Zapatero ha visto sus previsiones cumplidas. Tal y como sospechaba, el pasado de Rubalcaba, lejos de convertirse en un inconveniente para su estrategia, puede ser a la postre una ventaja importante, sobre todo porque, al menos en un principio, servirá para distraer al Partido Popular y, de paso, a buena parte de la opinión pública y los medios de comunicación. De hecho, ayer, en la sesión de control, la primera en la que Rubalcaba ocupaba el escaño a la izquierda del presidente, la andanada contra el nuevo vicepresidente fue durísima. Mientras, a Zapatero no le alcanzaron ni las salpicaduras.
Eso explica que el presidente expresara su complacencia cuando abandonó el Congreso, declarara que Rubalcaba había estado «muy bien» y se mostrara convencido de haber destapado la jugada del PP.
No obstante, los populares también están tanteando el terreno. Su plan es de doble velocidad.
Por un lado, la portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, se prepara para golpear, tal y como ya advirtió en EL MUNDO, con los asuntos que preocupan a los españoles y que pasan, irremediablemente, por el abanico de problemas económicos. Ayer mismo, debutó en su cara a cara con Rubalcaba, reprochándole la ruptura del Pacto de Toledo y exigiendo la descongelación de las pensiones.
Y, en paralelo, desde la retaguardia, otros dos o tres diputados del PP machacarán al vicepresidente con los dosieres más oscuros de su gestión en Interior -caso Faisán y caso Malaya- y sacando a pasear los negros fantasmas del pasado: los GAL, los crímenes de Estado, la manipulación y las mentiras de la última etapa del felipismo.
Ayer, la sesión de control fue como un ensayo de lo que va a llegar. Y Rubalcaba, que barruntaba la jugada, optó por mostrarse displicentemente comedido, rehusando entrar al capote y esforzándose por mirar hacia otro lado.
Abrió fuego Sáenz de Santamaría resumiendo lo que, en su opinión, es el nuevo cometido del número dos: «Explicar mejor lo mal que gobierna Zapatero». Después urgió al Gobierno a dar marcha atrás en la congelación de las pensiones porque perjudica a «los más débiles». «Hace falta mucho más que química», le espetó la popular haciendo referencia a la formación académica de Rubalcaba, «para transformar la mentira en verdad».
Con esta frase, Sáenz de Santamaría dio paso a la arremetida de sus compañeros, aunque antes tuvo que ver cómo el vicepresidente, que es hueso duro, ponía una nueva etiqueta a los del PP. Si el pasado viernes les colgaba la de machistas genéticos, ahora les coloca la de «antisociales» porque sólo defienden a trabajadores y pensionistas cuando están en la oposición.
A partir de ahí, los golpes contra Rubalcaba se dirigieron a su faceta de ministro del Interior. Una semana más salieron a relucir las iniciales J. A. G. que aparecen en la documentación incautada en los registros del caso Malaya y que, según el PP, esconden el nombre del comisario general de la Policía Judicial, Juan Antonio González, al que estaría encubriendo el propio Rubalcaba.
Salieron entonces a pasear los fantasmas de hace tres lustros. «Usted tapó a los GAL; usted pierde el pelo, pero no el vicio», le reprochó el diputado Rafael Hernando antes de sentenciar que el Gobierno, tras la remodelación, se ha pasado «a la mentira y a la involución».
Rubalcaba, de nuevo sin parpadear, respondió acusando al PP de «tapar a los corruptos» que campan en sus filas aunque sea, dijo, «a costa de atacar a las instituciones del Estado de Derecho».
Y finalmente, para rematar, tomó el relevo Ignacio Gil Lázaro, famoso por martillear una semana sí y otra también con el escándalo del chivatazo, es decir, con el caso Faisán. En esta ocasión, el popular saltó de la parte al todo: habló de la «marca Rubalcaba», que no es otra que la de la «mentira» y «la del felipismo hundido en los crímenes de Estado». «Por desgracia para España», afirmó, «Zapatero y usted son las 'X' del caso Faisán». El vicepresidente, por ahora, se conformó con evidenciar que estaba siendo «insultado y calumniado».
esto se pone bien, haber si se le cae a alguno la cara de vergüenza, aunque no la tengan.
ResponderEliminar