, bomba a bomba, durante toda su existencia. ¡Bah!, pelillos a la mar: lo que interesa es que están a punto de caramelo, que, vaya, están ya para el tinte y ya no quieren, porque no pueden, matar.
Imputación miserable
Pues bien: todos los que denunciamos esto, que es tan visible como el clarinete de una banda de pueblo vasco, ahora resulta que es que echamos de menos a la ETA de Hipercor o de Miguel Ángel Blanco. La imputación sería chusca si no fuera absolutamente miserable. Muchos de nosotros (la referencia personal pero genérica es imprescindible) nos hemos jugado el bigote contra ETA durante 30 años, es decir: somos incluso más antiguos que Rubalcaba en el menester de luchar con nuestros medios (legales, pluma y papel, nada de gales) contra los sucesivos, que han sido muchos, jefes de la abyecta organización. Contaré algo aunque sea –repito– de índole personal sólo por una razón: porque es equiparable a otros episodios que durante todos estos años han tenido que soportar otros muchos ciudadanos de España.
La primera vez que tuve noticias preocupantes de lo que ETA perpetraba contra mí era jefe de los asesinos un sujeto, de alias ‘Antxón’ y de apellido Echeveste, que esta pasada semana figuraba ufanamente presentando al nuevo partido de ETA, Sortu. Como soy un mal discípulo de Jesucristo, no tengo la menor intención de perdonar a ese criminal individuo cuyos sucesores, por lo demás, nos han tenido amenazados, con escolta durante más de una década, escoltados justo hasta el día en que el actual ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ordenó que se nos dejara de prestar el “servicio”. ¿Cómo lo hizo? Elegantemente, a lo felipista: sin una sola palabra suya ni de ninguno de sus allegados de la Seguridad Nacional, vulgo el fiscal Camacho, únicamente con el propio aviso de nuestros protectores. Es muy gentil este hombre tan simpático de Interior, que ni siquiera contesta a los burofaxes. Cuando un día terrible se nos comunicó la amenaza, recibimos individualmente todos los detalles de la misma, de la Guardia Civil, de la Policía, del Ministerio del Interior; cuando se nos retiró la escolta, ni una palabra. Ala amenaza siguió el desprecio absoluto, probablemente la inquina. Ahora que ya al parecer ETA no quiere matarnos, podemos contar aquella asquerosa peripecia.
¡Qué miseria!
Por tanto, ni una coña en este asunto. Aquí, los que ahora están acusados vilmente de tener nostalgia de la peor época de ETA (Jaime Mayor por ejemplo) se han dejado media vida combatiendo el terror; hace falta en consecuencia tener un alma miserable para imputar a tanta víctima una cierta melancolía del terror. Nada menos que de eso. Ahora bien: el hecho incontrovertible de que queramos con todas nuestras fuerzas que ETA se extinga no significa que lo deseemos a cualquier precio. Está escrito más arriba: los presuntos arrepentidos, que abominen de la trayectoria criminal de ETA, que asuman para siempre los deberes y derechos del Estado constitucional y que, de ningún modo, sigan presentando su proyecto, el mismo por el que han matado sin descanso, como el único que garantiza la paz. Apartir de ahí, si lo hacen, podríamos reconsiderar que van en serio, que quieren regenerarse, no como lobos disfrazados de corderos, sino como seres humanos decentes y dignos.
La pregunta ahora no es más que esta: ¿va a seguir Rubalcaba en su papel de candidato a expulsar a Zapatero lanzando mierda sobre todo el que se le opone? La respuesta es esta: no lo duden. Por tanto, que cada quien se ponga en su lugar, pero sabiendo, eso sí, con quién juega a las cartas. Y una advertencia antigua: el hecho de colocarse ante hombres como este de rodillas, genuflexo, no garantiza su caridad, antes bien, pronostica su feroz respuesta. Ahora mismo y dentro del PSOE sólo parece existir una alternativa a su opción: la de Carme Chacón. Ella está esperando a lanzar su alternativa, auspiciada en unos días nada menos que por Teresa Fernández de la Vega (por cierto, ¿qué hace esta señora aún en el Consejo de Estado?), y es de suponer que sepa aproximadamente que enfrente tiene a Rubalcaba.
Lo escribo para que todos se conozcan entre sí, aun sabiendo que se conocen demasiado. En la España de ahora mismo, que no es otra que la del caos y del faisán, nadie es capaz de otear qué puede hacer un enemigo para hundir al contrario. La villanía que relatamos: “Austedes no les gusta que desaparezca ETA” es el síntoma más evidente de hasta dónde pueden llegar los que un día idearon aquel repugnante dóberman que atizaba mordiscos a todos el que no ladraban como él, o que puede ocurrir en este país en los meses venideros cuando se descubra –que se va a descubrir– que el Gobierno ya ha pactado con ETA la legalización de esa fantasmal patraña que atiende por Sortu.
El Partido Popular ha anunciado, y es de esperar que lo cumpla, que si Zapatero y su cuadrilla de rejoneadores llevan otra vez a los terroristas a los ayuntamientos, romperán el vigente y tácito pacto anti-ETA, pero las últimas declaraciones de Trillo a una cadena de televisión extraordinariamente minoritaria no inducen a la tranquilidad. Más bien al contrario. La contenida algarabía con que ha sido acogida en el PSOE la salida de los radicales violentos de Sortu (lo de Eguiguren es sólo una obscenidad más) es ejemplo suficiente como para prever lo que nos tememos y, en tanto se produce la legalización con un Supremo manchado en sus togas por el hedor terrorista y la presión del Gobierno, seguirá la campaña de Rubalcaba contra todos los que le han visto el plumero. ¿Cuántas víctimas, cuántos chantajeados, cuántos perseguidos, cuántos acosados, cuántos objetivos de ETA tendrán que soportar que se les retrate como nostálgicos del terror? La sola pregunta produce arcadas.
Esto es todo vomitivo, pero es que estamos todos locos...., hay que depurar responsabilidades, y los políticos de bien, darle caña a este gobierno que no es gobierno, que no es socialista, mucho menos obrero y aún menos español.
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