domingo, 25 de abril de 2010
En defensa del pañuelo
24 de Abril de 2010 - 12:23:57 - Luis del Pino
En esta semana, ha saltado a los medios de comunicación la polémica por la decisión de un instituto de Pozuelo de prohibir a una alumna musulmana la asistencia a clase con el pañuelo.
Ante eso, muchas personas han reaccionado invocando el deber que todos tienen de acatar las normas que dicte el instituto, pero se trata de un argumento falaz.
Ante lo que nos encontramos es ante un nuevo intento de coartar las libertades individuales y de expulsar toda presencia religiosa de las aulas. Y el problema debe analizarse desde esa perspectiva.
No estamos hablando de llevar un burka, que oculta todo el cuerpo de la mujer, ni de llevar un velo que te tape la cara, sino de si se puede o no llevar un pañuelo en la cabeza. Y no existe ninguna razón de carácter práctico ni lógico que invite a prohibir el pañuelo, así que se trata de una restricción sin ningún motivo racional. ¿Cuál es el problema porque una niña musulmana lleve un pañuelo en la cabeza? ¿Acaso se crean problemas de identificación? No. ¿Acaso es un símbolo insultante? Tampoco. Entonces, ¿cuál es el problema?
Se argumenta, en favor de la medida, que el pañuelo en la cabeza es un signo de discriminación de la mujer, pero eso no es así. O al menos no lo entienden así muchísimas musulmanas para las que el pañuelo es, simplemente, una tradición. Una tradición, por cierto, que muchas mujeres cristianas siguen conservando en muchos pueblos de España y de la Europa mediterránea. Y permitir que alguien se meta a intérprete de los sentimientos o las voluntades ajenas en materia religiosa, sentando cátedra sobre lo que el pañuelo debe querer significar, es coartar las expresiones de religiosidad en nombre de una uniformidad de pensamiento que atenta contra la libertad individual. Nadie tiene derecho a juzgar a una mujer por llevar voluntariamente el pañuelo islámico, como nadie tiene derecho a juzgar a ninguna persona por santiguarse en público o por asistir a misa los domingos.
Se argumenta también que todo el mundo está obligado a acatar las normas que fijen los colegios escolares. Y no es verdad. Los consejos escolares pueden dictar las normas que quieran, pero sólo en el ámbito de su competencia. Y no cae dentro de la competencia de ningún consejo escolar dictar normas que limiten derechos fundamentales. Un consejo escolar no puede, por ejemplo, prohibir por sus santas narices que los niños estudien en su lengua materna; como tampoco puede dictar los temas de los que los alumnos pueden hablar en sus horas de recreo.
Y no puede por la sencilla razón de que en ambos casos se estarían cercenando derechos fundamentales, como el de ser enseñado en tu lengua materna o el de expresarte libremente. Y los derechos constitucionales sólo pueden ser recortados mediante Ley Orgánica. Y el derecho a llevar símbolos religiosos es un derecho fundamental más. El consejo escolar podrá dictar las normas de uniformidad que quiera, pero esas normas no pueden limitar el derecho de una niña musulmana a llevar el pañuelo, ni impedir a un niño cristiano llevar un crucifijo al cuello.
Como ha recordado ayer el portavoz de la Conferencia Episcopal, la Constitución ampara, en su artículo 16, el derecho a "la libertad religiosa de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público". ¿Afecta al orden público el llevar un pañuelo en la cabeza o un crucifijo al cuello? No. Pues entonces, si alguien quiere limitar ese derecho constitucional, tendrá que elaborar una Ley Orgánica en el Parlamento. Pero ningún consejo escolar puede, por sí mismo, limitar la libertad religiosa de esa niña musulmana.
Como ya saben ustedes, yo soy muy mal pensado. Y me llama poderosamente la atención que esta polémica salte a los medios justo cuando el gobierno está amenazando con su Ley de Libertad Religiosa, que lo que esconde, bajo ese nombre falso, es un intento de arrinconar lo más posible cualquier manifestación de religiosidad.
Caer en la trampa de aplaudir el que un consejo escolar prohíba a una niña musulmana llevar un pañuelo en la cabeza significa dar carta blanca para que mañana los consejos escolares puedan prohibir a otros niños llevar un colgante con un crucifijo. Que es, por cierto, lo que ha pasado en Francia, donde se ha prohibido cualquier tipo de símbolo religioso en las aulas de los colegios públicos.
¡Ya está bien de prohibiciones, hombre! ¡Ya está bien de que nos impongan a golpe de norma un programa de laicización sin respetar siquiera los derechos que la propia Constitución nos otorga como individuos!
Me alegra enormemente que la propia Conferencia Episcopal, como no podía ser menos, salga en defensa de los derechos de esa niña musulmana injustamente tratada en un instituto de Pozuelo.
Creo que ya va siendo hora de que todos - musulmanes y católicos, protestantes y budistas, judíos y ateos - nos unamos para decirle a los impulsores de la laicidad que se metan sus normas por donde les quepan.
Y que saquen sus sucias manos de nuestras conciencias. Porque no les hemos dado derecho a decidir por nosotros como vivir nuestra religión o nuestra falta de religión.
Como siempre, expléndido amigo.
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