viernes, 5 de noviembre de 2010

La OTAN y la red terrorista Gladio


En agosto de 1990 Giulio Andreotti, el primer ministro italiano, confirmó que durante el período de la Guerra Fría había existido en Italia y otros países occidentales, algunos de ellos adheridos a la OTAN, un ejército clandestino bajo el nombre en clave de Gladio. Sus revelaciones condujeron a un gran escándalo político, no sólo por admitirlo, sino porque él mismo lo había negado en 1974, cuando era ministro de Defensa.

Fruto de aquellas investigaciones llevadas a cabo en Italia entre 1974 y 1990 salieron a la luz las siguientes informaciones relacionadas con las actividades de la siniestra Gladio, que unas veces se presentaba como organización terrorista de extrema derecha, y otras veces de extrema izquierda, según conviniese a sus propósitos. Y ¿cuáles eran estos propósitos? Desestabilizar a determinados gobiernos europeos en beneficio de Estados Unidos que así aumentaba su influencia política en los mismos. La red Gladio jamás actuó en Gran Bretaña.

Algunas acciones terroristas ejecutadas por la Gladio:

1960 – Turquía: Los militares, apoyados por la Gladio y la CIA, todavía dirigida por Allen Dulles, organizan un golpe de Estado y asesinan al primer ministro Adnan Menderes.

1964 – Italia: Los ministros socialistas abandonan sus puestos en el Gobierno después de haber recibido sendas amenazas de muerte por parte de la Gladio. La maniobra de acoso se conoció como Operación Solo.

1967 – Grecia: La organización Gladio en ese país, actuando bajo las siglas de Fuerza de Incursión Helénica (Hellenic Raiding Force) protagoniza un golpe de Estado, estableciendo una dictadura militar.

1968 – España: Aparece la organización terrorista ETA y comete sus primeros asesinatos. En 1970 se celebró el juicio sumarísimo que ha pasado a la historia como el Proceso de Burgos. Los hechos juzgados se remontaban al año 1968. El 2 de agosto de aquel año era asesinado el policía Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Investigación de lo Social de la comisaría de San Sebastián y que fue la primera víctima de ETA.

El 7 de junio era asesinado José Pardines Azcay, agente de la Guardia Civil, durante un control de carretera. Estos fueron los primeros asesinatos de la red terrorista y se decidió juzgar a través de un tribunal militar a dieciséis de sus militantes.

1969 – Italia: Estalla una bomba en un banco en la plaza Fontana, en Milán, matando a 16 personas e hiriendo a 80. En 1999 el antiguo jefe del servicio de inteligencia italiano, el general Maletti, sostuvo que el atentado fue ideado por la Gladio y supuestos terroristas de extrema derecha, apoyados por miembros de las Fuerzas de Seguridad italianas que les habrían prestado cobertura.

1973 – España: Asesinato del almirante Carrero Blanco, jefe del Gobierno y previsible continuador del Régimen. El almirante, que se había negado a prestar apoyo logístico a los norteamericanos durante la reciente guerra árabe-israelí, era asesinado un día después de haberse entrevistado en Madrid con el secretario de Estado, Henry Kissinger.

1975 – España: Un comando de extrema derecha, vinculado a la red italiana de Gladio, ataca el despacho de un abogado laboralista en Madrid relacionado con el Partido Comunista, que todavía no había sido legalizado.

1976 – España: Mercenarios de la Gladio provocan un enfrentamiento entre diferentes grupos carlistas durante una manifestación en Montejurra en la que hubo varios muertos.

1977 – España: El 24 de enero Gladio perpetra la matanza en el número 55 de la calle de Atocha (Madrid). Fueron asesinados los abogados laboralistas Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco, el estudiante de derecho Serafín Holgado de Antonio y el administrativo Ángel Rodríguez Leal, y resultaron gravemente heridos Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, Luis Ramos Pardo y Dolores González Ruiz, casada con Sauquillo. Estaba embarazada y perdió también al hijo que esperaba. La autoría de Gladio fue confirmada por un informe confidencial del Comité Ejecutivo para los Servicios de Información y Seguridad (CESIS), organismo dependiente de la presidencia del Consejo de Ministros de Italia.

1977 – Alemania: La Facción del Ejército Rojo (en alemán, Rote Armee Fraktion, o RAF), también conocida como la banda Baader-Meinhof (por el apellido de sus dos componentes más destacados), causó una gran agitación social en Alemania (especialmente en el otoño de ese año), lo que llevó a una crisis nacional sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y que se saldó con la muerte de 34 personas y 20 miembros del grupo terrorista debido a diversos atentados y enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad alemanas.

