sábado, 29 de mayo de 2010
Ni un solo delito
Si algo ha demostrado la publicación del sumario del caso Pretoria es que, de un lado, España es un país en el que un diario como El Periódico puede tener colgado en su página web un sumario de 11.000 páginas que contiene datos personales de decenas de personas que no tienen nada que ver con el caso investigado, con toda suerte de detalles, como los números de teléfono y de DNI.
Y también ha quedado claro que a Lluís Prenafeta, quien fuera secretario general de la Presidencia de Jordi Pujol de 1980 a 1991, no hay nada concreto de qué acusarle. Un hombre que se pasó 45 días en la cárcel por orden y capricho del juez Baltasar Garzón. Nada concreto de qué acusarle. Ningún delito. No es que lo diga yo, es lo que se desprende del sumario. Precisamente, Prenafeta publicará a principios de junio un libro contando su penosa experiencia. Se llamará El malson (La pesadilla) y será presentado el día 20 en Barcelona. Una pesadilla de 45 días de cárcel y de toda clase de humillaciones públicas sin ningún delito de qué acusarlo.
Porque de momento, tanto en Cataluña como en España, cobrar comisiones y hacer de intermediario es legal. Como también lo es hacer negocio con la Administración Pública por la vía de venderle o comprarle un edificio. Y más si, como en el caso de Lluís Prenafeta, es el propio consejero de Economía, Antoni Castells, quien solicita sus servicios de intermedicación para poder comprar un edificio de unas características determinadas. Es, en todo caso, responsabilidad de la Administración decidir si tiene sentido gastarse el dinero del contribuyente en aquel asunto o en otro.
El sumario del tan famoso caso Pretoria sugiere muchas cosas, pero prueba muy pocas. Y es un atropello que sólo con esas vaguedades alguien haya podido ingresar en prisión por la decisión arbitraria de un juez enloquecido, que hay que celebrar que haya sido apartado de sus responsabilidades. Hay que señalar, también, que el sumario recoge dos años de conversaciones privadas -¡dos años de escuchas!, como en La vida de los otros- que, sin ningún tipo de vergüenza y saltándose cualquier código ético, El Periódico y La Vanguardia han publicado sacándolas de contexto y sin que tengan nada que ver con el caso. Toda la infamia y ningún delito.
Ha aflorado también el viejo resentimiento social de querer presentar a Prenafeta y a Alavedra como si fueran los burgueses de la canción de Brel y como si todo lo que tienen lo hubieran robado. Ayer, La Vanguardia llegó al extremo de publicar la lista de cuadros que la Guardia Civil intervino en el domicilio de Prenafeta, como dando a entender -sin decirlo directamente, claro- que los había adquirido con el dinero de la trama. Una trama que el sumario no prueba que exista. Ningún delito.
Igualmente, el sumario que El Periódico colgó en internet contenía transcritas conversaciones íntimas de los encausados, que naturalmente han sido rebotadas por los medios de comunicación más mezquinos en despreciables titulares, cuando todo el mundo puede entender que se trata de asuntos privados.
La primera indignidad fue la de Garzón convirtiendo algunos casos de corrupción urbanística vinculados al PSC en una trama que no existe para poderse ocupar del caso e intentar, mediante el protagonismo, que no lo suspendieran. Para ello, llegó a acusar de asociación ilícita a gente que ni se conoce. Luego, los medios de comunicación catalanes hicieron el resto, con TV3 al frente, exhibiendo a personas honorables e inocentes como monos de feria. Aquellas imágenes de Prenafeta y Alavedra esposados, con esas bolsas de basura azules, fueron impresentables. Cuando, al final, este caso se archive -porque va a archivarse-, nadie reparará su honor y un injusto aire de culpabilidad permanecerá en el ambiente. Y por ningún delito.
No tendría que ser tan fácil descuartizar a alguien en público a base solamente de rumores, sospechas y falsedades. Si Prenafeta se tomara la molestia de querellarse contra todo lo falso que se ha dicho y escrito sobre él desde que fue detenido, habría más delitos y faltas de lo que a él se le acusa.
Colgar en una web datos de personas, joder que fuerte, donde está la Ley de protección de datos, seguramente tomándose unas cañas con los impresentables..
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