Muchos creíamos que en occidente la policía política no existía, que solo quedaban en aquellos países aun comunistas como Cuba, Corea del Norte, China o Vietnam, más algunos totalitarios como Venezuela.
Pero la realidad es que un supuesto país occidental tiene una policía política, un remedo de KGB, ese país es el nuestro.
En la primera etapa socialista ya tuvimos atisbos de esa utilización de la policía como instrumento partidario bajo la égida de siniestros personajes como Vera. Pero ha sido en los seis años de Rodríguez cuando se acentúa esa utilización partidaria de las fuerzas de seguridad y, sobre todo, de la Policía Nacional.
Recordemos algunos hechos: la utilización de la misma para amedrentar a unos afiliados del PP acusados, falsamente, de agredir a Bono; las falsificaciones del 11M, no solo respecto a las pruebas sino las amenazas, incluso físicas, contra quienes no comulgan con las versiones oficiales, como las amenazas de policías del S.U.P. a Luís del Pino; las detenciones arbitrarias en Andalucía, Canarias, etc., con gran parafernalia, de políticos del PP que, en la mayoría de los casos, fueron puestos en libertad sin cargos como el vicepresidente canario; la dejadez de funciones cuando en actos anticastristas, el hostigamiento de grupos ultraizquierdistas, agresiones incluidas, no fueron repelidas por la policía como ocurrió hace un par de años en la Casa de América; las agresiones a manifestantes, manifestación legal, que lo hacían ante la sede del PSOE, con actitudes brutales incluso con personas mayores. Podíamos seguir, pero creo que estos ejemplos ilustran la degeneración de la policía nacional, que ha culminado con la actuación contra el presidente de la Diputación de Alicante, Sr. Ripoll y concejales de Orihuela, todos del PP.
En un momento en que los delitos de todo tipo se incrementan y que las fuerzas del orden son más incompetentes, no se duda en enviar, como refuerzo, ochenta policías desde Madrid a la provincia levantina para reforzar la fuerza que cercó el domicilio del Sr. Ripoll o el Ayuntamiento de Orihuela. Entusiasmo operativo que no hemos visto frente a las agresiones de separatistas, ultraizauierdistas o en casos como el Faisán.
El oprobio y la vergüenza no es para los concejales o el Presidente de la Diputación alicantina, sino para esos policías mercenarios al servicio del Beria español, Rubalcaba, que no se oponen a estas actuaciones que generan la preocupación y el rechazo de la ciudadanía.
Quienes deberían estar al servicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, se han convertido en los mamporreros del régimen totalitario de Rodríguez. ¡Que pena me dan estos policías que tantos compañeros han perdido en la lucha contra los asesinos terroristas y del crimen organizado y que se han quedado relegados aun remedo, malo, claro, de la extinta KGB. Está claro que en el momento en que el régimen rodrigueril caiga se deberá proceder a una depuración policial para que vuelva a ser la fuerza que nos proteja y no que nos asuste.
Pero la realidad es que un supuesto país occidental tiene una policía política, un remedo de KGB, ese país es el nuestro.
En la primera etapa socialista ya tuvimos atisbos de esa utilización de la policía como instrumento partidario bajo la égida de siniestros personajes como Vera. Pero ha sido en los seis años de Rodríguez cuando se acentúa esa utilización partidaria de las fuerzas de seguridad y, sobre todo, de la Policía Nacional.
Recordemos algunos hechos: la utilización de la misma para amedrentar a unos afiliados del PP acusados, falsamente, de agredir a Bono; las falsificaciones del 11M, no solo respecto a las pruebas sino las amenazas, incluso físicas, contra quienes no comulgan con las versiones oficiales, como las amenazas de policías del S.U.P. a Luís del Pino; las detenciones arbitrarias en Andalucía, Canarias, etc., con gran parafernalia, de políticos del PP que, en la mayoría de los casos, fueron puestos en libertad sin cargos como el vicepresidente canario; la dejadez de funciones cuando en actos anticastristas, el hostigamiento de grupos ultraizquierdistas, agresiones incluidas, no fueron repelidas por la policía como ocurrió hace un par de años en la Casa de América; las agresiones a manifestantes, manifestación legal, que lo hacían ante la sede del PSOE, con actitudes brutales incluso con personas mayores. Podíamos seguir, pero creo que estos ejemplos ilustran la degeneración de la policía nacional, que ha culminado con la actuación contra el presidente de la Diputación de Alicante, Sr. Ripoll y concejales de Orihuela, todos del PP.
En un momento en que los delitos de todo tipo se incrementan y que las fuerzas del orden son más incompetentes, no se duda en enviar, como refuerzo, ochenta policías desde Madrid a la provincia levantina para reforzar la fuerza que cercó el domicilio del Sr. Ripoll o el Ayuntamiento de Orihuela. Entusiasmo operativo que no hemos visto frente a las agresiones de separatistas, ultraizauierdistas o en casos como el Faisán.
El oprobio y la vergüenza no es para los concejales o el Presidente de la Diputación alicantina, sino para esos policías mercenarios al servicio del Beria español, Rubalcaba, que no se oponen a estas actuaciones que generan la preocupación y el rechazo de la ciudadanía.
Quienes deberían estar al servicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, se han convertido en los mamporreros del régimen totalitario de Rodríguez. ¡Que pena me dan estos policías que tantos compañeros han perdido en la lucha contra los asesinos terroristas y del crimen organizado y que se han quedado relegados aun remedo, malo, claro, de la extinta KGB. Está claro que en el momento en que el régimen rodrigueril caiga se deberá proceder a una depuración policial para que vuelva a ser la fuerza que nos proteja y no que nos asuste.
Bueno, está claro que hay algunos polis que se prestan a esa llamada KGB, pero siempre hay gente que se vende por un plato de lentejas. La mayoría de las personas que trabajan en la Policía, lo hacen con honradez, y no hay que olvidar, que un saco de garbanzos negros los hay en todas partes, solo hay que ver a los políticos, que llegan con pantalos vaqueros y camisa a cuadros, y se van sin saber los dineros que tienen, ellos y sus familias.
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