1978 – Italia: Asesinato del primer ministro Aldo Moro secuestrado por las Brigadas Rojas, una organización terrorista fundada en 1969 que se declaraba marxista-leninista. Moro fue secuestrado cuando iba de camino a una sesión del Congreso en la que se iba a votar una moción de confianza al nuevo Gobierno encabezado por Giulio Andreotti, con el apoyo del Partido Comunista italiano. Era la primera vez que se ponía en práctica el llamado Compromesso Storico por el que los comunistas italianos entraban a formar parte del gobierno de concentración para superar la grave crisis que sufría entonces Italia. Moro siempre había abogado por el entendimiento entre comunistas y cristianodemócratas.

1980 – Italia y Alemania: Estallan bombas en la estación ferroviaria de Bolonia y durante la celebración de la Oktoberfest de Múnich, matando un total de 98 personas e hiriendo a más de 400. En ambos casos se encontraron evidencias de la participación de la Gladio y de los servicios secretos norteamericanos.

1981 – España: envenenamiento masivo por consumo de aceite de colza desnaturalizado (Síndrome del Aceite de Colza) y supuesta intentona golpista del 23 de Febrero. Diversas acciones, planificadas y ejecutadas por la CIA, y relacionadas con el ingreso de España en la OTAN, forzaron la dimisión del entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y allanaron el camino para la victoria del PSOE en las elecciones generales de 1982.

1983-1985 – Bélgica: Se produce una serie de acciones tan violentas como absurdas. Grupos de hombres armados dispararon indiscriminadamente matando a civiles en varios restaurants y supermercados en el distrito de Brabante. Hasta 28 personas perdieron la vida y muchas resultaron gravemente heridas. Las inconclusas investigaciones sugirieron la participación en los atentados de miembros de las Fuerzas Armadas belgas y supuestos grupos de extrema derecha relacionados con los servicios secretos norteamericanos y británicos.

1990 – Suiza: Encuentran muerto al antiguo jefe del ejército secreto suizo P26, el coronel Alboth, apuñalado con su propia bayoneta, después de haber asegurado que estaba dispuesto a revelar “toda la verdad” sobre las actividades clandestinas de la red terrorista Gladio en Suiza.

A medida que las informaciones sobre la organización Gladio se fueron publicando, la historia se fue tornando cada vez más siniestra. Desde el inicio de la Guerra Fría, agencias independientes franquiciadas por los servicios secretos de Estados Unidos y Gran Bretaña establecieron una vasta red de asesinos a sueldo, grupos paramilitares, organizaciones terroristas y depósitos secretos de armas a través de toda Europa occidental.

Gladio permaneció muy activa hasta que estalló el escándalo Andreotti en Italia en 1990. Después de la desintegración de la Unión Soviética al año siguiente se produjeron cambios vertiginosos en todo el mundo, y la actividad de Gladio disminuyó hasta desaparecer, aparentemente.

El Mayo del 68 en Francia, una de las mayores acciones acometidas por la CIA en Europa, tenía como objetivo provocar la caída del presidente Charles De Gaulle por haber seguido adelante con su programa nuclear y negarse a que la OTAN mantuviese sus bases militares en Francia. El Partido Comunista francés, y todas las formaciones de izquierda de aquel país, llevan cuarenta años proclamando que no tuvieron nada que ver con la organización de la pantomima del Mayo Francés.

Los servicios secretos norteamericanos sembraron Europa de sangrientos atentados durante dos décadas con el propósito primordial de desestabilizar a varios gobiernos democráticamente elegidos y desembarazarse de los políticos incómodos y poco dispuestos a plegarse a los intereses de Estados Unidos.

Tras el escándalo Andreotti se extendió por toda Europa una gran indignación por las actividades clandestinas de la Gladio y el asunto se investigó en diversos países además de Italia. Sin embargo, cuando Sadam Hussein invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990, el escándalo por las actividades ilegales de la Gladio fue desplazado de las portadas de los periódicos y convenientemente silenciado.

