LOS CAMARADAS DE ZP: ¿Por qué repetían y repetían los "titiriteros del sindicato de la ceja" que no había presos políticos en Cuba?
FÁTIMA RUIZ
La revolución de los gladiolos ha tardado siete años en germinar. La sembró en las calles apenas un puñado de mujeres cubanas que caminaban armadas de flores por la Quinta Avenida habanera. Todas con un hombre preso por el que guardar un luto pálido. Todas devotas de Santa Rita, abogada de los imposibles, para que obrara la utopía de abrirles las celdas.
Las Damas de Blanco han visto cómo esta semana se lograba el milagro, con la promesa del régimen de liberar a los 52 presos políticos que quedaban del grupo de 75 opositores que encarceló en el año 2003. Durante aquella primavera negra a la que ellas opusieron sus ropas inmaculadas y un silencio atronador a oídos del Gobierno de Cuba.
Ayer caminaron de nuevo, como todos los domingos de todos estos años y los que vengan, si Raúl Castro no cumple. Las Damas de Blanco no van a detenerse «hasta que el último prisionero esté en la calle». Lo confirmaba una de ellas, Bertha Soler, a este diario por teléfono, mientras apretaba el paso tras sus 41 compañeras en la marcha dominical. «Ésta no es la última, vamos a continuar hasta que salgan todos. Porque Castro ha prometido liberar a 52, pero la lista actual sólo tiene 17 nombres».
Son los de los primeros presos que saldrán rumbo a España. Hoy lunes llegará a Madrid el primer grupo, y el resto no más tarde del jueves, según fuentes de la oposición cubana. Ayer fueron concentrados en la prisión Combinado del Este de la capital para tramitarles la documentación y hacerles chequeos médicos.
Mientras, los familiares que les acompañarán en lo que algunos califican de «destierro» eran desplazados a la Habana desde sus provincias de origen. Unos 62 parientes viajarán al lado de los reos fuera de la isla. Cruz Roja y CEAR están preparando los dispositivos para acogerles cuando aterricen en terriorio español.
«Nos han traído en una guagua (autobús) hasta el policlínico para hacernos un examen médico, y nos han hecho las fotos para el pasaporte», contaba a Efe Álida Vello, esposa del reo Ricardo González.
«Ya hay varias familias reunidas en un instituto del ministerio del Interior», corroboraba a Reuters la disidente Martha Beatriz Roque, que ejercía de portavoz de la esposa del preso Normando Hernández, a la que las autoridades advirtieron de que sólo vería a su marido «en la escalerilla del avión».
La falta de contacto con los parientes era una de las razones que esgrimían las Damas para seguir con una protesta que ha encontrado más solidaridad desde que se hizo pública la decisión del régimen.
«En la iglesia hoy la gente nos abrazaba y lloraba, incluso aquellos que no se habían acercado hasta ahora», decía Soler, con la esperanza de que pronto pueda ver a su esposo, Ángel Moya Acosta, condenado a 20 años de prisión por crear el Movimiento Libertad y Democracia, y con el que únicamente puede hablar 25 minutos a la semana. Moya se niega a vestir el uniforme de preso porque no es un criminal, según cuenta la web de las Damas.
«Hay gente que tenía mucho miedo, pero siente lo mismo que nosotras, y ahora lo ha mostrado más abiertamente», afirmaba Soler. No siempre ha sido así. El grupo de mujeres ha sufrido un acoso que en abril degeneró en violencia física por parte de algunos seguidores del régimen. «Hoy hasta los que se declaran comunistas nos decían: 'Qué bueno que salgan sus familias'».
Lo que no se sabe es qué pasará entonces, cuando se abran las puertas de sus respectivas prisiones. Bertha espera a que su marido hable. «No sé si iremos a España, porque muchos compañeros que antes se negaban a salir del país ahora lo han aceptado. Yo respetaré su decisión, porque es él quien está preso». Quedarse es una opción arriesgada, dice. «Los que lo hagan van a continuar con su trabajo de antes, con lo que -ojalá me equivoque-, pero pienso que irán a prisión en tiempo corto porque el sistema es el mismo. El régimen no ha cambiado».
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