ÁNGELES ESCRIVÁ / Madrid
Las Fuerzas de Seguridad han recabado datos que indican que ETA tiene previsto anunciar en otoño, probablemente a finales de septiembre, su intención de detener su actividad con el fin de respaldar la estrategia que está manteniendo la izquierda abertzale. Se trataría de una pseudotregua cuya finalidad, según opinión de los investigadores, sería facilitar los movimientos políticos de los dirigentes en libertad de la ilegalizada Batasuna y satisfacer a sus valedores internacionales, que en mayo presentaron ante las instituciones europeas una carta solicitando a ETA un «alto el fuego supervisado».
La banda, no obstante, no va a proporcionarles satisfacción total porque, según los datos recabados, no admitirá supervisión alguna de su cese de actividad.
Este gesto de ETA viene siendo esperado porque hace meses que la izquierda abertzale -que respaldó en público la solicitud firmada por cuatro premios Nobel coordinados por su mediador, Brian Currin- asegura que se va a producir. Lo importante, si se llevara a cabo, sería su alcance.Sigue en página 4
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Los radicales llevan desde mayo, además, proclamando que si ETA no da un paso relevante, ellos escenificarán un distanciamiento que sirva para reforzar su apuesta «por las vías políticas exclusivamente», tal como proclamaron en la Declaración de Alsasua. Así pues, que se produzca o no el anuncio, sus términos y la respuesta que den la izquierda abertzale y sus actuales socios (EA) y los eventuales puede resultar muy útil para saber cuál es la situación y el grado de sinceridad de los ex dirigentes de Batasuna.
Y, con este fin, también resulta orientativo un documento fechado en agosto de 2009, al que ha tenido acceso EL MUNDO, en el que la dirección de la banda exponía cuál iba a ser su estrategia: su pretensión era provocar un proceso de negociación -ETA lo denomina Proceso Democrático- en condiciones distintas a las desarrolladas en el pasado.
Según el documento -inacabado y compuesto por varias aportaciones-, su intención no era «precipitarse» para «incrementar las debilitadas fuerzas de la izquierda abertzale» a costa de «reducir» las posibilidades del pueblo vasco «a largo plazo», sino formar un nuevo «ente jurídico político para el País Vasco y Navarra» enfocado hacia el «destino de la independencia». «La izquierda abertzale ha de aprender a andar sobre la trampa de estar asfixiada por las ilegalizaciones y responder al enemigo con valentía», advertía a los dirigentes de la ilegalizada Batasuna. «No se trata de un proceso de paz para que la izquierda abertzale pueda dar el salto, sino de un proceso político».
Era el modo de decirles que, aunque su futura presencia electoral pudiera tener interés, lo importante era el objetivo general y no sus maniobras inmediatas para conseguir estar en las diferentes convocatorias electorales. Y, con la vista puesta en ese objetivo general, les explicaba cómo se deben usar los atentados y las treguas.
Según el documento, «en los meses anteriores» al inicio del denominado Proceso Democrático, «para poder obtener lo que queremos», había que preparar la situación, y uno de los modos de prepararla era cometiendo atentados. «La apuesta de la organización es basar su línea armada permanente en acciones significativas», se decía. «Habrá que profundizar en acciones dirigidas al poder en España», que sean «lo más potentes posible (las de muertos) y buscando la atención internacional», se añadía: «Los comunicados y las palabras han de ser amables, pero las acciones han de ser duras».
Recién fechado ese documento, hace un año, fueron asesinados en Palma de Mallorca los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salva Lezaun, y un coche bomba en el cuartel de Burgos buscó una matanza. El siguiente plan era nutrir a varios comandos en una fábrica de Portugal para que perpetrasen atentados, especifica el documento, «fuera de Euskal Herria».
Las Fuerzas de Seguridad sostienen que la localización de la fábrica lusa y las continuas detenciones, así como la coyuntura política interna provocada a raíz de este estrangulamiento operativo, impidieron que la hoja de ruta del documento se cumpliese, pero la pretensión estaba claramente expresada.
Del mismo modo que lo estaban las condiciones para declarar una tregua. La dirección de ETA se mostraba contraria a esta posibilidad porque, según su experiencia, «las iniciativas que se toman en perspectiva de alto el fuego, acaban con el alto el fuego», pero sí aceptaba otras posibilidades, aplicables según las coyunturas.
Así pues, primero eran los atentados, después el inicio del Proceso durante el que se debía seguir matando hasta que el Estado hubiese cumplido las condiciones «mínimas» -no realizar detenciones ni otras «represiones»- exigibles en una primera fase. Aunque el Estado cumpliese esas condiciones, la amenaza de nuevos asesinatos era una baza que ETA pretendía mantener: «La capacidad disuasoria y la potenciación del papel de la lucha armada, como una posibilidad potencial, como un modo de condicionar al Estado y evitar que se desvíe». Y únicamente al final, cuando la banda estimase que había triunfado, estaba dispuesta a declarar el verdadero alto el fuego, el que «pueda ser interpretado como el fin de la lucha armada».
Pero, el quid de la cuestión a la luz de la situación actual es que, mientras tanto, ese documento no descartaba otras formulaciones de alto el fuego que pudieran ser compatibles con su pretensión de atentar o de disuadir, en las fases estipuladas para ello. Con el fin de «impulsar el Proceso», y siempre que se haga «desde una posición de fuerza», decía, hay que tener en cuenta posibilidades tales como las treguas «parciales, las temporales, regionales, las secretas o las que muestran la voluntado la intención de hacer algo...».
Éste era el planteamiento de la organización hace un año. Desde entonces hasta ahora han ocurrido muchas cosas. La izquierda abertzale, en su intención de evitar que la banda la arrastrase en su debilidad, provocó un debate interno que ganó en febrero a los autores del documento. Su planteamiento se diferencia en que ha auspiciado la Declaración de Alsasua a favor de las vías «exclusivamente políticas», pero sigue sin condenar a ETA. Según quede formulado el alto el fuego- si es que finalmente lo hubiere- y según sea la reacción ante él, los expertos sabrán si la izquierda abertzale sigue ganando la partida a los más duros y tiene intenciones sinceras de evolución; si, por el contrario, es el sector duro el que gana posiciones, o si se trata de nuevo de un reparto de papeles cuya intención inmediata es conseguir que los batasunos puedan seguir ahorrándose la condena a ETA, seguir manteniendo sus actividades políticas para cerrar el frente soberanista e intentar presentar una candidatura a las municipales.
El documento citado se ha estado repartiendo junto a la ponencia Mugarri, la redactada por el sector más duro del debate interno, el de los perdedores. Sin embargo, ese reparto no acabó cuando salieron derrotados, sino que se ha detectado que, al menos hasta antes del verano, muchos de los militantes han seguido barajándolo. De hecho, en uno de sus más recientes comunicados tras la Declaración de Alsasua, ETA seguía manteniendo la falta de necesidad de proclamar una tregua. Y después se han detectado enfrentamientos entre sectores.
Los expertos están alerta sobre la posibilidad de que, finalmente, los más radicales ganen fuerza mientras la izquierda abertzale no se define. Sobre todo si su apuesta por las elecciones -que es un asunto que ETA considera muy secundario-, fracasa.
Esto ya se va arrimando a la realidad, la negociación existe.
ResponderEliminarEstos asesinos, dicen que hay que resarcirles a ellos, no a las víctimas de su terror, visto asi, poco le faltará a zp en darles unos millones de euros igual que los que va regalando por tierras mauritanas a los terroristas. Se a abierto la caja de pandora, pide y se te concederá el deseo por muy dificil que este sea...