Veinte años después de la confirmación de su existencia por Giulio Andreotti, la Gladio y la red de ejércitos secretos de la OTAN, siguen generando una gran cantidad de preguntas que han quedado sin respuesta, pero la existencia de la Gladio ha sido confirmada por varios jefes de Estado, por tres investigaciones parlamentarias (en Italia, Bélgica y Suiza), y en especial por una extraña denegación y subsiguiente confirmación de su existencia por parte de la propia OTAN en 1990. Aún así, aparte de aquellos involucrados en la red, muy pocas personas saben con certeza cómo funcionaba la misma, o cómo se definían sus objetivos.

Existen suficientes evidencias y testimonios personales que sugieren vínculos con grupos terroristas de extrema derecha y de extrema izquierda activos en las décadas de los años setenta y ochenta, y que la Gladio misma fue responsable de la ejecución de la “estrategia de la tensión” mediante el uso premeditado del terrorismo para crear pánico e influir en los resultados electorales de distintos países. Como sucedió en España en octubre de 1982, cuando la gente fue a votar bajo el síndrome de que “había que afianzar la democracia” amenazada por los sectores reaccionarios y el Ejército, tras la supuesta intentona golpista del 23 de febrero de 1981. Un paripé con todos los visos de haber sido urdido por la CIA para afianzar al rey Juan Carlos I como de Jefe del Estado español, y desembarazarse de todos los elementos “incómodos” que aún quedaban en el seno de las FFAA, reacios al ingreso de España en la OTAN. De facto: una rendición que permite la presencia de fuerzas de ocupación extranjeras en suelo español camufladas como “aliados”.

Si Gladio ha desaparecido definitivamente, o simplemente ha evolucionado hacia otro tipo de organización criminal, es algo que no sabemos con certeza. Pero varios indicios sugieren que la red terrorista paramilitar no ha sido desmantelada. Es más, los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid indican claramente que la red terrorista sigue operativa, y que actúa de forma intermitente.

En mayo de 2002, durante la campaña para los comicios generales de Holanda, fue asesinado el carismático y, según todas las encuestas, gran favorito para la victoria final, el candidato de la derecha nacionalista, Pym Fortuyn. Entre otras cosas, Fortuyn defendía la salida inmediata de Holanda de la Unión Europea, así como el cierre de fronteras a la inmigración ilegal extracomunitaria. Un “ecologista de personalidad compulsiva” llamado Volkert van der Graaf le asesinó días antes de las elecciones y fue condenado a veinte años de cárcel.

Asimismo, el presidente polaco Lech Kaczynski fallecía en un accidente aéreo a principios de abril de 2010 cuando su avión se estrelló cerca del aeropuerto de Smolensk en Rusia. A bordo viajaban 87 personas y no hubo supervivientes. Lech Kaczynski se había distinguido por ser uno de los líderes políticos más reacios a hacer nuevas cesiones de soberanía nacional a la Unión Europea. Kaczynski y era, por decirlo suavemente, un personaje “incómodo” en el seno de la UE.

Jörg Haider, gobernador del estado federado de Carintia (gobernado por Haider desde 1999 ininterrumpidamente) y jefe de la Alianza para el Futuro de Austria, defendía un programa político muy parecido al del holandés Pym Fortuyn.

Haider murió en octubre de 2008 en un grave accidente automovilístico al sur de la ciudad de Klagenfurt. Iba solo al volante de su vehículo cuando se salió de la carretera, en un adelantamiento, y se estrelló contra un pilar de hormigón. Haider había sido una figura determinante en el panorama político austriaco de los últimos 20 años. Su repentina muerte conmocionó a Austria en un momento de especial incertidumbre, dos semanas después de las elecciones legislativas que se saldaron con un nuevo triunfo de los nacionalistas.

Dado que en el seno de la UE no agradó lo que el electorado austriaco había decidido libremente en las urnas, Bruselas impuso a Austria una batería de sanciones diplomáticas e Israel retiró a su embajador. Cediendo a las presiones internacionales, Haider dejó a sus colaboradores a cargo del gobierno y se retiró a la región de Carintia para evitarle al país males mayores. El aviso fue demasiado claro y rotundo para ignorarlo.

Para muchos investigadores, periodistas y escritores, estas recientes muertes de políticos poco proclives al proyecto soberanista de la Unión Europea, demuestran que una red terrorista sigue actuando de forma contundente para influir en la política interna de los países miembros de la Unión, y todo obedece a un plan bien trazado: poner en marcha una “segunda estrategia de la tensión” para acelerar el proceso de consolidación de la Unión Europea como una realidad política supranacional. De ahí que, cuantos ponen en duda la conveniencia de dicho proyecto desaparezcan inmediatamente de la escena pública, o sean ejecutados sin contemplaciones.

