miércoles, 13 de octubre de 2010
Los 'precedentes' del magistrado con los GAL
F. L. / Madrid
Ya en 1993, cuando era pública su inminente incorporación como 'número dos' por Madrid en las listas del Partido Socialista (sólo por detrás de Felipe González), también puso en marcha otra de sus peculiares maniobras.
En vísperas de dejar las dependencias judiciales, llamó a declarar al ex policía Míchel Domínguez, ex compañero de José Amedo e condenado en las actuaciones de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) en la 'guerra sucia' contra ETA.
El juez le llamó a declarar, pero no contó ni con la presencia del representante del Ministerio Público. Cuando trascendió, fueron muchas las voces que se preguntaban si le había tomado declaración como juez o había estado pactando situaciones ulteriores como candidato socialista al Congreso. Domínguez había sido condenado a 104 años de prisión.
Desde el entorno de Garzón se dijo que esta gestión con Domínguez tenía una justificación «humanitaria» y que se habría hablado del indulto del que fuera lugarteniente de Amedo. Garzón, en ese momento aún juez instructor, no tenía capacidad política para adquirir compromisos, ¿o sí? En cualquier caso, el juez estaba en aquellos momentos instruyendo sumarios sobre la 'guerra sucia' contra ETA en los que no era descartable que se pudiera llegar a altas esferas de un Gobierno con el que ya estaba comprometido al ir en las listas del PSOE.
Desde la Audiencia se intentó aclarar que Domínguez había prestado declaración con relación al secuestro de Segundo Marey. Y que Garzón había declarado secreto este sumario. Marey era un empresario al que secuestraron por error en 1983, confundiéndole con un activista de ETA.
Conviene recordar que cuando Garzón tomó esta extraña declaración a Domínguez, el ex policía se encontraba preso. Fueron tantas las medidas de seguridad que intentó adoptar el juez para que no trascendiera la llegada de Domínguez a la Audiencia Nacional, que cuando el coche policial entró en el garaje de los juzgados se le permitió acceder sin identificar a los ocupantes.
Además, sacó de la cárcel al preso sin conocimiento del juez de vigilancia penitenciaria y le tomó declaración sin siquiera presencia del fiscal.
No es la primera vez que Baltasar Garzón, cuando intuye o sabe que está a punto de abandonar la Audiencia Nacional, hace su última faena torera.
Menos mal, que todos lo jueces no son como el, porque entonces si que estamos apañaos.
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