lunes, 5 de julio de 2010

La consumación de un golpe de estado (IIÍ): La doctrina Humpty Dumpty


3 de Julio de 2010 - 18:34:29 - Luis del Pino

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 3 de julio de 2010

En una escena de "A través del espejo", la continuación de "Alicia en el País de las Maravillas", Humpty Dumpty, uno de los personajes, le dice a la protagonista:

- Cuando yo uso una palabra, ésta significa lo que a mí me dé la gana..., ni más ni menos.

- La cuestión - le respondió Alicia-- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

- No, no - replicó Humpty Dumpty -. Lo importante es saber quién manda.

Esta semana, el Tribunal Constitucional ha terminado por parir, después de cuatro años de gestación, la esperada sentencia sobre el Estatuto de Cataluña. Y el resultado ha satisfecho las previsiones más pesimistas: la Constitución del 78 ha dejado de existir, gracias a una sentencia aberrante que deja prácticamente intacta la letra del Estatuto, aunque, eso sí, pretende salvar la cara diciéndonos que ciertos preceptos deben interpretarse de forma completamente opuesta a su redacción literal.

Después de la sentencia del Constitucional, en el Preámbulo del Estatuto seguirá figurando, por ejemplo, que Cataluña es una Nación, pero el Alto Tribunal sentencia que donde dice Nación no debemos entender Nación, sino nacionalidad. O sea que, a partir de ahora, los españoles no sólo tenemos la obligación de conocer las leyes, para poder cumplirlas, sino que además vamos a tener que estudiarnos las notas terminológicas a pie de página, para poder saber cuál es el significado real de cada término de uso común.

Si donde dice Nación no debería decir Nación, lo lógico hubiera sido anular o enmendar el Preámbulo del Estatuto. Pero en lugar de ello, se nos dice que las palabras significan otra cosa.

Es decir, que María Emilia Casas, la presidenta del Tribunal, ha entendido perfectamente la filosofía de Humpty Dumpty: lo importante no es lo que signifiquen las palabras, sino saber quién es el que manda. Y quien manda aquí, claro está, son los nacionalistas. El Preámbulo del Estatuto no podía tocarse, y por supuesto no se ha tocado.

Lo más gracioso es observar las respuestas de los distintos partidos políticos, que están escenificando al alimón un teatrillo que pretende convencernos de que esa sentencia constituye una derrota del nacionalismo, cuando representa justo lo contrario. El Partido Socialista nos dice que la sentencia demuestra la constitucionalidad del Estatuto; el Partido Popular nos cuenta que esa sentencia aberrante es una victoria y los partidos nacionalistas hacen como que están muy enfadados y amenazan con todo tipo de presiones.

Pero lo cierto es que, a partir de ahora, los nacionalistas catalanes podrán esgrimir el texto del Estatuto en cualquier foro internacional, para reclamar trato de Nación en el ámbito que sea. Y vaya usted a explicar en ese foro internacional que, en realidad, donde dice Nación hay que interpretar otra cosa. Las carcajadas pueden ser monumentales.

No sólo han herido de muerte a la Constitución y han dejado vacía de contenido a la Nación española. Es que encima nos toman por lelos y pretenden convencernos de que han hecho lo contrario.

La ventaja que tienen las palabras de doble uso es que el que manda decide en cada momento cuál de los significados le interesa. Los nacionalistas podrán, por ejemplo, invocar el carácter nacional de Cataluña a la hora de intentar conseguir selecciones deportivas propias. Pero para continuar robándonos a los españoles, no tendrán reparo en seguir aparentando que son una mera nacionalidad o una simple comunidad autónoma.

Y así, pasito a pasito, el nacionalismo catalán seguirá ocupando espacios simbólicos y expulsando al Estado central de Cataluña, mientras usa la presión política para seguir reclamando inversiones, para seguir trasladando sedes de empresas u organismos a Barcelona y para continuar alimentando su régimen cleptocrático con el dinero robado al resto de España.

Y todo ello mientras se siguen conculcando los derechos individuales de los muchos catalanes que no comulgan con las ideas nacionalistas.

Pero la culpa no la tienen, como ya de dicho en muchas ocasiones, los nacionalistas catalanes. La culpa la tienen quienes desde Madrid, desde los partidos nacionales, han permitido y alentado ese proceso.

La culpa la tienen ese Partido Socialista y ese Partido Popular que, gozando de la representación del 90% de los españoles, han secuestrado la voluntad de sus electores y han gobernado de forma sistemática para el otro 10%, ese 10% para el que no existe la Nación española.

A mi, lo que me pide el cuerpo, después de la sentencia del Estatuto, es instar a toda nuestra clase política a que se vaya directamente al guano, qué quieren que les diga.

Aunque me parece que mi petición no iba a servir de nada. Porque la palabra guano significa, por supuesto, lo que ellos quieran que signifique.

Porque para algo son ellos los que mandan.

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