Sobre la organización terrorista Gladio muchas preguntas han quedado sin responder porque, aun en el caso de las investigaciones parlamentarias, más pronto o más tarde aparece el insalvable obstáculo del secreto de Estado. Un representante de la OTAN comentó lo siguiente a un periodista de la agencia de noticias Reuters el 15 de noviembre de 1990, poco después del escándalo destapado por Andreotti: “No esperará usted que se respondan muchas preguntas, aunque la Guerra Fría haya terminado. Suponiendo que hayan existido vínculos [de la OTAN] con organizaciones terroristas, se habrá enterrado ese tipo de información bien profundamente”.
Investigaciones llevadas a cabo en Bélgica durante la década de los noventa descubrieron valiosos detalles sobre la estructura de la red Gladio.

En ese país, como en otros que formaban parte de la OTAN, el primer paso fue dado con la fundación de un comité tripartito entre el país anfitrión, el Reino Unido y EEUU. Más tarde, en 1948, se creó un organismo general para coordinar a varios países de Europa occidental, conocido como Comité Clandestino de la Unión Occidental [Western Union Clandestine Committee]. El WUCC fue, en 1951, subordinado a la OTAN, y pasó a llamarse Comité de Planeamiento Clandestino [Clandestine Planning Committee]. Se fundó además un segundo organismo: el Comité Clandestino Aliado [Allied Clandestine Committee]. Después de que Francia abandonara la OTAN, los cuarteles generales de estos comités fueron trasladados a Bruselas. En todos los casos estas redes se organizaron de forma clandestina.

Los ejércitos secretos funcionaban como parte de la defensa colegiada occidental frente a la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Pero la progresiva captación por parte de la Gladio de elementos de la extrema izquierda hizo que algunos se preguntasen si la auténtica función de la organización era organizar la resistencia de la defensa occidental en caso de invasión soviética o, por el contrario, crear el caos en los países aliados.

Gladio fue una red de terrorismo internacional organizada por los servicios secretos de Estados Unidos y Gran Bretaña bajo el paraguas de la OTAN. Charles De Gaulle lo comprendió inmediatamente y sacó a Francia de aquel embrollo, aunque le costó lo suyo y a punto estuvo de ser asesinado en varias ocasiones por la OAS, otra de las ramificaciones de la Gladio.

Para desestabilizar al Gobierno de España, la Gladio puso en marcha el terrorismo de extrema izquierda más brutal y sanguinario: ETA, GRAPO, FRAP… todas estas organizaciones terroristas empezaron a funcionar en esa época, hacia 1968, coincidiendo con el Mayo Francés, que fue la maniobra empleada por la CIA en Francia para acabar con Charles De Gaulle.

El supuesto riesgo (muy remoto) de una invasión soviética fue la excusa para que norteamericanos y británicos ocupasen buena parte de Europa occidental. Uno de los diseñadores de la Gladio fue Richard Helms, jefe de la CIA entre 1966-1973 y estrecho colaborador del presidente Richard Nixon. Las tácticas de terrorismo utilizadas por la CIA no han cambiado mucho desde entonces, y las estaciones de tren siguen siendo uno de sus escenarios preferidos, aunque ahora se atribuyan los atentados al terrorismo islamista en lugar de a la extrema izquierda.

En Italia, por ejemplo, el terrible atentado de la estación de Bolonia de 1980, muy parecido a los de Madrid del 11 de marzo de 2004, sigue aún vivo en la memoria de los italianos. Aquel feroz ataque terrorista se cobró 85 víctimas. Investigaciones realizadas para esclarecer la autoría del atentado se vieron obstaculizadas constantemente por el servicio secreto y un sector de la policía y del estamento judicial italianos.

Ese mismo año 1980, una bomba explotó en la Oktoberfest de Múnich, matando a 13 personas. En un primer momento las investigaciones policiales culparon a un supuesto activista de la extrema derecha de 21 años llamado Gundholf Köhler, que oportunamente falleció en el atentado. Según la policía alemana pertenecía al grupo Wehrsportgruppe Hoffmann. Los propios expertos de la policía reconocieron poco después que la bomba era demasiado compleja para haber sido fabricada por una persona de 21 años, sin experiencia previa en la fabricación de artefactos explosivos. En 1981, un año más tarde, la policía descubrió un enorme escondite de armas cerca del pueblo de Uelzen. La explicación oficial fue que los terroristas habían ocultado las armas, las cuales estaban controladas por un tal Heinz Lembke, pero la cantidad y el tipo de armamento que se encontró puso muchos signos de interrogación sobre tan oportuna explicación. Armas automáticas, equipos de guerra química y bacteriológica, 50 cañones anticarro, 156 kg de explosivos, 230 artefactos explosivos y 258 granadas de mano. ¡Demasiado sofisticado!

Varios periodistas de investigación relacionaron a Heinz Lembke con el ejército clandestino alemán BND. Posteriormente, las investigaciones oficiales desmintieron cualquier vínculo entre Lembke y la masacre de Múnich. A Heinz Lembke se le encontró muerto, ahorcado con una soga que jamás se aclaró de dónde había salido y cómo llegó hasta él mientras se encontraba bajo custodia policial en 1981.

En el caso de la masacre de la estación de Bolonia está probado que miembros de los servicios secretos italianos suministraron falsa información y colocaron una falsa bolsa con explosivos en un tren, lo que nos lleva a deducir que tuvo que existir una relación entre los que colocaron las bombas y los que les encubrieron. Las analogías entre la masacre de Bolonia en 1980 y la de Madrid en 2004 son innegables.

Este terrorismo teledirigido que se desarrolló con especial virulencia en el decenio 1975-1985, no afectó solamente a Italia y Alemania. En Bélgica, una extraña operación se llevó a cabo en 1984 en las cercanías de Vielsalm, municipio de Valonia. Un pelotón de marines estadounidenses saltaron en paracaídas sobre Bélgica y a su encuentro salió un miembro del servicio de la inteligencia militar belga. Se ocultaron durante dos semanas antes de atacar la comisaría de Vielsalm, como parte de un ejercicio que llamaron Operación Oesling durante el cual mataron a un agente de la policía belga. Un militar estadounidense resultó herido durante la operación, perdiendo un ojo. En un principio se creyó que el ataque había sido un acto de terrorismo, pero más tarde se probó que había sido una operación militar secreta conjunta estadounidense-belga, tal como lo confirmaron las investigaciones del Senado belga en 1991. Otros ataques sucedieron a éste en los cuales, tal como en el caso de Vielsalm, las armas y las municiones fueron confiscadas. Armas que llegaron subsiguientemente a manos de grupos extremistas. Una pregunta fundamental dentro de la investigación efectuada por el Senado belga sobre la red de ejércitos clandestinos fue si había tenido algo que ver con las famosas masacres de Brabante en la década de los ochenta. Éstos fueron una serie de ataques que se llevaron a cabo en los municipios del extrarradio de Bruselas durante unos dos años. Joyerías, restaurantes, bancos e incluso supermercados, se vieron atacados por bandas paramilitares compuestas por hombres despiadados y armados hasta los dientes. En todos los ataques realizados en aquella época en Bélgica, los delincuentes se llevaban pequeñas sumas de dinero, aunque actuaban como profesionales coordinados y empleaban una brutalidad inusitada. Un fenómeno que se está dando en España desde hace varios años, atribuyéndose esos robos a supuestas bandas paramilitares del este de Europa compuestas por antiguos miembros de las Fuerzas Armadas de esos países.

El 9 de noviembre de 1985, un grupo armado penetró en un supermercado y abrió fuego indiscriminadamente. Era sábado por la tarde y el centro comercial estaba abarrotado de gente. Ocho personas perdieron la vida, algunos mientras intentaban escapar. El dinero que se llevaron los atracadores ascendió a unas 2000 libras esterlinas, un mísero botín que fue encontrado en un canal metido en una bolsa de plástico sin abrir. La investigación encargada por el Senado belga y las autoridades judiciales determinó, más allá de cualquier duda, que el móvil de aquel ataque al supermercado no fue el dinero. Sin embargo, y debido a una especie de resistencia burocrática por parte de los servicios secretos y de la inteligencia militar belga, la investigación no logró establecer ninguna relación entre los asesinatos y la organización terrorista Gladio.

Lyndon LaRouche es un reconocido filántropo norteamericano que lidera varias organizaciones políticas en los Estados Unidos y otros países. Es el fundador y editor de la revista Executive Intelligence Review (Informe de Inteligencia Ejecutiva), una agencia independiente de noticias y análisis de información mundial, elemento principal del movimiento que LaRouche lidera. El día de los atentados en Madrid, el 11 de marzo de 2004, Lyndon LaRouche emitió un comunicado descartando la idea de que los ataques terroristas hubiesen sido realizados por el grupo terrorista vasco ETA o por terroristas musulmanes, y comentó que la atrocidad de Madrid le recordaba el ataque en 1980 a la estación de tren de Bolonia y, en general, a la “estrategia de la tensión” a través del terrorismo desarrollada por la Gladio en Italia a comienzos de los ochenta.

En los siguientes días, varios expertos entrevistados por EIR, como también comentaristas de periódicos independientes apuntaron en la misma dirección: los atentados de los trenes en Madrid, fueron planificados por servicios secretos occidentales, en necesaria connivencia con miembros de la policía y fuerzas de seguridad del Estado.

Entre 1969 y 1974, Italia fue sacudida por una serie de ataques terroristas mediante bombas. El comienzo de este período, que más tarde fue denominado la estrategia de la tensión, está oficialmente marcado por la bomba del 12 de diciembre de 1969 que explotó dentro de la Banca Nazionale dell’Agricoltura en la Plaza Fontana de Milán, conocida como la masacre de Piazza Fontana, en la cual 16 personas fueron asesinadas y 58 heridas. El final de la estrategia de la tensión, considerado estrictamente, está marcado por la bomba en el tren Italicus, el 4 de agosto de 1974, en San Benedetto Val di Sambro, que mató a 12 personas e hirió a 105. Durante este período hubo al menos cuatro intentos conocidos de golpe de Estado en Italia.

Pero la mayor masacre terrorista hasta entonces, tuvo lugar seis años después, el 2 de agosto de 1980 en Bolonia, cuando una maleta que contenía unos 20 kg de explosivos detonó en la estación de trenes, matando a 85 personas e hiriendo a más de 200. La responsabilidad fue oficialmente reivindicada por un grupo terrorista de extrema derecha llamado Nuclei Armati Rivoluzionari (NAR). Pero aquí hay una severa incongruencia, puesto que el término “revolución” o “revolucionario” no forman parte ni del lenguaje ni del ideario de la extrema derecha, ni en Italia ni en ningún otro país occidental. Es algo tan chocante como que una organización de extrema izquierda se proclamase “tradicionalista” o “nacionalista”.

El atentado de Bolonia, por la época en que tuvo lugar, no pertenece estrictamente a la llamada estrategia de la tensión, no estaba relacionado con ningún plan para llevar a cabo un golpe de Estado o cambio brusco del Gobierno italiano de entonces. Sin embargo, las organizaciones terroristas involucradas eran comandos autónomos del período de la estrategia de la tensión que se habían reorganizado. Como en el atentado de la Piazza Fontana y otros casos, se produjo un encubrimiento sistemático de los autores de las masacres por parte de ciertos sectores dentro de las Fuerzas Armadas, la policía y los servicios secretos italianos.

Varias investigaciones judiciales y parlamentarias han establecido que existe una relación entre la matanza de Piazza Fontana, las bombas del tren Italicus y la masacre de 1980 en la estación de ferrocarril de Bolonia. Destacan la investigación oficial por los atentados de Bolonia, y la más reciente por los de la Piazza Fontana iniciada por el fiscal Guido Salvini en 1992 en Milán, y los resultados del Comité Parlamentario para la Identificación de los Autores de las Masacres Terroristas que trabajó en las investigaciones entre 1994 y 2001.

El juicio por el atentado en la estación de Bolonia en 1980 finalizó con la condena de Valerio Fioravanti y Francesca Mambro como autores materiales de las masacres, y del inquietante Licio Gelli, perteneciente a la logia masónica P2, implicada también en el asesinato del papa Juan Pablo I en 1978 y en varias muertes que siguieron al escándalo del Banco Ambrosiano en 1982 y que dejaron un sangriento rastro de cadáveres.

Piazza Fontana: el 11-M italiano

La técnica adoptada en la atrocidad de Madrid, la colocación de bombas simultáneas en trenes, no es nueva. La masacre de 1969 en Piazza Fontana fue precedida por una serie de acciones demostrativas que comenzaron en la noche del 8 al 9 de agosto, con diez bombas colocadas en diez trenes diferentes. Ocho de las cuales, de baja potencia, hicieron explosión. Esas bombas fueron colocadas por la organización neofascista llamada Ordine Nuovo, pero los investigadores fueron conducidos a la creencia de que fueron activistas de extrema izquierda [anarquistas] quienes lo hicieron. Hubo nuevas acciones demostrativas en los meses siguientes al atentado, hasta que el 12 de diciembre de ese mismo año, se produjo lo que podríamos calificar de salto cualitativo en la ejecución de aquellas acciones terroristas. Una serie de potentes bombas detonaron en la Piazza Fontana de Milán, pero también en Roma, donde tres artefactos hirieron a 13 personas. Por suerte, otra bomba colocada en el centro de Milán, en la Piazza Scala, no explotó.

Aquí nos encontraos con dos elementos que nos recuerdan claramente los atentados de Madrid: bombas y trenes. Se trata de que la acción terrorista sea brutal y que mate indiscriminadamente. En lugar de los actuales integristas islámicos, los supuestos terroristas de entonces eran activistas de extrema derecha o de extrema izquierda. Así, los auténticos autores de la masacre de Milán y sus encubridores guiaron a la policía y a los fiscales hacia la búsqueda de los asesinos en la extrema izquierda, eligiendo finalmente a los anarquistas como perpetradores del atentado de Piazza Fontana en agosto de 1969.

Dos conocidos anarquistas, Pietro Valpreda y Giuseppe Pinelli, fueron inmediatamente arrestados. Pinelli murió esa misma tarde al saltar desde una ventana de las dependencias policiales donde estaba siendo interrogado. La investigación oficial de su muerte concluyó que se trataba de un suicidio. Valpreda pasó varios años en prisión hasta que fueron retiradas todas las acusaciones y fue excarcelado. No obstante, varios testigos oculares, entre ellos un taxista, que aseguraron haber visto a unos individuos sospechosos poco antes de la explosión y haber declarado que podrían reconocerles, murieron en extrañas circunstancias nunca aclaradas.

Como en otros casos más recientes y cercanos, el encubrimiento de los auténticos autores de los asesinatos y actos de terrorismo fue orquestado desde el Ministerio del Interior, del que dependían la policía y una oficina llamada Ufficio Affari Riservati (UAR), una especie de agencia de Inteligencia interior, cuyo jefe era Federico Umberto d’Amato antiguo agente doble italiano que había iniciado su carrera durante la Segunda Guerra Mundial bajo las órdenes de James Angleton, a la sazón jefe de operaciones de la Office of Strategic Services (OSS) en Italia. En aquella época la OSS (futura CIA) estaba supervisada por la Inteligencia Militar norteamericana y el MI6 británico. Terminada la guerra, y gracias al determinante apoyo de James Angleton, D’Amato fue nombrado director ejecutivo de la Secretaría Especial de la OTAN, actuando como enlace entre esta organización y los servicios secretos de los Estados Unidos.

Guido Salvini, fiscal de Milán, había establecido que Delfo Zorzi, el terrorista inicialmente condenado, y después declarado inocente, por haber colocado la bomba de Piazza Fontana, había sido reclutado por D’Amato en 1968. Pero el fiscal Salvini descubrió mucho más. Un testigo, Carlo Diglio, decidió en 1992 colaborar en las investigaciones y reveló que había trabajado como infiltrado en el grupo de Zorzi para la inteligencia militar norteamericana encuadrada dentro de la comandancia de la OTAN en Verona. Los servicios secretos norteamericanos estaban al corriente del atentado que Diglio y los suyos preparaban para el 8 de agosto y el 12 de diciembre. El superior inmediato de Diglio, el capitán de la US Navy David Garrett, señaló más tarde que las órdenes eran que todas las acciones debían ser meras demostraciones de fuerza, sin que produjesen víctimas. Por su parte, Carlo Diglio admitió que Garrett estaba en permanente contacto con Pino Rauti en Roma, líder de la organización masónica Ordine Nuovo (ON), de la que Zorzi era uno de sus dirigentes en la región de Véneto.

Según las revelaciones de Diglio, el segundo participante en la acción de Piazza Fontana, Carlo Maria Maggi, era líder de la célula de ON en el Véneto y el tercero, Giancarlo Rognoni, era también miembro de la organización ON en Milán, y se encargó de facilitar apoyo logístico.

En 1971, dos miembros de Ordine Nuovo, Franco Freda y Giovanni Ventura, fueron arrestados en relación con la investigación de los atentados de Piazza Fontana, así como con otras acciones terroristas menores. Sin embargo, cuando los dos fiscales de Milán encargados de la investigación, Gerardo D’Ambrosio y Emilio Alessandrini estaban cerca de desenmascarar a la práctica totalidad de los componentes de la red terrorista y a su cúpula directiva, la titularidad de la investigación les fue arrebatada y trasladada a la ciudad de Catanzaro, en el sur de Italia, donde Freda y Ventura fueron exculpados y declarados inocentes en la vista.

La tenacidad del antiguo fiscal de Milán, Guido Salvini, que prosiguió con las investigaciones al margen de presiones políticas, obtuvo como resultado que varios testigos asegurasen que fue Franco Freda quien compró los temporizadores usados en las bombas, y que fue Giovanni Ventura quien los instaló en los artefactos explosivos. Pero ni Freda ni Ventura pueden volver a ser juzgados por un delito del que ya fueron absueltos.

En 1969 el objetivo del plan urdido por los servicios secretos norteamericanos consistía, básicamente, en desestabilizar Italia. Presentar a una derecha neofascista dispuesta a hacerse con el poder a toda costa, para que así los socialistas fuesen excluidos del Gobierno y los comunistas del influyente PCI diesen algún paso en falso que propiciase la intervención de la OTAN. Pero el primer ministro italiano, Mariano Rumor no mordió el anzuelo, bien aconsejado por el ministro de Exteriores de entonces, Aldo Moro, que se enfrentó al presidente de la República (jefe de Estado) Giuseppe Sagarat, para disuadirle de sus intenciones de declarar el Estado de Emergencia. Hubo una gran crisis de Gobierno, pero en apenas tres meses, gracias a la mediación de Aldo Moro en buena parte, el presidente de la República logró reunir otro gabinete y superar la crisis.

La actuación de Aldo Moro y su partido, la Democracia Cristiana, fue decisiva para superar la crisis. Pero no era la primera vez que Moro se enfrentaba a la amenaza de un golpe de Estado. En 1964, cuando él, como primer ministro, estaba negociando el primer gobierno con participación socialista, el presidente de la República, el cristianodemócrata Antonio Segni le hizo a saber que un importante sector del partido y de la oligarquía empresarial y financiera no veían con buenos ojos la inclusión de los socialistas en el Gobierno. Segni transmitió a Moro el mensaje que le había hecho llegar el coronel Renzo Rocca, jefe de la división económica del SIFAR, el servicio secreto militar italiano. Rocca (quien después de su período en el SIFAR fue recolocado en la fábrica de automóviles FIAT en Turín) informó a Segni que el establishment financiero y empresarial preveía una crisis económica catastrófica si los socialistas participaban en el Gobierno de coalición. El presidente de la República, Antonio Segni, fracasó en su intento de disuadir a Aldo Moro y en consecuencia tuvo que abandonar la presidencia el 6 de diciembre de 1964 tras sufrir un serio accidente cerebrovascular que le dejó hemipléjico.

La peor amenaza para que los especuladores puedan llevar a cabo sus planes de sometimiento de un país, como era el caso de Italia en aquella época, es que se cree un Gobierno de coalición, en el que, aparcando sus diferencias, participen las principales fuerzas políticas, con un propósito bien definido: sacar al país de una crisis, ya sea esta política, económica o social.

Como medida de presión, el presidente de la República italiana, Antonio Segni, manifestó su intención de retirarle el mandato de Gobierno al primer ministro Aldo Moro, y dárselo a un tecnócrata, Cesare Merzagora. Además, Segni recibió ayuda del vicepresidente de la comisión europea, el socialista Robert Marjolin, quién atacó públicamente el programa de gobierno de Moro en nombre de la Comunidad Económica Europea. Robert Marjolin se había reunido con Segni en París unos meses antes para diseñar la estrategia a seguir contra Moro.
Aldo Moro y sus aliados se tomaron las amenazas de Segni muy en serio, y así, el Gobierno de centro-izquierda, un proyecto que comenzó Moro en 1960 y que contaba con la ayuda de la administración Kennedy, ya nació como un caso perdido. Kennedy murió asesinado en Dallas en noviembre de 1963 y Aldo Moro fue secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas en mayo de 1978. Ahora bien: ¿qué motivo podían tener los supuestos guerrilleros comunistas de las Brigadas Rojas para asesinar al líder de la Democracia Cristiana que siempre había abogado por el entendimiento con el Partido Comunista y con los socialistas italianos?

Ninguno, salvo que dichos guerrilleros de extrema izquierda fuesen en realidad hombres de los servicios secretos italianos, agentes de la CIA o mercenarios de la Gladio.

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